Algunas anécdotas bosnias (Primera entrega)
Destacamento de Dracevo |
Tras haber cerrado el relato sobre la tragedia de Dreznica,
me pedía el alma relatar algún suceso que no tuviera demasiada carga emocional. En Bosnia nos enfrentábamos muy a menudo a
situaciones nada deseables, en ocasiones
muy duras y comprometidas, pero el ser humano tiene una capacidad de
adaptación extraordinaria, de tal manera que apenas sin darte cuenta te vas habituando, no es que
te acostumbres a todo, porque a nadie le hace ni pizca de gracia que lo
encañonen, bombardeen o disparen, pero sí es cierto que la respuesta emocional
ante esas situaciones disminuye con el paso del tiempo y la costumbre.
Por tanto no vayan a pensar que vivíamos, tristes,
deprimidos o asustados, lo he dicho ya en algún relato de esta serie y lo
repito, las unidades legionarias son unidades alegres, los legionarios somos
gente optimista, salvo rarísimas excepciones, porque algún cenizo se puede encontrar
en nuestra filas, aunque por fortuna, como les digo, no abundan.
En este relato pretendo contarles algunas anécdotas distintas a las que les he relatado. Menos duras, sin gran trascendencia, pero
que sirven para definir o enmarcar, como ustedes prefieran el carácter de la
unidad a la que pertenecía, es decir la Cía. Austria y sobre todo a la sección que me honraba en mandar.
Las unidades se parecen a sus jefes, reza un viejo aforismo
militar y eso se notaba muchísimo en nuestra compañía, en la que las secciones tenían procedencias diferentes y desde mi punto de vista resultaban notoriamente distintas. El Capitán de la Cía Austria era de la
escala de infantería, él y su PLM eran de la tercera compañía de la VII Bandera de La Legión. La
primera sección la mandaba un teniente de la escala media que junto con su personal
provenía de la VIII Bandera; la segunda sección, la mandaba yo, que soy de la
escala legionaria y procedía de la quinta compañía también de la VII Bandera, compañía que mandaba en Fuerteventura y que tuve el honor de
fundar.
La tercera sección era de la tercera compañía, la que
mandaba el capitán Romero en Fuerteventura y su teniente era de la escala
superior. Los jefes de sección procedíamos de escalas distintas y la tropa y los jefes de pelotón venían de unidades distintas y eso se notaba.
Luego el día a día, las
vicisitudes, las misiones, las acciones y reacciones correspondientes fueron
marcando la especial idiosincrasia de cada sección, que en gran manera
respondía a la de sus jefes, el de sección y los mandos de pelotón.
Tuve muchísima suerte en esa misión, ya sé que lo he dicho
alguna vez, pero no me importa repetirme, el teniente coronel Alonso Marcili que mandaba el GT Colón o la
VIII Bandera Expedicionaria, era un jefe
que me gustaba, lo conocí cuando era el capitán de la primera compañía de
fusiles de la VII Bandera, donde tuve el honor de estar destinado. Me parecía
entonces y ahora más, con la perspectiva que da el tiempo, un jefe eficaz,
quizás no demasiado diplomático, pero eficaz y “echao p’alante” y con eso yo
iba que chutaba.
Si hablo de mi capitán. D. Antonio Romero Losada, no puedo
decir más que cosas buenas. Coincidimos en el empleo de teniente y me gustaba
más de capitán que de teniente, lo que habla muy bien de él. Era un hombre
dedicado a su trabajo, preocupado hasta por los detalles más nimios, quería a
su gente y velaba por su seguridad, día y noche. Profesionalmente era un gran oficial y el desarrollo de la misión le
dio un plus de flexibilidad que le fue muy bien. Justo, paciente, puntual,
eficiente y una extraordinaria persona, consiguió crear una compañía que
cumplió su misión extraordinariamente bien, bastante por encima de lo que se
esperaba de nosotros.
Y si hablo de mis jefes de pelotón, los cabos primeros
Guerra y Arienza Santos, junto con el sargento 1º Ávila, no puedo hacer otra
cosa que agradecerles el derroche de valor personal, la eficacia, el estilo, la
entrega, la exquisita habilidad de su trato con la tropa, la lealtad al mando,
el empeño de cumplir la misión por encima de cualquier dificultad y el cuidado
de la seguridad y el bienestar de sus hombres.
La tercera sección era de la tercera compañía, la que mandaba el capitán Romero en Fuerteventura y su teniente era de la escala superior. Los jefes de sección procedíamos de escalas distintas y la tropa y los jefes de pelotón venían de unidades distintas y eso se notaba.
Luego el día a día, las vicisitudes, las misiones, las acciones y reacciones correspondientes fueron marcando la especial idiosincrasia de cada sección, que en gran manera respondía a la de sus jefes, el de sección y los mandos de pelotón.
En la cola del comedor |
Así que yo iba por aquella la vida y en aquellas
circunstancias maravillosamente bien, aunque, siempre hay un aunque y si no lo
hay, surge un pero, un no obstante, un sin embargo y no me extiendo más porque
sé que ustedes me entienden perfectamente. Decía que la vida me iba
maravillosamente bien, salvo por las malas relaciones que manteníamos mi gente
y yo mismo, con los que en Dracevo se suponía que debían atender a nuestras
necesidades logísticas. Ya saben ustedes, los que en teoría se debían ocupar de
que comiéramos decentemente, que hubiera agua, que nos pudiéramos duchar aunque
fuera con agua fría. Los que nos debían proporcionar sin pegas, retrasos ni
excusas, combustible, raciones de
previsión, mantas, pilas, espacio para dormir, etc. etc., que tengo que decir -y si alguno no le
gusta lo que digo, que le ponga azúcar - tuvieron una actuación muy deficiente.
