La eliminación del Gobierno
El PP denuncia la violencia de la izquierda |
Hace bien poco tiempo denunciaba aquí mismo el crecimiento del
nivel de violencia aplicada a la vida política en el seno de la sociedad
española. La izquierda de este país está dispuesta a emplear cualquier
procedimiento, entre ellos la violencia, para conseguir eliminar a este
gobierno y conseguir a través de ese atajo volver al poder que perdieron en las
urnas.
Habrá quién no quiera ver que somos las víctimas de un
experimento social que se está produciendo desde antes de las elecciones y que
no es espontáneo como se pretende vender a los ciudadanos españoles de buena fe,
que sin duda somos mayoría, al menos hasta ahora.
Conviene recordar aunque sea a grandes rasgos quiénes forman
en ese término difuso que conocemos genéricamente como “la izquierda”. Podemos
dividirla en varios bloques, por una parte el político y ahí estarían las
fuerzas de la zurda con representación
en el Parlamento, por otro lado los sindicatos UGT y CC.OO,
declaradamente de izquierdas. En otro grupo formarían las fuerzas antisistema ejercientes primarios de la violencia. Obligatoriamente hay que incluir en esta clasificación de urgencia a los medios
de comunicación – creadores de opinión – que trabajan denodadamente en favor de
la izquierda política, para finalmente contemplar el bloque más importante
en el que estarían los ciudadanos que aceptan como verdad revelada todas o casi
todas las cuestiones que se propongan desde “la izquierda” y que se inclinan
por justificarlas y apoyarlas.
No es que sea esta clasificación una maravilla en lo
sociológico o lo político, pero creo que nos puede valer para estudiar cómo la
izquierda se agrupa y maniobra para alcanzar su objetivo principal, derribar al
gobierno sin que para ello medien las urnas y liquidar el concepto fundamental
de la soberanía popular sin demasiada resistencia.
Antes de las elecciones lo advirtieron. Desde la sutil
definición de lo que iba a suceder de Bono, que afirmaba que el PP iba a
necesitar al PSOE tras las elecciones para que ese apoyo evitara que “la calle
se incendiara”, pasando por la amenaza, cumplida por cierto, de los sindicatos
de que se echarían a la calle en apoyo
de las tesis del PSOE e IU, pasando por la advertencia sin matices, tan propia
de IU que anunciaba que tras las elecciones pondrían a su gente en la calle
para combatir al gobierno que saliera de las urnas.
Ahora la realidad nos dice que el nivel de violencia ha
subido cuantitativa y cualitativamente. Primero fueron los “apartidistas” indignados del 15 M,
la ocupación de las calles y plazas, el “no nos representan”, la lucha contra
el Congreso de los Diputados. Después los miles de huelgas provocadas por esos
sindicatos de clase dirigidos por millonarios, algunos de los cuales ha vivido
de la teta del presupuesto toda la vida; las manifestaciones ciudadanas con la
feroz intervención de los antisistema; el
experimento, parece que fracasado, de una variación del 15 M que se llamó “la
primavera valenciana”, ahora los escraches y mañana lo que la izquierda
proponga. Conviene no olvidar la decisiva intervención de muchos medios de comunicación
empeñados en negar la violencia de un lado, la de los justos y benéficos
ciudadanos que insultaban, mordían o apedreaban a los antidisturbios, mientras
se exponía una visión parcial de la ejercida por la policía.
Hemos asistido a una cuidadosa gradación del ejercicio de la
algarada, disfrazada de legítima reacción de un pueblo indignado, de la
protesta, justificada o no, que irremediablemente terminaba en disturbios y
agresiones, de la reivindicación de soluciones imposibles si se tiene en cuenta
cuál es nuestra realidad económica, etc., etc.
