La crisis económica y... la moral
Tenía previsto comentar para hoy el debate del estado de la
nacionalidad canaria que estos días se ha llevado a cabo en nuestro Parlamento
Autonómico. Lo del tema a tratar he de reconocer que es un asunto que me
preocupa siempre y a veces me da problemas, pensé que el debate me iba a dar asunto
para hoy; pero tras tragarme el bodrio, no creo que haya demasiado sobre lo que
hablar.
Otra vez, lo único que ha sobresalido en el debate y las
intervenciones de unos y otros es la falta absoluta de calado social, político
e intelectual de tirios y troyanos. Otra vez la mendacidad, la manipulación y
la falta de una postura clara y coherente en los asuntos verdaderamente
importantes ha marcado el transcurso de un debate estéril y vacío de contenido,
en el que todos los partidos con representación en la cámara han sacrificado el
interés general y la necesaria búsqueda de soluciones a los problemas de los
ciudadanos, en el altar del electoralismo más repugnante y en las capillitas del
oportunismo político y de la defensa a
ultranza del bienestar de esa casta que en lugar de buscar solución al paro, al
fracaso escolar, al colapso de la sanidad pública, a la insularidad, al transporte, a la
dependencia, etc., etc., se han dedicado a superar el trámite de puntillas, en
una repugnante faena de aliño que avergonzaría a cualquiera.
Es muy cierto que vivimos en una crisis económica que hace
muy difícil nuestra existencia, pero en este proceso de empobrecimiento de los
ciudadanos y de nuestra sociedad, además de los factores económicos,
intervienen otros, que de no ser solucionados evitarán o harán muy difícil que
salgamos de este pozo en el que hoy por hoy nos encontramos.
Uno de los factores principales que nos ha llevado hasta
aquí, por mucho interés que haya en ocultarlo, es la brutal crisis de valores
que sufrimos. Habrá quien me diga que mejor poner primero en marcha las medidas
que nos lleven a crecer económicamente y a producir empleo y que una vez puesta
solución al paro ya hablaremos de cuestiones éticas.
Creo que se equivocan, nuestro crecimiento económico viene
lastrado por cuestiones de tipo económico, financiero y laboral, pero las
medidas que se pueden adoptar para cambiar esta situación, mal pueden funcionar
en un entorno presidido por la
corrupción, la pérdida de valores éticos fundamentales, el cohecho, la mentira
y la rapacidad de una clase dirigente que se dedica a lo suyo sin que los
ciudadanos y el servicio público les preocupen lo más mínimo.
El debate de marras ha cortado de raíz las poquitas
esperanzas que me quedaban. Tenemos que cambiar y hay que hacerlo desde una
sólida base moral, no hay otra. Ante la desidia de la casta política se
producen reacciones violentas que muchos se empeñan en justificar. Hay quienes
han decidido emprender el camino que conduce a la revolución. Así lo
manifiestan en los medios de comunicación y las
redes sociales ellos; lo dicen ellos, no yo, eso que conste.
En España somos especialistas en guerras civiles,
probablemente es lo único que como nación se nos da bien. Llevamos a nuestras
espaldas y sobre nuestras conciencias tres guerras civiles en el siglo XIX, las
guerras carlistas. Otra, terrible, sangrienta, atroz, la de 1936, de la que
todavía sufrimos algunas consecuencias que parecen indelebles. Esas
experiencias, todas ellas, nos aconsejan prudencia en la utilización de
procedimientos violentos.
El sistema que tenemos ha costado centenares de miles de
muertos, sufrimientos terribles para muchos y sangre derramada como para
ahogarnos a todos, no podemos abandonar un sistema que nos sacó de la dictadura.
Es que no funciona, dicen muchos; es cierto, pero no funciona, porque no se
aplica.
El respeto a la Constitución, el imperio de la ley y el
estado de derecho no existen, no vivimos en el sistema que nos dimos los
españoles sino que lo hacemos en la desgraciada caricatura del mismo.
Mal puede funcionar un sistema cuya norma fundamental es
ignorada una y otra vez, de manera consciente, por nuestros dirigentes.
Respetemos el sistema y trabajemos para
que los políticos sean de una vez auténticos servidores públicos. Si no lo
hacemos seguiremos asistiendo, aquí y en el resto de España, a esperpentos como
el que hemos sufrido en Canarias esta semana.
Nos jugamos mucho, la intemperancia y la visceralidad nos pueden
llevar por el camino equivocado. Hay que plantar cara a la injusticia con la
que se producen muchos de nuestros dirigentes pero con las herramientas que nos
proporciona nuestro estado de derecho.
Hay que llevar a cabo una regeneración política y moral, creo que resulta imprescindible y sé que es
muy difícil, pero tenemos que hacerlo obligatoriamente. Todo lo demás nos lleva
a la nada.
Es verdad todo lo que dices, y por supuesto trasladable al gobierno de la nación, es vergonzoso oirles, no dicen mas que mentiras que luego no llevan a cabo y van a lo suyo, nunca se preocupan de lo que sufre el pueblo. Enhorabuena.
ResponderEliminarBuenos días Encarna, muchas gracias por tu comentario. Agradezco también tu enhorabuena.
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