La guardia de Jablanica (Quinta entrega)
Los contenedores dormitorios de Jablanica |
Como les contaba ayer, ahí estábamos
en el cuerpo de guardia de Jablanica algo liados, para que les voy
a engañar, liados y con cierta tensión en el ambiente. Los croatas de las
narices nos mandaban una o dos granadas con una cadencia lenta y algo
irregular para que no supiéramos exactamente cuando nos iban a
disparar. El genéfono echaba humo entre las llamadas que tenía que
hacer al refugio de Mando para dar novedades y las que me hacían los centinelas para darme
la novedad tras cada descarga, Radio Exterior de España seguía
dando la tabarra y los distintos locutores que intervenían lo hacían
en un tono alegre y despreocupado que contrastaba con lo que
estábamos viviendo.
Pero no vayan ustedes a creer que
estuviéramos sobrepasados por las circunstancias. No es que pretenda
convencerles de que el desarrollo de la guardia tuviera algo que ver
con una relajante sesión de tai chi o que me sintiera como aquella
rubia fantástica que se daba una ducha con el gel ese de los limones
salvajes del Caribe. Había cierta tensión en el aire, que cuando a
uno le dan el tratamiento que nos estaban dando los del HVO, lo suyo
es experimentar algo de incertidumbre.
Pero en este
oficio de las armas, cuando las cosas vienen mal dadas, lo que sucede
con cierta frecuencia no hay otra que aplicar aquello tan viejo, de al buen tiempo buena cara. Y eso es lo que estábamos
haciendo, no vayan a creer que ofrece demasiado consuelo, pero resulta muy útil
para mantener el buen orden y preserva divinamente la dignidad
personal de quién lo practica.
Hacía unos instantes había hablado
con mi comandante para comunicarle lo que me había trasladado el
cabo Metralla que estaba de centinela en el puesto de talleres. El
hombre estaba profundamente ofendido con los croatas, de los que
decía parecía habían elegido su zona como blanco por lo que
había recibido algún que otro impacto de metralla muy cerca de su
garita. Le pedí permiso a Cora para que el Metralla se pusiera a
cubierto en el BMR que estaba en su puesto. El comandante me dijo que
comprobara la situación y que si la cosa estaba tal y como decía el
cabo, que se protegiera.
Ahora estaba hablando con el cabo para advertirle que había mandado al cabo 1º Guerra para allí, que
anduviera con cuidado no fuera a ser que a cuenta del bombardeo le
metiera al 1º un cargador entre pecho y espalda, que de noche todos
los gatos son pardos y en momentos así todos tenemos tendencia a
tener el gatillo fácil.
Mi particular souvenir de Jablanica, con el bolígrafo para vean el tamaño |
Así que ya les digo, la situación no
estaba como para tirar cohetes pero todo el mundo guardaba la compostura y actuaba con serenidad ¿qué la procesión
iría por dentro? pues seguramente, pero eso son cosas del fuero
interno y ahí nadie puede ni debe meterse. Se lo voy a explicar que
es muy sencillo de entender. En el Tercio hay un dicho que reza que
el “taco” (miedo) es libre y que por tanto cada uno coge el que
mejor le parece. Unos cogen un puñadito y otros cogen un camión,
pero siendo libre lo del taco que cada uno pueda sentir, lo que
resulta obligatorio en La Legión es que todos se manejen con
serenidad. Supongo que estarán de acuerdo conmigo que el valiente no
es aquél que no siente miedo, sino el que teniéndolo, lo controla y
en eso estábamos.
Con el genéfono pegado a la oreja,
esperaba que Guerra me contara lo que había, oí como por el que
nos comunicaba con los centinelas Ávila le decía a alguien, espera;
percibí un barullo importante en la transmisión de Radio Exterior
de España, las voces de los locutores subieron de tono mientras
Ávila me miraba fijamente, enarcaba las cejas y sonreía. Aparté un
poco el auricular lo que me permitió escuchar mejor lo que estaban
relatando. En la lejana isla de Tenerife, un jugador chicharrero le
había metido un gol a los merengues.
Oí algo por el auricular y contesté,
Guerra me confirmó que la situación en talleres estaba como para
que el Metralla se metiera en el BMR. Le recordé que el cabo debía
poner en marcha el 77 del vehículo para estar enlazado conmigo y por
mi parte solté el genéfono y puse en marcha la emisora de radio que
allí teníamos por la que inmediatamente escuche al Metralla
comprobando el enlace, desde luego no había tardado ni tres segundos en acogerse a la seguridad del blindado, pero había sido igual de diligente para enlazar conmigo.