Desde antes de las elecciones la sociedad española es
víctima de un experimento que se propone anestesiar la sensibilidad social,
mediante la aplicación de la violencia en dosis homeopáticas. El esfuerzo
llevado a cabo para pretender la ilegitimidad de un gobierno nacido de las
urnas o la falta de legitimación democrática de sus acciones; el empleo del
lenguaje violento en las RR.SS; la dosificación del uso de la violencia
física en las calles, el discurso cada día más sectario y demagógico que se produce
desde los medios afines, justificando el uso de la violencia originada por la “legítima”
indignación popular, acción paralela a la que llevan a cabo los dirigentes
sindicales y políticos, etc., etc., todas estas cuestiones y otras muchas
persiguen sólo una finalidad: Preparar a la sociedad española para que, inerme,
asista mansamente a la aplicación contundente de la violencia de verdad cuando desde
la dirección política de la izquierda se estime necesaria.
De la advertencia amenazadora hemos pasado a la
amenaza pura y dura. O se van o los
echamos, dijo tan tranquilo Llamazares. Habrá
que tirarles con la escopeta, afirmaba un pacífico parlamentario de
Compromís. La calle nos dará lo que las
urnas nos negaron, decía el
democrático Cayo Lara. Los ciudadanos
son como perros, ahora ladran pero ya morderán, rebuzna el fascistoide Verstrynge, amigo de la violencia ejercida
ayer desde la extrema derecha y hoy en la extrema izquierda.
Habrá gente que no me crea. La sociedad española vive un
estadio muy peligroso, estamos – sálvese el que pueda – inmersos en una
situación de la que preferimos no saber demasiado. Hasta ayer era el propio
gobierno o el PP los que no se habían atrevido a denunciar la situación. Sin embargo
ayer el Vicesecretario de Organización de los populares denunciaba que la
violencia se utilizaba con la única finalidad de acabar con el gobierno y que a la izquierda era eso lo que le importaba y no las supuestas reivindicaciones populares.
Decía Bertolt Brecht que: Primero se llevaron a los comunistas, pero a mí no me importó porque yo
no lo era; enseguida se llevaron a unos obreros, pero a mí no me importó porque
yo tampoco lo era, después detuvieron a los sindicalistas, pero a mí no me
importó porque yo no soy sindicalista; luego apresaron a unos curas, pero como
yo no soy religioso, tampoco me importó; ahora me llevan a mí, pero ya es
demasiado tarde, no queda nadie que pueda protestar. Este es un pensamiento
que de siempre ha utilizado la izquierda, pero que hoy define muy bien que es
lo que les puede suceder a los ciudadanos españoles.
Brecht denunciaba la
violencia nazi, por lo tanto el pensamiento es perfectamente aplicable hoy
en esta España, ante la violencia fascista que utiliza la izquierda para tomar
el poder. No lo digo yo, lo dicen ellos sin rubor alguno.
Nihil novum sub solem … bueno quizás no. Parece que los del
PP empiezan a espabilar, más nos vale.
menuda santa de sandeces, el 15 M empezo con zapatero de presidnte, no mientas y que vallan a la casa de un politico lo llamas violencia? violencia es lo que esta haciendo el gobierno que en primer lugar gano las elecciones engañando al pueblo y una vez ganadas pisoteo a quien les voto eso amigo es una verguenza y una agresion en toda regla, que pongan elecciones anticipadas aver si ganan otra vez porque mi voto que consiguieron engañandome ya no lo tienen y ademas no quiero un presidente que ara ablar con el pueblo tiene que ser en su sede y con los suyos, los demas a conformarnos viendolo en un plasma, que verguenza de democracia
ResponderEliminarEstimado anónimo, quizás sean una sarta de sandeces pero me parece que tienes un serio problema de comprensión lectora, porque yo advierto que todo empezó antes de las elecciones. Si un grupo numeroso de ciudadanos fueran a tu casa y te llamaran asesino, hijo de puta y otras lindezas, aporrearan tu puerta, empapelaran los alrededores, etc, ¿no te parecería violencia? Lo del engaño y el pisoteo está muy bien como latiguillo mitinero, pero el PP ganó las elecciones porque consiguió la mayoría absoluta. Saludos amigo y a esperar al final de la legislatura, eso es lo democrático, guste o no guste, que en eso estoy de acuerdo, el gobierno está legitimado.
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