El alcalde de Celebici la lía (Tercera entrega)
Una preciosa vista de la zona de Celebici |
Ayer les dejaba a ustedes
cuando estábamos ya a la vista de Celebici, nos quedaban muy pocos
minutos para llegar hasta el puente de la discordia. Le pedí a Guerra que
comprobara el enlace de los 77 con el resto de la columna y que cuando acabara
ocupara su posición en la escotilla trasera del BMR; mientras el cabo 1º
llevaba a cabo su labor, ordené a la columna aminorar la marcha y dejar algo
más de distancia entre vehículos. El intérprete permanecía atento a lo que
sucedía y parecía estar tranquilo. Personalmente notaba como la adrenalina
comenzaba a invadir mi torrente sanguíneo, mis pulsaciones no se habían
acelerado, pero mi cuerpo advertía mejor que yo mismo que me enfrentaba a un
peligro inminente y se estaba preparando.
Enseguida estuvimos muy cerca del puente, extrañamente se veía
bastante gente sobrer él y entre ellos destacaba el “comité de
bienvenida” que se encontraban en la misma entrada del puente, que desde lejos nos
hacían señas para que nos detuviéramos. Me encomendé a todos los santos del
cielo, a los que rogué que no permitieran que Morales se llevara a ninguno de ellos por
delante y a través de la línea interna le indiqué lo que teníamos que hacer.
― Morales vete aflojando como si fueras a parar delante de
los tres payasos esos que están ahí delante en el centro de la carretera, acércate a ellos aminorando la
velocidad, ojo que tenemos que hacerlo muy lentamente. Tienen que creer que nos vamos a
detener y cuando llegues hasta ellos
sigues, sin acelerar, pero sigues muy despacio y te detienes unos cinco metros
más adelante. Montas el mismo numerito que si fuera uno de esos despistes tuyos
que tan famoso te han hecho en Bosnia, pero hay que hacerlo de manera que parezca
que queríamos detenernos y que nos hemos ido un poco largos accidentalmente.
Me contestó que estuviera tranquilo y efectivamente llevó la
maniobra a cabo con una perfección absoluta. Los tres bosnios que vieron que
aminorábamos la velocidad hasta casi detenernos se confiaron y cuando vieron
que el BMR se los llevaba puestos, se apartaron sobresaltados, mientras que muy
cabreados nos gritaban que nos detuviéramos, lo que hicimos cuando ya estábamos
dentro del puente. Mientras venían a la carrera hacia nosotros, oí como Guerra
ordenaba a Ascanio, nuestro tirador selecto, que estuviera al loro y vigilara
la retaguardia y la zona de la izquierda
de la carretera.
Los tres musulmanes venían como tiros, haciéndonos gestos de
que echáramos marcha atrás. Me volví y les saludé con la mano sonriendo como si
no pasara nada. Saqué mi paquete de tabaco del bolsillo y mientras ya los
teníamos prácticamente encima le ofrecí un cigarrillo al intérprete que me
miraba entre sorprendido e interrogante, pero que lo aceptó y nos pusimos a
fumar plácidamente, mientras los tres milicianos se acercaban hasta el costado
en el que me encontraba para exigirme muy excitados que saliera del puente.
Me encogí de hombros mientras les decía “jednostavno, nema
problema”, que en croata significa más o menos que tranquilos que no hay problema
y le pedí al intérprete que los llamara para que pasaran a su costado. Como insistían en darme
la bronca, saqué a relucir el poco croata que conocía y añadí, mientras me
encogía de hombros, “ne razumijem” lo que venía a decir que no les entendía.
Para reforzar la actuación les volví la espalda y me agaché un poco como si
estuviera haciendo algo dentro del vehículo.
Un carro de combate de los que se usaron en la zona |
Dos picaron y pasaron frente al BMR para hablar con el
intérprete, pero el otro se quedó pegado al costado del BMR. De inmediato
Guerra le advirtió a Ascanio de la circunstancia para que estuviera atento y lo
controlara por si la cosa se liaba. Entretanto
los bosnios le estaban metiendo una bronca del quince al intérprete. Me acerqué
al costado izquierdo de la escotilla para poderlos ver y para que me vieran,
mientras levantaba la mano pidiendo silencio.
El intérprete me advirtió que estaban muy cabreados y que
querían que retrocediéramos inmediatamente hasta salir del puente. ― Ni caso ―
dije ―diles que traigo un mensaje del jefe supremo de UNPROFOR para su alcalde
y que es urgente que hable con él. Que vayan a avisarle porque es muy
importante, insísteles en que nos manda el jefe de UNPROFOR.
