Lo de siempre…
Bueno, se está acabando Fitur, al menos las jornadas profesionales. Hay que reconocer que la célebre feria nos sale cara, aunque el evento turístico por excelencia tiene una virtualidad; consigue que la casta política local inicie una hégira hasta los madriles, a la salud del presupuesto, eso sí. Empeñados en una trashumancia que año tras año se produce con la regularidad de un cronómetro, sale caro pero se agradece la tranquilidad en la que nos dejan.
Aún cuando los políticos y esas organizaciones -que son suyas- pero que nos cuentan que están a nuestro servicio: los partidos políticos, se están ya desperezando ya, tras la tregua navideña, preparándose para el año electoral que nos va a tocar vivir de manera irremisible.
Que aburrido es un año electoral, todos y todas ofreciendo lo que ya han ofrecido en otras ocasiones, a sabiendas de que no van a cumplir, con la obscena tranquilidad que da el hecho de que la ciudadanía está afectada, al parecer, de amnesia electoral. Que aburrido y que frustrante es tener que vivir otro año de elecciones.
Acto electoral tras acto electoral, entrevista tras entrevista, vuelta a escuchar los mismos argumentos manidos, las mismas promesas, prostituidas desde el mismo instante en que abandonan los labios del político de turno, las mismas críticas desabridas a la competencia, que son igual de malos que ellos y que las devuelven de manera automática, con la correspondiente ración de “y tu más”.
Y volveremos a ver a los mismos de siempre, quizás bajo otra siglas, pero los mismos de siempre que, hace ya mucho tiempo, descubrieron que lo del servicio público es un chollo de primera categoría y que no piensan apearse de la poltrona, así los intenten despegar de ella, con agua caliente.
Volveremos a ver a los mismos de siempre, criticando a sus ex compañeros del partido recién abandonado o a los colegas del pacto de gobierno de ayer mismo, los mismo que vuelven a descubrir milagrosamente otra vez, que los aliados y amigos de ayer, son lo peor de este mundo y los indignos enemigos del interés público y que por ello deben ser lanzados a las tinieblas exteriores.
Y a pesar de que serán los mismos de siempre, aunque lleven otro collar, luzcan logo nuevo o colores distintos de los de esta legislatura que ya acaba, con la misma disciplina con la que los miembros de una bandada de gansos, inician los viajes anuales sin que sepamos exactamente a qué señal obedecen, con esa misma disciplina y conformidad, los militantes y simpatizantes de los partidos, asistirán a unos actos solemnemente aburridos, con un nivel intelectual y político de vergüenza –propia y ajena- en los que serán recompensados con una abrumadora catarata de falsas promesas, junto a los lugares comunes más trillados y manidos, además de tener que sufrir, que les den un plato de paella, que juradito, parece el mismo que el año pasado dejó alguien abandonado, sobre una mesa de circunstancias, por parecer incomible.
Y a pesar de que les habrán jorobado una mañana festiva, en la que habrán de sufrir la incomodidad de la aglomeración humana, los interminables discursos, los aplausos forzados, estas personas seres inteligentes, con capacidad laboral e intelectual, acudirán, impelidos por una misteriosa fuerza, acudirán digo, sin remedio a una llamada misteriosa, que les obligará a tragarse el siguiente mitin. ¡Pobres militantes!
Así que habrá que convenir que a esto de la campaña electoral y sus fastos, acudirán los de siempre, a la llamada de los mismos de siempre, en una especie de ceremonia que tiene ya más de rito ancestral que de verdadero ejercicio de comunicación entre humanos. Y llegarán las elecciones y, sin lugar a dudas, irán a votar los de siempre, que votarán a lo que siempre han votado.
Y terminada la campaña electoral y las votaciones, a la semana de soportar los sesudos análisis de los cuatro de siempre, que como es costumbre nos explicarán que de alguna manera los resultados obtenidos, han sido positivos para su organización política... Y perdone usted si no me entretengo más, pero tengo que buscar a ver quién quiere pactar conmigo, que la cosa está muy chunga.
Digo que terminada la campaña y recuperado el sentido, el ciudadano pensará que las cosas no van bien, que los políticos son una punta de impresentables y que se lo están llevando calentito, sentados en un sillón, tomando café, mientras ellos tienen que meterse ocho horas de trabajo, entre pecho y espalda, si quieren que su familia salga adelante. Y claro habrá que recordarles, antes de que vuelva a pasar lo de siempre, lo que decía Einstein, que más o menos rezaba así: Si quieres obtener resultados distintos, tendrás que hacer cosas distintas.
Así que apliquémonos el cuento, se ahorrarán unas cuantas raciones de paella o garbanzas francamente incomestibles, un chorro de discursos vacuos y, posiblemente, puedan ayudar a construir algo nuevo, que medio funcione. Yo ya he cumplido y me he cubierto. Si las cosas no cambian y sucede lo de siempre, me quedará el triste consuelo de pensar que yo, al menos, avisé con tiempo.
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