Sobró candela en los Goya
Candela Peña, la lió en los Goya. |
En estos mundos de las ideas, del pensamiento y de las
ideologías resulta natural, al menos a mí me lo parece, la frecuente existencia
de afirmaciones muy distintas a las que uno expresa, digo distintas cuando no
encontradas y hay que saber convivir con quien formula libremente, opiniones que
nada tienen que ver con lo que uno opina o piensa en esta vida.
Así que, personalmente, acepto de buen grado eso tan cierto
de que cada uno es muy libre de pensar lo que mejor le parezca y que para
redondear el ejercicio de ese derecho, naturalmente hay que respetar que cada
ciudadano, sólo o en compañía de otros, pueda expresar lo que considere oportuno, siempre y cuando tenga la precaución en el ejercicio de ese
derecho, de sujetarse a lo que la ley dispone; porque es bien sabido por todos - excepción hecha de la progresía
doméstica y la zurda mediática, política y cultural - que no existe derecho que
se pueda ejercer sin límite alguno.
Lo de la libertad de los demás no me ha costado jamás
aceptarlo, si bien he de reconocer que a veces, no teniendo demasiada
propensión natural para ejercer la virtud de la paciencia, tengo que bucear en
la educación recibida, contar hasta donde uno sabe, que no es mucho y respirar
profundamente para evitar cantarle las cuarenta en bastos, a más de un botarate
que parece que sólo reconoce la existencia de su libertad y la de sus
compañeros de manada ideológica.
Pero hay una cosa que no puedo sufrir, algo que me
supera, no puedo decir que me indigna, porque la gente decente de este país ya
no podemos indignarnos, a riesgo de que nos cojan la matrícula cambiada.
Ustedes sabrán perdonar la digresión, pero ya digo que es pensar en estos
asuntos y se me revuelven las entretelas del alma. A todo esto todavía no les
he dicho que es eso que tanto me encorajina,
se lo digo y luego con su permiso, sigo enrollándome; me refiero a la
hipocresía, un ejercicio repugnante que va casi siempre acompañado de la demagogia y de la falsedad, que éstas tres
hacen bueno el aquel brutal refrán que reza: Puta la madre, puta la hija y puta la
manta que las cobija.
Decía que lo de la hipocresía me pone malo y hoy, ahora
mismo, estoy intentando reponerme de una sobredosis de ese repugnante vicio. Evité
presenciar el bochornoso espectáculo al que llaman la Gala de los Goya. Lo
hice, palabrita del niño Jesús, con el mismo afán que el gato escaldado huye
del agua fría, pero al final estas cosas trascienden y los sucesos llegan al
conocimiento del ciudadano aunque éste pretenda evitar saber que se ha dicho en
esa “fiesta” que se dan con nuestro dinero, lo más casposo del zapaterismo
cultural y algunos más. Y lo de algunos lo digo por dejar abierta una puerta a
aquellos que no queriendo que los confundan con los Toledo, Bardem, etc.,
puedan escapar de la generalización que todos sabemos lo injusta que es, aunque
habrá que decirles aquello de “dime con quién andas y te diré quién eres.
Que una señora o señorita, suba a recoger un premio y aproveche la ocasión para
explicarnos que su pobre padre murió, no en la mina, sin doctor ni confesión…,
que cantaba el compañero Yupanqui, que afortunadamente no fue así. Digo que nos
cuente que el fallecimiento ocurrió hace tres años en un hospital en el que no
había mantas para abrigarlo, ni agua para calmar su sed, eso es algo que le
pone a cualquiera los pelos de punta y mueve al corazón más duro a
conmiseración; pero cuando te enteras que lo que cuenta Candela Peña no sucedió
en un hospital de Mali sino en uno que está radicado en Viladecans, población
de la provincia y vecindad de Barcelona, la nuestra, no una barcelona del altiplano, la
conmiseración troca en asombro y – coño iba a decir indignación y no puedo – el
mosqueo empieza a crecer exponencialmente.
Ya para que les cuento, cuando sale a escena el director
del hospital de marras a decir que a él que lo registren, que acaba de hacerse
cargo de la dirección, pero que no le consta reclamación alguna en ese sentido.
Ítem más, cuando la prensa busca ciudadanos que hubieran coincidido en ese
centro hospitalario con el pobre señor Peña, éstos
manifiestan que a ellos o a sus familiares no les faltaron jamás las mantas a las que se refiere Candelita,
ni el agua tampoco, entonces el cabreo se hace presente y empieza uno a jurar
en arameo antiguo.
Pero si resulta que uno tiene la mala fortuna de pensar que
este esperpento pudiera tener alguna doblez más, reflexiona un poco y se da
cuenta que cuando el pobre padre de Candela Peña falleció, sin manta ni agua, resulta que gobernaba, bueno lo de
gobernar es un decir ustedes ya me entienden, el de la ceja, coleguita del alma
de Candela y en Cataluña administraban la sanidad pública los del PSC, ya es
cuando a uno le entran ganas de no ir jamás
a ver una película española aunque por equivocación les salga buena y no esté
salpicada de mensajes progres, ni tienda
al adoctrinamiento.
