Una de las "columnas" de la manifestación madrileña del 15M
Reza el viejo dicho que “bien está lo que bien acaba”, por tanto debemos congratularnos de que las manifestaciones previstas para ayer, el 19J de acuerdo con esta terminología tan en uso, terminaran sin incidentes dignos de mención. Efectivamente los organizadores cumplieron con lo que habían prometido y se manifestaron pacíficamente en muchas ciudades de España.
Y habrá que alegrarse de lo sucedido, pero también conviene reflexionar sobre este asunto que parece no ha hecho más que empezar y que, como todo en la vida, va evolucionando y por tanto no hay que dar nada por supuesto, porque lo que hoy es de una manera, mañana puede ser de otra muy distinta.
Hasta ayer todos y cada uno de los actos llevados a cabo por ese movimiento, tenían una característica muy definida, nadie sabía quiénes eran los responsables de las distintas convocatorias, asambleas, marchas o visitas nada protocolarias a algún Parlamento. La responsabilidad era de todos y por lo tanto de ninguno, la vieja teoría de lo de Fuenteovejuna.
Otras de las características que definían las acciones del movimiento, por mucho que le moleste a la izquierda bien pensante, era su desprecio por la legislación vigente. Ninguna de las ocupaciones de espacios públicos había sido programada ni contaba con el permiso de la autoridad “competente”, ninguna de las manifestaciones contaba con la preceptiva autorización y ya que decir del intento de bloqueo del Parlament o el intento de acampada ante el Congreso de los Diputados
Y ya por finalizar las acciones se caracterizaban por el ejercicio de la violencia, aunque repugne admitirlo a algunos ciudadanos. Claro está que la cuestión de la violencia se resolvía achacando su ejercicio y por tanto su responsabilidad, a unos violentos ajenos al movimiento, incontrolados y naturalmente a los agentes de policía infiltrados en las filas de los “indignados”.
Sobre la cuestión de los “incontrolados, me van a permitir que les cuente una historia. Me cupo el honor en el año 1993 de estar en Bosnia como casco azul. En Mostar sufríamos de los croatas, agresiones diarias, se nos disparaba con armas individuales y colectivas, se nos bombardeaba y cuando el Mando reclamaba a las autoridades bosnio croatas por la violencia recibida, siempre recibían la misma explicación: Los incidentes los producían elementos incontrolados, por supuesto ajenos al HVO (las milicias pro croatas), que lo lamentaban muchísimo, por nosotros, por las víctimas de los ataques y sobre todo por el buen nombre del HVO y la noble causa que defendían, pero que nada podían hacer para evitarlo.
Claro está que cuando Franco Tuchman, Presidente de Croacia, visitaba Mostar jamás se produjo acción alguna de esos “incontrolados”. Así que, para que vamos a engañarnos, los francotiradores que nos disparaban, los responsables de las armas automáticas, morteros, RPG,s que con un entusiasmo digno de mejor causa nos “asaban” a tiros en cuanto tenían la menor oportunidad, de incontrolados tenían lo que yo de Arzobispo de la Seo de Urgel.
Salvando las naturales distancias, lo mismo cabe decir de los “violentos” y el 15 M. Cuatro parece ser el número de desalmados si fiamos de las explicaciones que se nos han dado. Unos individuos incontrolados que ajenos a la organización, teñían de violencia las acciones de los pobres “indignados”. El éxito de ayer, demuestra sin lugar a dudas que, cuando así lo desean los organizadores, cuando así lo deciden los que dirigen de verdad el movimiento, no se produce violencia alguna y es más, milagrosamente, los violentos devienen en pacíficos ciudadanos y los incontrolados en disciplinados elementos del movimiento.
Por tanto habrá que cargar en el debe del movimiento la violencia ejercida hasta ahora, y congratularnos de que ésta haya desaparecido, tal y como vimos a lo largo del domingo. Aunque sí quisiera subrayar algunos detalles que me hacen sospechar que lo violento y lo pacífico, se utiliza como elemento táctico, y que las cuestiones éticas ni se consideran. Cuando tácticamente interesa se muestran absolutamente violentos y cuando conviene se hace una exhibición de pacifismo.
Me van a perdonar por la desconfianza, pero confieso que poca fe, por no decir ninguna tengo en el género humano, sean de la subespecie de los “indignados”, de la de los políticos o de cualquier otro género, subespecie u orden clasificatorio. Decía que da que pensar la utilización del lenguaje bélico en personas que se declaran pacifistas, desde el uso del término “columnas”, de clarísimas reminiscencias militares, pasando por algunos lemas que tienen su guasa, en boca de gente que se reputa como paradigma del pacifismo ciudadano.
Manifestarse bajo el lema de “No hay pueblos sin guerras ni clases sin lucha” no parece que sea una forma muy eficaz de declarar el amor por la paz o el pacifismo militante de los que se manifestaban. El lema además de ser de una falsedad histórica abrumadora, no me suena muy pacifista, a no ser que ahora éstos sean distintos de los de mi época.
Luego los mensajes emitidos con expresiones de ¡viva la lucha obrera! o ¡salud y revolución! me parece un indicio claro que el movimiento no ideológico, al menos hasta la fecha, está derivando hacia la izquierda más ortodoxa. Añadan algunos eslóganes coreados de manera entusiasta por los participantes que gritaban encantados ¡se va a acabar la paz social!, y habrá que convenir que no parece respondan a un movimiento pacífico y pacifista tal y como se definen los interesados.
Ayer se pidió el permiso preceptivo, y para ello hubo que dar la cara, por tanto de producirse disturbios los responsables tenían nombre y apellidos, quizás fuera esa una de las causas que aconsejaran la necesaria prudencia. Pero independientemente de ese motivo, tengo que decir, que alegrándome como me alegré de que el 19J transcurriera sin incidentes, me parece que la prudencia exige que estemos atentos a lo que vaya a suceder.
Ser pacífico es una virtud, ser pacifista una elección, no casan bien ninguna de las dos cosas con los eslóganes ni los discursos que se emiten, de hecho entran en franca contradicción. Estaremos atentos a ver lo que sucede, que una cosa es el 15M y otra muy distinta la revolución o la lucha de clases y conste en acta que lo dicen ellos, yo no me invento nada.
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