La magia navideña
El texto que hoy publico tiene muchos años, concretamente lo escribí en el año 2011, pero creo que describe un fenómeno que, a pesar de los pesares, deseo de corazón que llegue a sus hogares en este año tan duro por el que estamos pasando.
Decía entonces:
"Hablaba el
otro día sobre la Navidad y hoy, día de San Esteban, en el que en mi tierra
celebramos el segundo día de la fiesta de Navidad, quiero hablarles de una experiencia
que tuve la fortuna de vivir hace apenas unas horas, gracias sin duda a la
magia navideña, que existe y que a poco que nos descuidemos se nos hace presente
y nos sorprende. Voy a explicarles algo que me sucedió, como les digo, en estos
días. No tiene ninguna importancia, más allá de que refuerza mis teorías sobre
la Navidad..
Les ruego que me excusen por utilizar una anécdota personal, pero así están las
cosas. Tras la cena de Nochebuena, que transcurrió plácidamente, mis hijos, mi
mujer y yo estábamos cómodamente sentados, haciendo los honores al cava, al
café y los turrones, de charla, esperando a que llegara la hora en que
pudiéramos recoger los regalos de Papá Noel. Un detalle, como los define Tina mi mujer, que fue la impulsora hace ya muchos años de que Papá Noel entrara por
primera vez en nuestra casa, aunque hayamos permanecido fieles a
la tradición y el esfuerzo principal de los regalos se lo hemos encargado desde siempre a los Reyes Magos de Oriente.
Llegado que
hubo el momento de los regalos, mi mujer nos repartió un paquete a cada uno de
los presentes y procedimos a su apertura según costumbre. El que primero abre
su regalo soy yo, siguen mis hijos de menor a mayor y cierra la sesión mi
mujer. Tengo la costumbre de hacerlo lentamente, casi con delectación,
mientras todos me observan y mi hija, cada año, me da prisa para que
acabe, entre risueña e impaciente,
sabiendo como sabe, que la que sigue en la apertura de su regalo es
ella.
Este año el de
los renos, me “dejó” un polo azul marino, con el escudo bordado del club de mis
amores, el RCD. Español, es de la línea oficial del club y a mí se me había
encaprichado, todavía no sé bien por qué, un buen día en el que andaba
trasteando por internet. De hecho, aprovechando que mi hija viajaba a Barcelona
le encargué de que comprobara si había talla para mí. Elena me llamó desde
Cornellá y me explicó que no había tallas de mi tamaño en ese momento y que
habían quedado en avisarla en cuanto les llegara el pedido, que esperaban en
breve.
No era cierto,
pero me enredó como a un chino y la verdad es que me había olvidado del
caprichito de marras. Cuando por fin abrí el paquete me llevé una muy agradable
sorpresa, agradecí el regalo, encarecí la ilusión que me hacía, en fin hice lo
que sentía y lo que se esperaba que hiciera y tras cumplir con mi parte del rito
o la costumbre, seguimos con la ceremonia. Terminada ésta volvimos a brindar
por nosotros y por la Navidad y ya me dediqué decididamente a consumir turrones,
hojuelas de mi cuñada Ana - una auténtica delicia gastronómica - truchas de
batata y cabello de ángel y unos roscos, mientras con un ojo miraba la tele y distraídamente escuchaba
la charla que mantenían mi mujer y mi hija, sobre la manta que ésta le había
hecho a su madre, una maravilla a ganchillo, comentando las dificultades de su
elaboración.
Así que me
encontraba satisfecho, repleto de buena comida, relajado, un tanto somnoliento,
cuando de repente la magia de la Navidad se hizo presente y, por sorpresa, me
llevó de su mano por los caminos de la ensoñación y el recuerdo. Y mientras en
segundo plano oía la excitada charla de mi hija y los comentarios que Miguel, mi
hijo mayor, hacía sobre su regalo yo emprendí un maravilloso viaje de la mano de la magia de la Navidad.
