Agrupación Táctica "Espere" (Primera entrega)
La zona de Krusevo |
Reza el viejo Romance del Prisionero, Que por
mayo era, por mayo, cuando hace la calor. Y así era, estábamos en el mes de mayo y en Bosnia hacía un calor de mil pares de
diablos que nos anunciaba un verano tórrido en el que íbamos a sudar tinta
china y no sólo por las circunstancias atmosféricas. Aunque al contrario que el
protagonista del romance no estábamos prisioneros y nadie o casi nadie lloraba
por un amor perdido, sobre todo porque el que de los nuestros viviera esa
triste circunstancia tendría muy poco tiempo para hacerlo, que eso de los
disparos y las explosiones de las granadas tiene un efecto casi narcótico para los pesares
personales, que no todo iba a ser negativo en esa experiencia.
Como les decía, los miembros de la Cía. Austria de la AGT
Canarias andábamos o más bien, intentábamos andar a lo nuestro en aquella Bosnia
del año 1993. La situación en Mostar se estaba deteriorando rápidamente y más
al norte, en Jablanica, ocurría prácticamente lo mismo. Estábamos empeñados en
mantener la paz en la ciudad y nuestra actividad se había duplicado mientars los
políticos de la zona habían creado una Comisión Mixta, en la que participaban
musulmanes y croatas que supuestamente pretendían mantener la paz y el alto el
fuego en Mostar mediante interminables reuniones que degeneraban en violentas
discusiones y conatos de agresiones que nosotros evitábamos como podíamos.
La
cosa se estaba poniendo más peligrosa a cada día que pasaba. Los legionarios,
bueno los legionarios, los jefes de pelotón y los de sección estábamos muy fatigados,
no hay motivo para negarlo. Hacía mucho calor, dormíamos tres o cuatro horas
diarias de promedio; vivíamos prácticamente en un BMR lo que no resultaba nada
cómodo, se comía a salto de mata, de vez en cuando un hijo de mala madre te
encañonaba, insultaba o amenazaba y durante
las patrullas comenzaban a abundar los disparos sobre los BMR. La tensión subía
a cada minuto que pasaba y sin embargo nuestro problema no eran las
incomodidades, ni el peligro, lo que nos tenía realmente preocupados era ver
como minuto a minuto, aquel alto el fuego que habíamos conseguido imponer casi
milagrosamente el 20 de abril, se nos iba de las manos.
No lo sabíamos pero se estaban produciendo los movimientos previos
al enfrentamiento brutal y sangriento que iba a estallar en Mostar. Una
situación de la que, a riesgo de parecer mal pensado, siempre sospeché que
tenía el visto bueno de las potencias que intervenían activamente en el
conflicto, aunque lo hicieran de manera discreta o indirecta. Estoy seguro,
visto lo que sucedió, que alguien instalado
muy arriba en la cúpula del poder, sólo o en compañía de otros, había llegado a
un acuerdo con los croatas y éstos tenían bula para intentar liquidar a los
musulmanes de Mostar, aunque se les hubiera impuesto un plazo para ello.
Esa era nuestra situación. El mando de la AGT Canarias utilizaba tenaz e incansablemente a sus unidades subordinadas, buscando la manera controlar en la medida de lo posible, el inestable alto el fuego conseguido a nuestra llegada y el coronel Morales personalmente presionaba a los jefes militares de los contendientes para que disminuyeran su nivel de agresividad. Pero las autoridades croatas habían decidido ya que no querían testigos molestos y estaban decididos a impedir nuestra presencia en la ciudad al precio que hiciera falta.
Así
que aquel 9 de mayo de 1993, estábamos en Dracevo preparándonos para salir de
misión hacia Mostar. Por si había algún despistado que no se hubiera enterado
de que irremisiblemente pintaban bastos, el teniente coronel Alonso Marcili,
jefe del GT Colón, había decidido tomar el mando de la columna, lo que sólo
podía significar una cosa: La cosa no iba nada bien.
Cualquiera que lleve nada más que
dos días en La Legión sabe perfectamente que si el jefe da un paso al frente es
porque la situación pinta francamente mal. Conociendo a Alonso no me extrañaba
su decisión, el TCol. llevaba prácticamente toda su vida mandando legionarios,
así que sabía perfectamente lo que convenía hacer.