Trasladó lo que yo le había dicho y escuchó a los bosnios
que contestaron rápidamente ― Que les demos el mensaje y ellos se encargarán de trasladárselo―. Me dijo
el intérprete.
Miré al traductor con fingido asombro y le dije muy
lentamente ― Diles que no saben con quién están hablando. Que los mensajes del
jefe de las fuerzas de UN, sólo se dan al interesado, así que el alcalde haga
el favor de venir urgentemente, porque lo que tengo que decirle le interesa
mucho a su jefe.
Los dos milicianos se apartaron del vehículo y en voz baja
discutieron animadamente, al final uno de ellos se dirigió hacia la salida del
puente y el otro nos dijo que iban a dar el recado a su jefe, pero que por
favor que nos retiráramos del puente.
Le contesté a través de nuestro traductor que de allí no me
movía ni un milímetro, hasta que hablara con el alcalde y que esperaría. Para
demostrar que no tenía prisa me senté en la parte exterior del vehículo sobre
la tapa de la escotilla, puse los pies en el borde delantero de la misma y me
puse a admirar el paisaje humano que podía ver sobre el puente mientras fumaba
afectando una tranquilidad que no tenía. Al bosnio le sentó el gesto como una
patada en el hígado y nos soltó una retahíla bastante larga. Yo ni miraba al
tipo, pero pregunté ― ¿Qué dice?
Prisioneros en un campo de concentración |
No sé yo si el intérprete habría leído a nuestros clásicos
del Siglo de Oro, pero me contestó con una brevedad, que irremediablemente me
recordó aquello de Baltasar Gracián de “Lo bueno, si breve, dos veces
bueno”. Se limitó a decir ― Nos insulta.
Mientras esperaba al alcalde estaba echándole un
vistazo al puente y a la gente que se veía en él. Parecía una romería, no sé
cómo serán las romerías musulmanas, pero en el puente había de todo. Sentados
en el bordillo había mujeres, niños y ancianos observando interesados el
espectáculo, en mitad de la calzada se podía ver alguna pareja compuesta de mujer joven, con bebé en brazos
y miliciano con kalashnikov, había niños corriendo a su aire, tres o cuatro
jovencitas en estado de merecer y más al
fondo pude ver cómo iba llegando gente armada. Me volví hacia mi gente y pude
ver a Ávila que nos observaba, me agaché y por el 77 le dije que todo andaba
bien, pero que había que estar atento a lo que sucediera, que ahora era cuando
podían complicarse las cosas.
Mientras esperábamos al puñetero alcalde se nos acercó de
frente un tipo vestido totalmente de negro disfrazado de sheriff de spaguetti western, con su
sombrero vaquero y su kalashnikov, que se dedicó a gritarnos y hacernos gestos para que nos fuéramos. No le pregunté qué decía al intérprete ni él consideró
necesario decírmelo, estaba tan claro que estaba repasando las supuestas
costumbres sexuales de nuestras señoras madres, que no merecía la pena saberlo.
Además y para no faltar a alguna costumbre ancestral que practicaban entusiasmados croatas y
musulmanes, me encañonaba de vez en cuando, a la vez que hacía gestos de que
nos iba a disparar.
La voz de un legía desde en interior del BMR me
advirtió que Ávila avisaba que al final del puente estaban desplegando unos
veinte milicianos, pero que no avanzaban. Por la línea interna llamé al Metralla
y le pregunté si los veía. ― Afirmativo mi teniente ― me dijo.
― Metralla, en cuanto te dé la orden de fuego quiero que me
barras del puente a esa gente que no quede ni uno, pero antes le metes
una ráfaga de 12,70 al payaso ese vestido de vaquero. Ese por lo que más quieras
que no se escape.
― Tranquilo mi teniente que el cabrón ese no se me va, que
a mí también me tiene hasta los mismísimos cojones ― me contestó el cabo
bastante más rotundo que yo.
Cabeceé mientras reprimía una sonrisa ― No es eso Metralla o
no es solo eso, si te fijas verás que el tipo debajo
de su chaleco lleva dos granadas de mano. Si se lía no quiero a un tipo con
granadas de mano tan cerca del BMR.
― Recibido mi teniente― contestó el Metralla al que repentinamente le había dado por respetar la
disciplina de transmisiones.
