Agrupación Táctica "Espere" (Cuarta entrega)
Krusevo un paisaje idílico |
Mientras me encaminaba hacia la casa en la que ya habían
entrado todos los croatas, excepción hecha del manco que me esperaba en la
puerta con Hidalgo y el pobre al que
casi nos llevamos puesto hacía un rato, que seguía al cuidado de la barrera; no
pude por menos que recordar el mal rato que habíamos pasado. Por muy
profesional que uno sea cuando pides algo urgente por la radio ante una
situación peligrosa y al otro lado te dicen “espere”, no esperas, desesperas,
que se parece pero no es lo mismo ni de lejos.
Y eso es lo que había sucedido a pesar de saber
perfectamente que ese “espere” es una voz tipo en transmisiones, que simplemente
significa que el que está a la escucha no puede solucionarte el asunto y debe
pasar el mensaje hacia más arriba para que allí dispongan lo más conveniente, eso es así y
todos lo sabemos, pero cuando la situación se pone negra y las cosas se salen
de madre y escuchas lo del “espera”, se te caen los palos del sombrajo y sientes como si el mundo al completo se
hubiera confabulado contra ti.
Y si la llamada pidiendo árnica urgente se produce de noche,
cuando la gente duerme como es lo normal, las cosas tienden a ralentizarse
todavía más. Porque hay decisiones que no puede tomar el que está de servicio esa noche y hay que ir a despertar
a alguien, explicar lo que sucede, tomar una decisión y eso consume mucho
tiempo. Por eso cuando tú mandas el mensaje
con la urgencia que la situación demanda, como fue nuestro caso, el soldadito
de transmisiones no puede hacer otra que decirte - comprendiendo perfectamente
el mal rato que estás pasando y el que te queda por pasar - “espere”.
Al diablo el “espere” pensé y al diablo el HOS y la madre
que los parió, aquello se había solucionado y ahora tocaba ver si le ablandábamos
el corazón a la alegre pandilla de compadres de Krusevo y nos dejaban pasar hacia Mostar. No tenía
muchas esperanzas, pero teniendo presente
que llevábamos desde la mañana tascando el freno ante la mitad de los
check points de Bosnia sin poder pasar, me parecía que nuestra situación había
mejorado ostensiblemente. No es lo mismo estar esperando, asado al sol por la
mañana y pelado de frío por la noche a
que te digan si pasas o no, que hacerlo a cubierto de las inclemencias, sentado
y tomando café.
Así que cuando llegué al umbral, empujé ligeramente con la
palma de mi mano la espalda del jefe del control que nos guio al interior de la
vivienda. Cruzamos un vestíbulo que estaba prácticamente a oscuras. Nuestro
nuevo amigo siguió hasta el fondo de la pieza y con la mano sana abrió la
puerta que daba a lo que supuse habría sido el salón de una casa de gente de
posibles, en la que nos esperaban, sentados en una abundantísima colección de
sillones, de distintos estilos y tamaños que seguro habían rapiñado de todas
las habitaciones de la casa, el resto de la guarnición del control que nos
miraban con actitud expectante.
Me detuve en el umbral de la puerta y los observé en silencio,
resultaba difícil comprender cómo esos ciudadanos vestidos de militar,
tranquilos y con aspecto de no haber roto un plato en su puñetera vida, hacía
apenas unos minutos estaban entusiasmados con la idea de hacernos literalmente
picadillo, me encogí de hombros y pensé que no valía la pena hacer filosofía,
los tíos aquellos habían recobrado la razón y esperaba que la situación resultara duradera.
Me sentaron en un sillón de los más grandes y mejor
conservados y a mi izquierda se sentó Hidalgo. Por una puerta del fondo
apareció uno de los soldados del HVO que traía en una bandeja inmensa, café y
una jarra de zumo de naranja. Lo miré y me extrañó que bajara la vista, lo
volví a mirar con más atención y me sobresalté. El cabrón que me había metido la bocacha en el pescuezo hacía
menos de diez minutos hacía ahora de camarero. Estaba seguro que era él,
porque era el único que lucía bigote y de ese detalle, no me pregunten por qué, me acordaba perfectamente.
El jefe del control se había sentado enfrente y nos observaba mientras nos servían el café, que estaba hecho al estilo turco y el zumo
de las naranjas sanguinas propias de la zona. Esperé a que tomara su taza y bebiera de la infusión antes de probar mi café,
estaba bueno pero muy dulce y yo lo tomo amargo, aunque no era cuestión de comenzar
a hacer peticiones. La normalidad que reinaba se me antojaba tan frágil como un
cristal y no era cuestión de buscar
complicaciones por nimias que pudieran parecer. No sé de dónde, pero como por
arte de magia aparecieron dos o tres botellas de rakia. Hidalgo me miró
interrogante cuando le ofrecieron una copa, con el índice y el dedo medio de la
mano izquierda que apoyé ostensiblemente en mi rodilla le señalé que dos copas
eran las que podía aceptar.