Eso
de que el jefe quiera compartir los riesgos con sus subordinados es algo que siempre
se recibe muy bien, que cuando las cosas se ponen negras, pero negras de
verdad, uno tiende a aferrarse a los aspectos positivos que la vida le ofrece, por nimios que éstos sean,
entre los que se encuentra en lugar muy principal el que tu jefe decida de motu
proprio, compartir contigo lo que tenga que venir, por malo que sea ello.
La
columna que se estaba alistando y
esperando la confirmación de que no habría problemas por parte del HVO para que
circulara hasta Mostar, estaba compuesta por el blindado de mando del GT Colón, el BMR de mando de la Cía. Austria, dos
blindados del pelotón de morteros medios de mi compañía al mando del sargento
Hidalgo, tres de mi sección, otros tres
de una sección agregada de la Cía. Alba más el Mercurio de transmisiones y la
ambulancia.
Me
acerqué hasta los vehículos de mi sección y me interesé en saber si todo el mundo había desayunado y sobre todo, si todos se encontraban bien de salud.
Sabía de la buena voluntad de mis legionarios que eran tíos muy bragados, pero
no quería a ninguno que tuviera fiebre o diarrea en una misión que se podía complicar y
alargar. Nadie iba a pensar mal de aquél que, aquejado del “mal de Dracevo”, un
síndrome gastrointestinal de etiología desconocida que nos llevaba por la calle
de la amargura, se quedara en el destacamento. Pero como los conocía, me
aseguré; que a veces la vergüenza torera y la honrilla hay que guardársela y si hay que darse de baja, se hace y aquí
paz y más allá gloria celestial.
Francotiradores del HVO |
Todos
estaban bien, les dije que embarcaran en los blindados y que aprovecharan la espera para
echar una cabezada hasta que saliéramos, que igual después no iban a poder
hacerlo. Recomendé a los jefes de pelotón que estuvieran atentos porque estaba convencido de que el
capitán iba a ordenar formar al costado de los BMR para dar la
novedad al TCol. y no quería numeritos raros.
Dejé
a Ávila a cargo de todo y me acerqué hasta mando Bandera, donde seguro que
conseguía alguna información y ya de paso un café. Pedí permiso al teniente
coronel para entrar, me dijo que pasara, entré y saludé. Allí se encontraban además de los
mandos de la PLMM, mi capitán y el teniente de la Cía Alba.
Pregunté
a Romero si ya nos habían dado el nihil obstat los del HVO.
― En
eso andan liados en Medjugorje, aunque me parece que va para largo ― me
contestó.
Miré
a mi alrededor y no vi ninguna cafetera. Me extrañó, un puesto de mando de La
Legión sin una cafetera echando humo es una cosa rarísima ― Con su permiso mi
capitán, voy a ver si el brigada Málaga tiene algo de café.
No
me dio tiempo a salir, un legionario entraba en ese mismo momento con un termo
grande de café y en una mesa auxiliar estaban las tazas, cucharillas y el
azucarero. Esperé prudentemente a que me llegara el turno que por mi rango que
correspondía y me serví una taza que apuré inmediatamente a pesar de que el
café abrasaba. Estaba muy bueno, así que en cuanto se sirvió el teniente de la
Alba que era el más moderno, me puse otra.
El
teniente coronel Alonso, nos dijo que nos sentáramos hasta que la AGT nos diera
luz verde. Procuraba parecer distendido, pero me pareció que estaba medio mosca,
seguramente desde la AGT le habrían advertido que los del HVO estaba jugando a
retrasar nuestra salida.
Pensé que si había que esperar, esperaría. Sentado en la PLMM, a cubierto del sol
y con un café en la mano me parecía una
situación casi apetecible. No estaba mal un ratito de calma, antes de meternos
de lleno en el berenjenal que se nos avecinaba, porque si no nos habían dado
luz verde ya, es que había jaleo y eso lo íbamos a pagar a lo largo de esa
carretera que ya conocía tan bien.
No éramos los únicos españoles. Voluntarios catalanes del HOS |
Fue
pasando el tiempo y fueron cayendo tazas de café, cigarrillos y charla
distendida. A la puerta de Mando ví a Ávila que hacía porque yo lo viera. Me excusé con un murmullo y salí.
