Esto no se hace José Manuel
Paulino Rivero era un hombre feliz ¡lo había conseguido!, viajó a Madrid y en la Moncloa miró directamente a los ojos a José Luis Rodríguez Zapatero mientras le decía silabeando lentamente: Si no me concedes lo que te exijo, te tumbo los presupuestos. Zapatero sonrió y le prometió todo aquello que le exigía, dulcemente eso sí, aquel hombrecillo que lo miraba fijo y sudaba bajo los focos de las cámaras.
Fue un mal momento, pero ya había pasado; ahora era el tiempo de recoger los frutos de esa batalla, de este Pacto Histórico como no dudaba que sería calificado por tirios y troyanos de manera unánime. Pero por si acaso, le dijo a Claudina Morales que quería que hablara del Pacto Histórico en sus declaraciones, pensó en decírselo también a la Oramas pero no se fiaba de ella. Su gabinete se ocuparía de que ese concepto fuera la idea fuerza de la campaña que le llevaría otra vez a la poltrona presidencial. Además lo de “las aguas canarias” iba a ser un argumento irrebatible de su victoria sobre “Madrid”.
Y cuando estaba empezando a recoger los primeros frutos de la gloria mediática, a pesar de que algunos mindundis preguntaban que donde radicaba la gracia de un pacto que únicamente recogía, en su texto, viejas promesas del Plan Canarias, que además ya habían sido incumplidas y desgraciadamente negociadas a la baja y afirmaban que el Presidente se venía para Canarias sin un euro para el ciudadano de a pié; pues bien cuando empezaba a recoger los frutos de esa atrevida batalla peleada con un hombre al que ¡telefoneaba Obama! nadie, en Canarias había tenido lo que el tuvo para ponerle las peras al cuarto al ZP ese del diablo y cuando sonreía feliz, beatífico, soñando titulares, honores, aplausos, alabanzas, se le acerca el del gabinete y le comunica sin siquiera mirarlo a la cara: Presidente, Soria acaba de comunicar a los medios que rompe el pacto de gobierno.
Que en un día en la que la única noticia debía ser la promesa de apoyo a la reforma del estatuto, las aguas canarias y la victoria sobre el poder del Estado, que en un día como ese, José Manuel Soria se atreviera a quitarle el protagonismo, era una prueba más en que en este mundo no se puede uno fiar de nadie.
Y encima su gente pretendía consolarlo manifestando que al parecer la ruptura había venido impuesta desde Génova, cómo si a el le importara el origen del desastre. Lo importante es que la noticia no era que el había vencido al dragón en su palacio y había tornado triunfante a Canarias con el botín suficiente para todos sino que Soria, el traidor, se colocaba como protagonista en las primeras de los periódicos, las radios y las teles, menos la “nuestra” abrían con la noticia y allí donde miraba sólo veía y oía PP y Soria.
Hay que hacer una campaña llamándolo godo canario, decírselo a Willy, aulló Paulino y el del gabinete le advirtió, no lo podemos usar lo utilizamos ya contra Juan Fernando.
Lo mejor es dejar pasar el tiempo, llevar el acuerdo al Parlamento dentro de quince días y allí lo volvemos a resucitar, musitó el de Prensa.
De acuerdo, pero ponerme con Soria que le voy a cantar las cuarenta, así se hizo y cuando alguien contestó al otro lado de la línea virtual Paulino Rivero, conquistador de las aguas canarias, vencedor de ZP y el único canario capaz de meterle las cabras en el corral a los de Madrid con voz estrangulada sentenció:
José Manuel esto no se hace y cortó la comunicación mientras una lágrima surcaba su mejilla.
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