Y me vi con
cinco o seis años con mi tía Mercedes, hermana de mi madre, que fue la
responsable de que yo haya sido “perico” desde que tengo uso de razón. Fue la
que me regaló, in illo témpore, una
equipación de fútbol, naturalmente blanquiazul, y eso amigos míos imprime
carácter, o al menos en mi caso lo hizo. Y sin solución de continuidad, me volví
no a ver sino a encontrar en una tarde
de un domingo lejano, en la que mi
padre, directivo de Bayer, nos llevó a mi hermano Arturo y a mí a Sarriá, a
cuenta de una promoción que hacía la empresa, que consistía en
que Bayer le regalaba una copa de plata al portero que parara un penalti, y
claro alguien debía estar en todos los campos cada domingo, por
si se daba la ocasión de tener que entregarla; que no se dio, pero allí
estuvimos entonces y volví a hacerlo en estas Navidades.
Y entre
sorprendido y emocionado me encontré también, ya mucho más tarde, en Sarriá, en
compañía de mi buen amigo Joan Prunés, un culé de tomo y lomo, pero amante del
buen fútbol por encima de todo, el día que hizo su debut con el primer equipo
españolista, una maravilla de jugador llamado Solsona, un jugador de una
técnica depuradísima.
Y de la mano
de la Navidad me encontré en el Nou Camp, acompañando a Joan procurando
que no se me notara demasiado mi condición de periquito, como él hacía en
Sarriá, el día en que Guruceta decidió liar la de Dios es Cristo en c’an Barça y volví a revivir la jornada y vi
unas cuantas cositas más, que no pienso contar, al menos en público, siquiera
sea en presencia de mi abogado, porque tengo que reconocer que tuve una juventud
de lo más “entretenida”.
Así que en
apenas unos segundos volví a estar con mi tía Mercedes, tan anti culé, que me
marcó de por vida y es que en Barcelona
ser perico a veces resulta incómodo, se
lo dice quién hizo el bachillerato en una clase en la que era el único
españolista. Y volví a estar, con muy poquitos años en Sarriá, de la mano
de mi padre, expectante ante la ocasión
de ir a un campo de fútbol de los de verdad y volví a contemplar a Solsona en
el calentamiento previo a su debut, haciendo una exhibición de toque de balón
que, ya ven lo que son las cosas, no había vuelto a recordar en la vida, y volví
a estar en lo de Guruceta y en la que lio porque había que estar allí y ver
la que montó el tipo, que no fue solo el penalti, que fueron muchas cosas más,
y eso lo dice un perico, que conste.
Y volví a
percibir el aroma del césped húmedo y el excitado run run de los espectadores
cuando saltó al campo Solsona y volví a sentir la dureza del cemento en mis
nalgas. Estuve otra vez junto a Manresa, un hincha españolista que ocupaba como siempre la
localidad a mi derecha en Sarriá y volví a sentir el latido de la sangre en mis venas,
la expectación, la agradable temperatura de aquel domingo lejano en el tiempo y
que no había vuelto a recordar. Y volví a ver a mi padre preocupado porque no
nos separáramos de él en el momento de la entrada al campo y el de la salida y
percibí la indignación de un jovencísimo Rifé mientras volvía a escuchar el
rugido de la masa ante la injusticia y la chulería del árbitro.
Todo eso en
unas décimas de segundo y mientras escuchaba las alabanzas al color verde musgo
que adornaba la manta que mi hija había confeccionado a ganchillo en Madrid.
Una experiencia maravillosa que me permitió volver a revivir algunas vivencias que tenía olvidadas y hacerlo
con una intensidad y un realismo maravilloso, todo ello gracias a esa magia navideña.
¿Qué eso tiene
otra explicación?, pues saben lo que les digo, que me da lo mismo. Yo sé bien
lo que experimenté y prefiero apuntarme a lo de la magia de la Navidad. Lo de
las explicaciones psicológicas lo dejo para otras fechas, si a ustedes no les importa."
¡¡Feliz Navidad 2020!!
Buenas tardes están bello lo q e leído q puedo decir que esa magia la e vivido la e tenido al lado y es como si estuviera en ese lugar como si fuera realidad. La magia de la navidad m quedo con ella Miguel ¡!!!Bella Navidad un abrazo enorme.
ResponderEliminarfeliz navidad y prospero año nuevo 2012
ResponderEliminarMe gustó mucho la entrada... y el recuerdo que narras del RCD Español, también equipo de mis amores. Mis recuerdos no alcanzan momentos tan memorables como los tuyos... pero guardo con dulce sabor (originalmente amargo) las derrotas europeas y las victorias coperas... y multitud de sentimientos más.
ResponderEliminarDesearte unas felices navidades y que pasees orgulloso con tu polo blanquiazul.