Le di la noticia de Tenerife al comandante que
cuando escuchó lo del gol chicha, emitió un ruido ahogado que
parecía mismamente que lo estaban estrangulando y me dio las gracias
con voz desmayada. Me imaginé el follón que iban a montar en el
refugio culés y merengues que desde luego iban a estar entretenidos
un rato.
Yo no podía hacerlo, me había
comprometido a comunicar a Espinosa las incidencias más importantes
del partido, así que le pedí a Ávila que me dejara el genéfono,
cosa que hizo de inmediato mientras sonreía con su pizca de
cachondeo. Llamé a Espinosa, que contestó con una instantaneidad
sorprendente. le dije, afectando una seriedad y pesadumbre que no
sentía, utilizando la fórmula que encabeza en el BOE los comunicados de los fallecimientos del personal militar: Espinosa tengo el penoso deber
de comunicarte que el Tenerife le acaba de meter un gol al Madrid.
Para qué fue aquello, Espinosa me
acusó de inventarme la noticia, no se la creía. Le resultaba
imposible concebir que los chichas le metieran un gol a su equipo. Le
corté el rollo, puse en su conocimiento que lo que le había contado
era lo que había y que si se ponía muy tonto, le juraba por el alma
de Bernabeu que si el Madrid empataba no se lo iba a contar. Mano de
santo, el cabo guardó silencio y se despidió reglamentariamente.
Si se esfuerzan podrán ver un carro de combate croata |
Llegó Guerra al cuerpo de guardia, me
contó que efectivamente un par de granadas habían caído muy cerca
de los talleres y que el mosqueo del Metralla, estaba más que
justificado. Comentamos con Ávila que ciertamente parecía que los
impactos hubieran estado acercándose al destacamento. La siguiente
andanada croata cayó muy cerca del cuerpo de guardia. Tan cerca que
el comandante Cora se dio cuenta de ello a pesar de estar en el
refugio y me llamó para que tomara las precauciones necesarias y que
los centinelas, si yo entendía que el peligro lo justificaba, se
protegieran en los BMR,s que al fin y a la postre se colocaban en la
cercanía inmediata de los puestos para dar protecciónal que estuviera de puesto.
El bombardeo siguió y lo cierto y
verdad es que cada vez las granadas croatas caían más cerca, unas
quedaban cortas y caían al norte y al este de nuestra posición y
otras iban largas y explosionaban muy cerca de la alambrada pero al
otro lado del Neretva, pero estaban afinando. Nosotros seguíamos a lo nuestro y
escuchábamos la radio, tampoco es que tuviéramos mucho más que
hacer. La cosa se le estaba poniendo muy bien al Barça que ganaba en
casa y a los del Madrid les habían clavado el segundo gol; para mí
la cosa futbolera pintaba muy mal tirando a peor, los pericos
palmaban en casa y los del Albacete iban ganando.
Cuando le comuniqué a Espinosa lo del
segundo gol de los chichas, descubrí con sorpresa el profundo
conocimiento que tenía el cabo del arameo antiguo. Porque las
maldiciones que soltó tenían que ser en ese idioma o quizás alguno
todavía más antiguo y exótico. Estoy convencido que si no llega a
ser por las explosiones hubiéramos podido escuchar con claridad los
lamentos y el cabreo del pobre Espinosa que sufría de tal manera a
cuenta de la derrota vikinga que lo del bombardeo de los croatas de
las narices se la traía literalmente al pairo. De tal manera que al
insistirle en que adoptara todas las precauciones para mantenerse a
cubierto, me pareció que tuvo que recapacitar para saber de que
diablos le estaba hablando.
En esas estábamos pero la situación
comenzaba a ser preocupante. Que una cosa es mantener la tranquilidad
y otra muy distinta no verlas venir y más cuando lo hacen tan de
frente como lo estaban haciendo los del HVO. Lo cierto es, que había
mandado a la gente que me quedaba en el puesto de guardia a que se
metieran en el BMR que teníamos allí para que se protegieran,
porque caía metralla en la carretera justo delante nuestro y las
posibilidades de que nos metieran un impacto directo no podían
ignorarse.
En una de mis llamadas al comandante
éste me ordenó que la guardia al completo se protegiera en los
vehículos cercanos a los puestos, le comuniqué que estábamos en
ello y le comenté que tenía dos puestos en los que no cabía la
posibilidad de buscar refugio, así que yo me quedaría con alguien en
el cuerpo de guardia para asegurar el enlace con ellos.