La juerga comenzó cuando me intentaron servir una copa y la
rehusé, me abuchearon mientras que riendo me decían que era musulmán. Como no
era la primera vez que me pasaba, ya fuera con croatas o con musulmanes, que
puedo certificar soplaban rakia como cosacos, dije que era abstemio y poco a
poco las risas cesaron, aunque sabía que había perdido algunos puntos en su
consideración.
La iglesia de Santiago en Medjugorge |
― Hidalgo, hazme el favor y le dices al tío ese, que
necesitamos llegar a Mostar esta noche y que nos harían un gran favor si nos
dejaran pasar.
Hidalgo al que le encantaban las fiestas, se sentía
expansivo así que le recordé que debía traducir exactamente lo que yo decía.
El manco de Krusevo le dijo a Hidalgo que él no nos podía
dar permiso y luego añadió algo que me perdí.
― ¿Qué ha dicho?
― Dice que él no puede autorizarnos a pasar, pero que si es
importante para nosotros, puede llamar a Citluk y preguntar al mando croata, por
si allí acceden y dan el permiso.
― Pues dale las gracias por su buena voluntad y dile que le
agradeceríamos mucho que hiciera la gestión.
A mi espalda oí a alguien pedía permiso para entrar. Miré a
mi espalda y vi al legionario Valerón, un canarión de mi BMR. Le di el permiso
correspondiente y el legía, tal y como yo esperaba, hizo un saludo muy
legionario, acompañado de un taconazo que retumbó en la sala, miré de reojo a
los croatas que observaban el saludo muy impresionados. Me levanté y me llevé
hasta el vestíbulo al bueno de Valerón,
un tío que valía muchísimo y no sólo porque supiera saludar.
― A la orden mi teniente, el 1º Guerra me manda para decirle
que han llamado de mando y nos ordenan abandonar urgentemente la zona porque dicen
que es muy peligroso permanecer en ella.
Me alegró saber que por una vez en la vida y sin que seguramente sirviera de precedente, el
juicio del personal de Mando sobre la peligrosidad de la zona y el mío coincidiera,
lo que desde luego me parecía algo muy cercano a un milagro. Y me encantó que
casi hora y media después de mi llamada a vida o muerte, nuestros jefes se
hubieran dado por enterados que Krusevo no era lugar para cristianos, al menos
si esos cristianos llevaban casco azul. Pero mi satisfacción se esfumó de
repente, ahora las cosas habían cambiado, los que hacía un rato nos iban a
cortar la cabeza estaban encantados con nosotros y hasta iban a pedir permiso a
su jefatura para que pudiéramos pasar el control.
― Valerón, le dices al Cabo 1º Guerra que se limite a contestar:
Recibido, fin.
― Ordena alguna cosa más mi teniente ― me dijo Valerón —
Nada, le contesté.
El legía dio otro taconazo de esos de campeonato y se
despidió reglamentariamente.
Volví a entrar en la sala y pude percibir que los del HVO me
miraban entre curiosos y respetuosos, la exhibición de Valerón les debía haber
impresionado muy favorablemente. Vi cómo desde el fondo se acercaba el jefe del
control sonriendo, se sentó y le dijo a Hidalgo para que me lo trasladara que
había hablado con Citluk y que al principio le habían dicho que nadie podía
pasar, pero ante su insistencia le pusieron con el general que tenía el mando
de las unidades acuarteladas en la ciudad y le había explicado que en el
control estaba un jefe de UNPROFOR quería pasar a Mostar.
El general que debía sufrir de insomnio y debía estar harto
de contar ovejas, no se me ocurría otra explicación, le había dicho que en
media hora estaría en el control. Me entraron todos los males del mundo, cuando
el general croata, que debía ser militar profesional, llegara a la una de la
madrugada al control para verle la jeta al jefazo de UNPROFOR se iba a
encontrar con un teniente y los generales son muy parecidos independientemente de si son franceses, croatas o españoles, así que estaba seguro que el croata se
iba a coger un empute de primera categoría y eso podía complicarme lo que
parecía que iba razonablemente bien.