El Sgto. 1º quería saber si podía autorizar a la tropa para que fueran a
orinar. Le dije que sí, que fueran y se dieran prisa porque pasaban de las once
de la mañana y teníamos que estar a punto de salir.
Volví
a entrar en el barracón de Mando y sobre las 11,30 horas el teniente coronel
ordenó que fuéramos hasta nuestros vehículos, pusiéramos los motores en marcha
y comprobáramos las transmisiones. Él iría en cabeza, detrás el vehículo de
mando de la Austria, el pelotón de MM, el Mercurio, la ambulancia, mi sección y
cerrando la marcha la sección de la Cía Alba.
Salimos
de allí y llegué hasta mi sección, al pie de mi BMR estaban los tres mandos de
pelotón. Me dieron la novedad, todos estaban listos y el equipo preparado,
ordené motores en marcha y comprobación
de transmisiones, poco a poco la frecuencia que parecía un guirigay se fue normalizando y el Mercurio
recibió las novedades que ellos se encargarían de transmitir al Tcol; todo
funcionaba sin problemas, incluidas las transmisiones de la ambulancia, lo que
podía considerarse un milagro.
Vi
al teniente coronel como subía a su vehículo, no distinguí quien lo acompañaba,
aunque me dio la impresión de que era el capitán Armada. El BMR se puso en
marcha y entró en la pista en la que estábamos todos aparcados esperando. Oí
que por la radio se nos ordenaba de frente en columna de a uno y poco a poco
los blindados fueron descendiendo por la
cuesta en dirección a la carretera que nos llevaría a Mostar.
Me
relajé, eso de llevar delante al jefe, relaja mucho, la responsabilidad es suya
y uno se limita a obedecer órdenes, que muchas veces obedecer resulta más sencillo que
mandar. Miré hacia mi izquierda, Guerra me estaba diciendo algo. Levanté un
poco el auricular del casco de trasmisiones y lo oí bastante mejor.
― ¿Hay problemas mi teniente?.
― No
tengo idea, pero salimos con mucho retraso y eso no dice nada bueno. Aunque si
en Citomislici - donde había un check point de una hijoputez sobresaliente - no
nos lían la pajarraca, es que todo va bien.
Me
equivocaba de plano, fue llegar a Caplina, apenas a cinco kilómetros de Dracevo
y nos pararon en el check point. La receta fue de dos horas, dos horas a pleno
sol mientras los del HVO iban inventando excusas. Al final - todo tiene un
final - nos dejaron pasar. Si soy sincero me hubiera jugado la vida y la
hubiera perdido, a que a partir de ese momento íbamos directos hasta Mostar.
En
Citomislici, nuestros amigos de siempre nos hicieron esperar otra horita más, que en lo de joder la paciencia estos del HVO eran auténticos maestros y
llegando a Buna, en las mismísimas puertas de Mostar, nos detuvieron y allí estuvimos tomando
el sol y acordándonos de la madre de los croatas del HVO hasta las 18,00 horas,
en las que nos dijeron, bueno se lo dijeron al teniente coronel, que no
podíamos pasar y que volviéramos a Dracevo, porque se combatía en Mostar y no
podían garantizar nuestra seguridad. Me imagino cómo se le puso la tensión
arterial al Tcol, pero hubo que dar la vuelta y volver al destacamento al que
llegamos a las ocho de la tarde, cansados y cabreados, pero sin novedad.
Nada
más llegar me llamó el capitán para que fuera a verle al Puesto de Mando, me
ordenó que la sección repostara con rapidez,
porque tenía que salir para intentar entrar en Mostar por la carretera
de Citluk. La idea era buscarles un hueco a los del HVO, que por la noche se
relajaban y proceder a relevar a la sección de Farnesio que se encontraba en
Mostar esperando el relevo todo el día.
Me
puse a preparar a mi gente, para salir de inmediato…
Pero
eso se lo contaré mañana. Hoy no ha habido mucha acción, pero mañana va a
sobrar, se lo aseguro.
Estoy enganchado desde la primera lectura, ahí tenía que haber estado yo también... me cago en la puñeta. Una pregunta, ¿el tal Cap. Armada, sería un TCol.. que conocí en Ronda años después , ya enfermo o un hijo suyo?
ResponderEliminarMuchas gracias mi Capitán, le ruego que no pare y nos cuente y nos haga disfrutar con sus relatos.
Un abrazo legionario
Francisco Padilla, Legionario