A cuenta del bombardeo las garitas se fortificaron así. |
El comandante me dijo que me metiera
en mi BMR, le rogué que no me lo ordenara, porque no iba a poder
cumplimentar la orden. No podía protegerme y dejar a mi gente al
descubierto. Lo cierto es que Cora evitó darme la orden de manera
formal, pero no veía claro eso de retirar dos puestos de centinela.
Mientras decidíamos si eran galgos o podencos, cayó una granada,
cerca, muy cerca; tan cerca que dejé ipso facto la silla en la que
me encontraba sentado y acuclillado me coloqué bien pegadito a los
sacos terreros y conmigo lo hicieron los tres o cuatro que por allí
estaban.
Fue definitivo, Cora me ordenó
poner a cubierto a todos los centinelas, le participé que de
cualquier novedad que se produjera tendría noticia inmediata a
través del genéfono del cuerpo de guardia, me despedí
reglamentariamente de él y ordené a los legionarios que todavía
permanecían en su garita que se acercaran al BMR más cercano y que
me comunicaran por radio que habían llegado sin novedad.
Por radio - no me hacía ni pizca de
gracia porque los dos bandos tenían nuestra frecuencias, se les
habían entregado como demostración que no teníamos nada que
ocultar - decía que por radio hablé con los vehículos para que a
pesar de estar a cubierto, tuvieran muy presente cuál era su misión
y que estuvieran muy atentos a cualquier cosa que pudiera suceder.
Salí del cuerpo de guardia, Espinosa
no había llegado todavía. Genio y figura hasta la sepultura, el
cabo venía caminando tranquilamente hacia el cuerpo de guardia, como
si la cosa no fuera con él. Supongo que pensaría que nada peor que
la derrota de su equipo le podría suceder y vista la cosa desde su
particular filosofía, si nada le podía acontecer para qué se iba a
dar una carrera.
Le pegué una
voz para que se diera prisa, me
apetecía muchísimo ponerme a cubierto en el BMR de
una puñetera vez. Conste que
el estar en el vehículo de nada nos iba a servir si nos metían un
impacto directo, pero de la metralla sí íbamos
a estar protegidos y ese era un cambio que se me antojaba muy
apetecible en ese momento.
Me acerqué hasta la puerta del
destacamento, justo al lado del puesto de centinela
tropecé con algo que estaba en
el suelo y que hizo un ruido
metálico cuando lo desplacé
con el pie. Miré y vi un trozo
de metralla. Con
precaución, la metralla quema tras la explosión, la cogí y lo
guardé de recuerdo, no me pregunten por qué, pero
la conservé hasta hoy, de hecho
la he fotografiado para ustedes.
Ya en el BMR, escuchamos al pobre
Espinosa que tenía un cabreo de no te menees, desde luego había que
reconocer que el pobre Espinosa llevaba un día fatal ¿Cómo todos?,
pues no sé que decirles, sonará muy difícil de creer pero al cabo
lo del bombardeo croata le había importado un bledo, su problema es
que había perdido el Real Madrid y para más INRI el Barça había
ganado la liga.
Pasamos el resto de la noche con cierta
tranquilidad, el bombardeo fue amainando y finalmente se detuvo. Muy
probablemente los cabrones del HVO se hubieran quedado sin munición o tenían ganas de irse a dormir. Sabían que a nosotros nos iban a
tener en vela toda la noche. En el interior del vehículo alguien me
pregunto si era cierto eso que le habían contado de que una de las armas
más precisas es el cañón de un carro de combate.
Le contesté que efectivamente era un
arma de una precisión terrible y el legionario, que los legías son
muy finos para analizar, se preguntaba cómo era posible que los
croatas no nos hubieran acertado, que en su opinión no querían
hacerlo y que simplemente querían atemorizarnos. Le contesté que a
lo mejor era así, pero teniendo presente lo cerca que habían caído
algunas de las granadas me inclinaba más por pensar que eran unos
mantas de mucho cuidado o que la posición desde la que disparaban no era la mejor
para hacer blanco en el destacamento a cuenta de la tensión de la
trayectoria.
Poco a poco, muy lentamente comenzó
a amanecer. Se aproximaba la hora del relevo, los centinelas
volvieron a sus garitas y la normalidad retornó a la guardia. Una
guardia que a ratos pareció que no iba a acabar jamás, una guardia
movida que terminaba como debieran terminar todas: Sin novedad digna
de mención.
Eso sí el amanecer no consiguió que
el Barça perdiera su condición de campeón de Liga ni que el
Español permaneciera en primera ¡qué se le va a hacer!.
Aquí acaba esta historia, la semana que viene una nueva si es que les quedan ganas de aguantarme.
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