Combatientes bosnios atienden a una musulmana violada por el enemigo |
Más tranquilo, que estos detalles cosas consuelan mucho
aunque suenen regular, por la red de sección le pregunté a Arienza si tenía gente armada cerca de su
vehículo, me contestó que no había novedad, por allí no había aparecido
miliciano alguno y estaban tranquilos y alerta.
Hacía calor y tenía sed, eché mano de la cantimplora y se la
ofrecí al intérprete que sudaba bajo el sol y el casco azul. Sonrió y se dio un
buen par de tragos de agua, tras él bebí yo. Noté algo raro a mi espalda y al
volverme vi a Ascanio que con cara de cachondeo me hacía señas moviendo
levemente la bocacha del fusil arriba y abajo. Como vio que no me enteraba, me
señaló con la barbilla a mi costado, me asomé con precaución y allí estaba el tercero
de los musulmanes apoyado en el BMR con los ojos cerrados. O estaba meditando,
cuestión que se me hacía cuesta arriba creer o haciendo la siesta del carnero,
que la del canónigo estaba claro que no podía ser, por aquello de la falta de
sintonía religiosa.
Miré a Ascanio y le sonreí, me asomé por el costado del BMR
a la vez que daba una palmada sobre la chapa del blindaje. El pobre musulmán
dio un bote espectacular, miró a su alrededor algo desorientado y cuando se
recuperó me miró con rabia. Yo muy serio le ofrecí un cigarrillo. Fue mano de
santo, musulmán, que por eso no vamos a discutir, pero como digo fue mano de
santo, de la ira pasó a la sonrisa y se hizo con el cigarrillo a una velocidad
de vértigo y con la misma prontitud lo hizo desaparecer en un bolsillo de su
chaleco mimetizado.
Vi llegar hasta nosotros al musulmán que había ido a dar el
recado, acompañado por un tipo que no podía ser el alcalde, porque si éste era padre de un joven con edad
para combatir, el que venía no pasaba de treinta y cinco años. Se acercó hasta el costado del blindado y
saludó educadamente, siguió hablando y ahí ya me perdí, pero el tono parecía
cortés y nada amenazador.
El intérprete miró hacia mí y le dijo ― Dice que es el
segundo en el mando, que en este momento al jefe le resulta imposible venir tal
y como sería su deseo y por eso lo ha mandado a él para recoger el mensaje. Miré
al joven - que aunque educado, mirado de cerca tenía cara de malo de película,
me recordaba uno de esos oficiales malísimos de las SS, con las gafas redondas, el pelo muy corto costado al cepillo y los ojos claros - mientras decía ― Dile al gafitas que no tenemos prisa, que
tengo orden del jefe supremo de UNPROFOR de dar el mensaje personalmente al
alcalde de Celebici y eso es lo que voy a hacer ―
El intérprete asintió,
levanté la mano para indicarle que no había terminado ―. Que le diga a su jefe
que me parece una muy mala medida ignorarnos y que si tarda mucho en venir, el asunto puede pasar de las manos de UNPROFOR
a las del IV Cuerpo de Ejército de la Armija y eso no le iba a gustar a nadie. El musulmán con cara de nazi escuchó atentamente la traducción, puso mala cara, dio media
vuelta y volvió por donde había venido.
Oí a Guerra que se reía ― Los tiene usted cuadrados mi
teniente, le ha metido un ascenso al comandante Cora de no te menees, nada
menos que jefe supremo de UNPROFOR, se va a alegrar mucho cuando se entere. ― Tranquilo Guerra que jamás un ascenso aunque sea
imaginario, ha matado a alguien y además el comandante no se va a enterar de
este detalle. Lo importante es que estos se lo crean y venga el alcalde de una
vez, a ver si acabamos, que ya estoy un poco harto de aguantar al capullo ese
del sombrero vaquero a quien Dios confunda.
Guerra que era un pragmático de manual me dijo ― Coño mi
teniente si le mosquea tanto, no lo mire y ya está.
Me reí ― Tienes razón Guerra, ahora viene lo difícil,
nos toca esperar…
Estaba convencido que el presente relato iba a constar de
tres entregas, pero no he sabido hacerlo, así que mañana lo remataremos con la
cuarta entrega. Espero que a ustedes les
quede paciencia y sobre todo ganas de leer.
Buenas no se como expresarlo pero esto me a conmocionado mucho saludo espero los demás con impaciencia Sr. Rives
ResponderEliminarAnónimo, le agradezco mucho su comentario, espero que el resto de relatos le gusten igual. Saludos
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