Y dirán ustedes, hombre tampoco hay que ponerse así, pues sí
hay que ponerse así, porque lo de Candela, fue sólo una parte de la candela
progre que se le dio al ministro Wert allí presente. Si hablamos de hipocresía,
qué decir de mi admirada Maribel Verdú, la que tras ganarse los jurdós
extraordinariamente bien vendiendo hipotecas, ahora resulta que aborrece de lo
que le dio de comer y abomina de ellas, pero eso sí, la pasta a la buchaca, que
con las cosas de comer no se juega.
¿Qué tendrá que decir
ella de cómo se vendieron las hipotecas, si se ganó la vida enredando a probables desahuciados
con su trabajo? O el pobre Bardem que está que no vive, defendiendo la sanidad pública y
advirtiendo de su desaparición, un progre millonario que cuando le tocó se buscó el hospital
más caro, elitista y glamuroso en los USA para más INRI, para que le nacieran al niño.
El presidente del cotarro, afirmó muy serio que el cine es
un derecho del ciudadano y yo digo que igual tiene razón, que como lo
financiamos con nuestros impuestos pues a lo peor es cierto que tenemos algún
derecho, pero me parece que no se refería a eso, supongo que lo que hacía era
pedir más pasta, de esa que sale de nuestro bolsillo.
Sobró candela y falto vergüenza, ese sería desde mi modesto
punto de vista el mejor resumen de la Gala.
Suscribo la totalidad del articulo, mejor no se pueden decir las cosas con claridad y con mucha profundidad, mi felicitación.
ResponderEliminarJose Luis Diez
Confieso que ésta actriz me gustaba hasta esas desafortunadas declaraciones, y hablo en pasado, porque de los actores también nos vale su sentido de la vida y su humanidad, por lo cual para mí ya queda marcada para que no me gaste ni un duro más en verla. Que se vaya a los USA si no les gustan los hospitales de aquí. Bardem se lo puede contar.Todos hemos tenido familiares que se han muerto, a mi mis dos padres, y JAMÁS se me ocurrió pensar en esos pequeños detalles, que además están en su imaginación perversa de dar la nota progre, porque SON MENTIRA, cuando en esos momentos todos estamos centrados en la atención que reciben los enfermos, por parte de los médicos y las enfermeras, que seguro fueron de exquisito trato, como en todos los hospitales públicos, sin darse cuenta de que se estaba metiendo con los hospitales de la Generalitat de Catalunya, gobernados por un tripartito netamente apoyado por J L Rodriguez Zapatero, que además les dió alas a los independentistas para lo que hoy está ocurriendo aquí. Sr Candela Peña, "artisteja de la ceja", yo también reclamo de usted la poca desvergüenza, antiespañolismo, y falta de solidaridad con todos los españoles, por el daño causado, de usted y sus compañeros de profesión, en apoyar al más necio e inepto de todos los presidentes de éste país. El que ha revuelto al más puro modo socialista de Largo Caballero las raíces de la convivencia de todos los españoles, que puede acabar hasta en enfrentamiento. Váyase de éste país, Sra Candela Peña, si no le gustan los hospitales que pagamos todos los españoles con nuestros impuestos. Váyase y no nos mienta ni confunda más... ¡Váyase! Y llévese consigo a todos los artistas que votaron al de la "ceja"...
ResponderEliminarMuchas gracias José Luis, me abruma tu amabilidad. Un abrazo.
ResponderEliminarBuenos días Richi, me pasa lo mismo que describes en el mensaje. Suena duro pero el problema de este esperpento radica en lo que reza el viejo dicho: "Por el pan, baila el can". Es lo que pienso, creo que la pobre Candela, actuó mediante precio o recompensa. Un abrazo y gracias por seguirme. Saludos.
ResponderEliminarMuy bueno, señor Rives. Me encanta que varie en sus articulos. Y me encanta su tono "Perez Revertiano". Un saludo.
ResponderEliminarAlfrdo Izquierdo Esteban
El agua en los hospitales de la Seguridad Social, no solo el de Viladecans, sino en general todos los de este país, es la del grifo que te ponen dentro de una jarra pero que, depende de en que parte de la geografía española estés, es imbebible, así que si quieres agua que se pueda beber, la tienes que traer de tu casa o bien, comprarla en las máquinas del recinto a un precio prohibitivo.
ResponderEliminarEn cuanto a las mantas, está claro que una si te ponen, pero el caso es que cada persona somos de nuestro padre y de nuestra madre y, el calor corporal que cada uno de nosotros tiene es diferente, con lo que si eres de los que, como yo, sensible al frío, escucharás la replica de la enfermera de que no es bueno tanto calor y bla, bla, así que acabarás, al igual que con el agua, trayéndo la segunda y/o tercera manta de tu casa.
Buenas tardes Siete Uve, no sé que decirle pero mi experiencia es distinta a la que usted describe. Aunque desde luego si lo que le sucedió al padre de esa señora es denunciable ahora, supongo que más lo sería cuando sucedió. Entonces calló y ahora habla. ?Tiene algo que ver que en aquellos tiempos gobernaba ZP y el silencio le favorecía? No lo sé pero francamente me suena muy mal.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario y la lectura... que le supongo. Un saludo.
Buenas tardes Alfredo, agradecerle su amable apreciación sobre la bondad del artículo, lo del tono "Perez Revertiano" me supera, pero me resulta muy agradable de leer. Saludos y gracias por su comentario.
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