Túnez, Egipto, Yemen, Jordania, Argelia, Marruecos...
Desde la seguridad de nuestras casas y la comodidad de nuestro sofá, estamos asistiendo a una serie de sucesos y movimientos que han cristalizado en la “espontánea” revuelta egipcia. Una suerte de movimiento de masas que busca, dicen, una solución democrática a sus problemas.
Comenzó el asunto en Túnez, para seguir en Egipto y se observan síntomas de contagio en Yemen, Jordania, Argelia, Libia… Son movimientos calcados; la respuesta de unas sociedades muy jóvenes –con una media de edad en los 25 años, frente a los más de 40 de la sociedad española- a los regímenes que están sufriendo en cada uno de estos países. Gerontocracias, que han gobernado largos años, combinando los resortes propios de las autocracias con algún detalle democrático, populista y paternalista. Para entendernos, unas dictaduras como la copa de un pino, pero con un barniz paternalista.
Sorprende la eficacia de la acción de estos jóvenes que de manera “espontánea”, sin medios, sin organización aparente, sin una ideología común, han conseguido poner en marcha un procedimiento que se ha cargado a Ben Alí en Túnez y tiene acorralado a Mubarak, en Egipto y amenaza contagiar a todos los países del Magreb y buena parte del Oriente Medio.
La reacción en las redes sociales españolas no ha podido ser más entusiasta, a lo que se ve los ilusionados españolitos, están convencidos que el levantamiento popular va a conseguir poner a Túnez, Egipto y compañía, en el camino de la libertad y de la democracia. Nunca he podido aceptar la prepotencia con la que nos producimos los europeos. Los ciudadanos occidentales están convencidos que el único sistema posible de gobierno es la democracia parlamentaria que nosotros usamos.
Nadie o casi nadie piensa que este sistema exportado a otros países, con civilizaciones, costumbres y niveles culturales y económicos tan distintos, no tiene virtualidad alguna. Y que si la tuviera, cosa que dudo, quién debe escoger el sistema por el que desea ser gobernado son los ciudadanos de cada país y no la “sociedad occidental”.
Me temo que este movimiento que aprovecha el descontento de las masas, gente joven sin porvenir alguno, poco a poco, de manera insensible será conducido a la teocracia musulmana, la forma de gobierno que ha sido impuesta por los islamistas en países tan importantes como Irán, por ejemplo. Nadie puede ignorar, la importancia de los Hermanos Musulmanes en la oposición egipcia y su enorme peso específico entre los egipcios más desfavorecidos.
Si alguno de los que me lee, “goza” de una edad parecida a la mía, y en su momento fue un sindicalista de izquierdas o militó en organizaciones marxistas, sabe perfectamente como unos cuantos elementos convenientemente formados, manipulan a la masa conforme a su voluntad. Esta es una figura clásica en los movimientos “populares”. En el mismo sentido recuerdo una anécdota de Winston Churchill, que preguntado por cuáles de sus intervenciones parlamentarias, le había costado más tiempo y trabajo de preparación, contestó: “Mis improvisaciones”.
¡Qué maravilla! Miles y miles de jóvenes, sin medios, sin una organización que los articule, sin una ideología común, sin líderes conocidos, se moviliza por encanto, aprovechando las redes sociales, internet y los móviles y derrocan un régimen corrupto. ¡Qué bonito! Pues sí muy bonito, si fuera cierto.
Tras la movilización popular existe una voluntad, una organización y una jerarquía, que lleva la batuta. Nadie puede creer que caigan los regímenes sin que exista un recambio preparado. Cuando se produce un vacío de poder, que es lo que está sucediendo, los más rápidos, los más avisados, los mejor dotados ocupan ese espacio. ¿Hay alguien que dude que son los islamistas los mejor preparados para llevar a cabo esa labor?
Cierto es que Túnez era el estado más laico del Magreb, pero irremisiblemente los “religiosos” irán tomando posiciones que les permitirán manejar la situación. Los Hermanos Musulmanes, no creo que duden de la oportunidad que se les presenta, en Argelia los islamistas han sido perseguidos y reprimidos, pero ahí están, dispuestos a tomar otra vez el poder que les dieron las urnas, conviene no olvidarlo, y el ejército argelino les arrebató.
Probablemente este movimiento joven, consiga eliminar las viejas y corruptas gerontocracias de la zona, quizás acaben con las monarquías que todavía existen en Marruecos, Jordania, etc., pero será para caer en una teocracia que poco a poco envejecerá y les negará el camino de la libertad plena. Es doloroso pero la historia no permite atajos, ni improvisaciones. Quién dude, que repase la historia de Europa, verán los sufrimientos, el dolor, el hambre, las persecuciones, las guerras y la sangre derramada a lo largo de siglos hasta llegar a nuestra actual situación.
Las revueltas populares no resisten una semana sin un cerebro que las conduzca, una voluntad que las guíe y una mano de hierro que las imponga. Así es la vida de triste.
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