Tampoco podía irme, el manco no iba a dejar que lo hiciera y
lo dejara sin UNPROFOR que enseñarle a su jefe, así que visto cómo iban las
cosas pedí otro café y ya esta vez lo pedí sin azúcar, que fue de las cosas que
primero aprendí a decir en croata, si le molestaba al hijo de mala madre de la
bocacha, peor para él. La media hora larga que tardó en llegar el general, pasó
rápidamente en un ambiente de camaradería tan sorprendente como surrealista. El
consumo de rakia por parte de los croatas les impulsaba a ser amistosos y
habíamos llegado al estadio en que los tipos se interesaban por saber cómo se
llamaba el sexo de la mujer en castellano y otras cosas del mismo estilo. Vamos
un fuego de campamento algo alcohólico y con los boy scouts más bien talluditos, pero muy agradable, al menos para ellos
que estaban encantados.
Oí ruido de gente en el vestíbulo y me levanté a la vez que
lo hacía el jefe del control, pude ver como entraba un uniformado, con el escaso pelo que le quedaba muy peinado hacia atrás y todavía húmedo, alto, delgado, con
el uniforme muy bien planchado y con unos zapatos de cuero relucientes. Ese era
el general croata, seguro.
Se detuvo en la puerta para darle la mano al manco, me
miró, le preguntó algo, puso cara de mosqueo, habló algo más con él. Después se adelantó y flemático
me dio la mano, me presenté en castellano y el general le preguntó en inglés
a Hidalgo que rango tenía yo. Le contesté en croata que teniente, me miró,
aspiró profundamente, se sentó en el sillón que hasta ese momento había ocupado
Hidalgo y me hizo señas de que me sentara a su lado.
Me contó a través de Hidalgo, mientras bebía un vaso de zumo
de naranja, que había ocurrido un malentendido con mi rango. Estuvo hablando
conmigo un rato, de las cosas de las que
hablan todos los generales de este mundo con los tenientes, aunque esta vez con
sargento interpuesto y al cabo de un rato se levantó, sonrió y me dijo que esta
noche no podría pasar, pero que si mañana por la mañana sentía el mismo interés
por ir a Mostar, me dejarían cruzar el check point.
Se despidió de su gente y salió. Vi al 1º Guerra haciéndome
señas, me acerqué hasta el BMR. ― Mi teniente en Medjugorge tienen un mosqueo del quince,
hace diez minutos nos han ordenado abandonar inmediatamente la zona y
dirigirnos al cuartel general, parece que vamos a hacer noche allí.
― Bueno diles que en veinte minutos estaremos allí.
Me dirigí a la casa, en la puerta me esperaba el manco, al
que no parecía que el general le hubiera dado el repaso que yo esparaba. A través de Hidalgo me
preguntó si todo iba bien, le contesté que
sí, aunque tenía que irme inmediatamente a Medjugorge donde me reclamaban con
urgencia, pero que mañana volvería para que me dejaran pasar a Mostar. Me dijo
que efectivamente el general había ordenado que cuando llegáramos al control a
la mañana siguiente, llamaran a Citluk y entonces se autorizaría el paso.
Le di las gracias, aunque casi me atraganto al hacerlo,
arrastré a Hidalgo que estaba encantado y le apetecía quedarse un rato más, le
ordené que montara en su vehículo y yo hice lo propio en el mío. Ordené que
pusieran los motores en marcha y les comuniqué nuestro destino. Hablé con el
Mercurio para que comunicara que estábamos en marcha.
En menos de los veinte minutos estábamos en la puerta del
Cuartel General, éste ocupaba las instalaciones de unos bungalows turísticos y
la verdad es que estaba muy bien aunque peor estaba el humor de quiénes nos
estaban esperando, que estaban muy molestos por la hora que era, entre pitos y
flautas pasaban de las dos de la mañana.
Me dijeron que nos iban a llevar hasta el lugar onde nos alojarían, dejé a la gente en las
buenas manos de los jefes de pelotón, advertí que saldríamos a las seis de la mañana
si no había contraorden y me acerqué a mando a contar lo que había sucedido. Suponía
que además del día de perros que había tenido y la mala experiencia en el check
point, ahora me tocaba que me lavaran la cara un rato.
Tampoco es que estuviera preocupado, al fin y al cabo así
es la vida y tampoco merece la pena buscarle más vueltas al asunto o entretenerse en averiguar si el gato tiene los tres pies del dicho. Lo que tiene que suceder, sucede y hay que tomárselo con calma.
Y hasta aquí puedo leer, mañana sabrán ustedes si por fin
nos dejaron pasar por Krusevo. Eso suponiendo que todavía les queden ganas de
seguir con la lectura, lo que ya es suponer.
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