UE, foto de familia... Es una manera de hablar.
Esto de
Europa, otra de las trampas semánticas de éxito, porque cuando decimos Europa
nos referimos a la UE, que puede resultar parecido, pero indudablemente no es lo
mismo; decía que esto de Europa o la UE me recuerda algunos de los momentos más
“animados” de mi vida militar. Sucede en ocasiones, que de golpe, por sorpresa,
te encuentras metido en un berenjenal del quince, en la peor situación posible
y justamente en el peor momento. Cuando eso sucede, inevitablemente uno piensa aquello de “quién me mandaría a mí
meterme en esto”, pero tras ese desahogo, permisible si dura unas décimas de
segundo, se impone la realidad, y la realidad dice que lo importantes es lo que está pasando y no lo que
pudiera suceder y sin excusa ni pretexto hay que ponerse a la tarea de
cumplimentar la misión, de la manera más
eficaz y con el menor daño posible.
Esa es
la sensación que tengo yo sobre Europa, me confieso hijo de euroescéptico, recuerdo
perfectamente cuando los progres de entonces, que eran gente bastante más
sensata y decente que los actuales, pero progres al fin y al cabo, clamaban por
nuestra entrada en el Mercado Común. Mi padre que era farmacéutico y no economista,
de vez en cuando levantaba la vista de las páginas de la “Vanguardia Española”
y me decía: No entiendo que empeño tienen estos en entrar en algo, que está
quebrado, antes de comenzar a funcionar.
Lo
cierto es que entonces, yo me encontraba en esa edad magnífica en la
que uno no hace demasiado caso a su padre y cree estar en posesión de la
verdad, pero después, como tantos hijos, me he acordado de lo que me decía y he
lamentado no haber escuchado con más atención y detenimiento cuáles era los
motivos que mi padre tenía para calificar de asunto fallido, aquel Mercado Común
de nuestros amores.
Estamos
en Europa hace ya ni se sabe, recibimos ingentes cantidades de dinero “europeo”
que hemos derrochado sin demasiado tino; entusiasmados, vivimos muy por encima
de nuestras posibilidades en todos los órdenes y ahora pintan bastos y toca mover
ficha. Toca jugar sí o sí, ya es tarde para pensar en lo de “quién me mandaría
meterme en esto”, hay que ir hacia adelante y si toca bailar con la más fea,
pues toca, no hay más remedio que apretar los dientes y ponerse a la tarea. Y desde
luego habrá que hacerlo de la manera más eficaz y con los menores daños
posible. Al que duda, al que se pone a reflexionar en mitad del tiroteo, le cascan y crean que sé de lo que les hablo.
Nos
hemos despertado tras nuestra maravillosa juerga europea y nacional, en lo más profundo de un oscuro pozo y como es
natural pretendemos que se nos saque de las profundidades de la manera cómoda y rápida. Un buen cable, un
arnés y un rescatador que baje y nos saque de él sin el menor esfuerzo de
nuestra parte y casi con comodidad. Pero resulta que Europa, maldita sea su
estampa, nos ha dicho desde la boca del pozo que los helicópteros los tiene ocupados
apagando incendios en los mercados y que
perdonemos pero que ella lleva mucha prisa, porque en este mundo traidor todos
tenemos problemas, así que nos ha tirado una pala, que es lo único que tenía a mano
para ayudarnos y con su puntita de coña nos ha dicho que va siendo hora de que
entendamos que en esto de los rescates, la filosofía que se ha impuesto hoy por
hoy en Europa, es aquella de un pensador, griego parece ser, que señaló claramente
que aquí “cada can se lame su mangostán” y van a perdonar ustedes la manera de
señalar, pero la frase es así de rotunda y descriptiva.
Y nos
encontramos en lo más profundo del pozo, maltrechos, indignados, maldiciendo a
Europa, y a su falta de generosidad para con nosotros, renegando en arameo
antiguo y preguntándonos que podemos hacer con la maldita pala. Bueno, se pueden hacer tres cosas. Una, tirar
la pala a un rincón y sentarnos a ver qué pasa, mientras nos acordamos de la
quinta generación de la Merkel y
Sarkozy. Dos, ponernos a cavar a ver si logramos salir por las antípodas
y tres, aceptar lo que nos sucede, dejar los berrinches para mejor ocasión y
ponernos a tallar una escalera en las paredes del pozo que nos permita salir
de él.
¿Qué
ustedes no lo ven así?, pues que quieren que les diga, está la cosa
extremadamente difícil. Necesitamos pasta a raudales: para que fluya el
crédito, para crear empleo, para financiar nuestros servicios esenciales, para pagar
la deuda que ya tenemos. Y encima no somos
capaces de generar riqueza y además tenemos cara de malos pagadores. ¡Oiga
usted, no le tolero semejante infamia!, pues no me la tolere usted D. Graciliano,
pero así están las cosas y toca jugar.
Así que
nos vamos a tener que tragar el cabreo, hacer caso omiso de la desagradable
sensación de que nos han levantado la camisa a todos, que nos han llevado al
jardín y para nada bueno y rezar para que todo salga bien; para seguidamente recoger
la pala del rincón, que además de ser de
segunda mano viene sin manual de instrucciones y pensar cómo hacemos lo de la
escalera, porque de aquí no nos va a sacar más que nuestro esfuerzo.
Pero es
que usted hablaba de solución y problema. Pues sí eso decía, sobre el problema
no merece la pena extenderse, todos lo estamos viviendo ¿Y la solución?, pues la
pala, buen hombre, la pala. Con esa pala, mucho trabajo, esfuerzo e
inteligencia saldremos del agujero ¿Qué le parece a usted poca solución? Pues no
hay otra, ahora bien, si lo que sucede es que usted no quiere llevar a cabo el
esfuerzo, si le importa más buscar culpables que soluciones, si lo que le
interesa en realidad es echar las patitas por alto, no se prive. Puede
dedicarse a hablar, discutir, exigir, reclamar hasta el día del Juicio Final
por la tarde, que cuando llegue el día, lo encontrarán a usted en lo más
profundo del pozo y en bastante peor situación que la presente.
Entonces
toca eso que usted dice siempre ¿el qué? lo de paciencia y barajar hombre, pues
no, ahora lo que toca es paciencia, esfuerzo y cavar. ¿Qué no ve la solución
por ningún lado?, tranquilo, tampoco vio usted el problema y aquí está.
Ah y cuide
usted la pala, que el presupuesto no da
para varitas mágicas.
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