Y me refiero a los que mandaban, no a la tropa que a ello se
dedicaba y que las pasaban canutas ante el cabreo cotidiano de los legías que
sufrían por asuntos que no tenían por qué tolerar, ante la indiferencia, cuando
no las malas maneras, de algunos sargentos y oficiales que no voy a nombrar
porque me precio de ser persona, que parecía hubieran ido allí de vacaciones.
En la Austria ya sabíamos lo que es sufrir a los logísticos,
que muchas veces parece que les inoculen un
virus que hace que vean a los suyos, a los que esperan que les
solucionen los problemas del día a día, como si fueran el enemigo. Habíamos tenido experiencias variadas y bastante desagradable en distintos
lugares, pero que la misma conducta fuera observada por suboficiales
pertenecientes a nuestra Tercio y se hiciera en nuestro destacamento hacía más
difícil de soportar la ofensa.
Por eso se entendía muy mal, cuando en Dracevo, en la cola
de la tienda comedor, en cuanto un legionario se quejaba de la ridícula ración que
le servía una croata, que encima se ponía
digna y en plan borde le decía que eso
es lo que había y que reclamaciones al maestro armero o donde sea que te manden
a reclamar los croatas, como les digo, en cuanto sucedía eso, saltaba
rápidamente uno de aquellos sargentillos que eran íntimos, pero íntimos de
verdad de los cabrones que confeccionaban la comida para Dracevo, que desde luego estaban haciendo un negocio redondo con nosotros, digo que inmediatamente saltaba un sargento para defender a los mangantes y darle una bronca al legionario.
Y digo que los croatas nos debían robar, porque en Jablanica, dónde
había muchas más dificultades para aprovisionarse, cocinaba gente nuestra y se
comía que daba gloria. En Medjugorge, cocinaban croatas y la comida estaba bien,
en cantidad y calidad, en Divulje el sargento CL Esteban – el Culebro por mal
nombre - daba de comer como los propios ángeles
y sin embargo en Dracevo, donde comíamos las unidades operativas, la
comida era mala pero mala de verdad y para más inri escasa.
La tropa estaba muy molesta y cuando los legionarios se
atraviesan, malo. Era era muy cierto que la comida era mala y escasa y que en cuanto alguien abría la boca, allí
estaba uno de aquellos sargentos que no sabían lo que significaba el toque de
diana, porque cuando sonaba no se levantaban y sería porque no les habrían
explicado en la academia lo que significaba y allí que se iba y en plan “muy
legionario”, bueno lo que ellos entendían que era ser legionario, ponía firmes
al quejoso que además de pasar hambre, tenía que soportar que le lavara la cara
un tipo que cuidaba muchísimo de no comer en el comedor en el que comíamos
todos, jefes, oficiales, suboficiales y tropa, lo que dice habla muy claramente
sobre la calidad de la comida y sobre la
del sargento.
Ya habíamos tenido, cada uno al nivel correspondiente, las
broncas y discusiones que había que tener, pero lo de quejarse de aquel grupo
era como dedicarse a arar el mar, que si uno no tiene nada que hacer y se
aburre pues allá cada cual con la actividad que elige para entretenerse, pero ya se sabe que no va a obtener resultado positivo alguno
del arado marítimo.
Así que entre la gente de mi sección - en la que había de
todo como en botica, pero que estaban
acostumbrados a que se les tratara como merecían, porque en la 5/VII se
cuidaba del bienestar y los derechos de
la tropa tanto como se les exigía en sus obligaciones – la gente estaba
caliente, porque si no hay, pues no se come y ya vendrán tiempos mejores y si
no hay agua, pues mala suerte, pero no era eso lo que sucedía, porque medios era lo que sobraba.
Los legionarios tienen una capacidad de análisis sorprendente
y aunque pongan cara de no enterarse de nada, lo saben todo y más de un imbécil
se ha visto sorprendido por ello, así que tras el margen de tiempo que
estimaron prudente y una más que cuidadosa observación, decidieron que el grupito de sargentos que mandaban sobre
la logística y su superior inmediato, no es que no supieran hacer su trabajo, es que no querían hacerlo. Para entendernos,
no es que fueran unos inútiles, es que no les daba la real gana de hacer el
trabajo que les correspondía, así que decidieron tomar por la calle de en medio
y compensar la situación, al objeto de que no fueran siempre ellos los paganos.
Debo confesar que creo en la justicia, pero sé que a veces resulta difícil reclamarla, conste que en el ejército hay procedimientos, pero esa
gente se sentía protegida porque, las cosas como son, teníamos un lío morrocotudo que solucionar y parecía
mezquino y poco profesional quejarse. A eso hay que añadir que tampoco es que
nos sobrara tiempo para entrar en asuntos tan delicados y formales como partes por escrito, denuncias,
declaraciones juradas, etc., etc. Parecía que no era el momento adecuado para
quejarse, la gente callaba por vergüenza torera y había quien aprovechaba esa
semi impunidad.
Pero ya he dicho antes que las unidades tienen una
idiosincrasia propia, recuerdo un día que un capitán de la BRIPAC, que era muy
“brillantina” - que no todos lo son en la BRIPAC, eso que conste y quede muy claro - pero que era ver a un
legionario y ponerse a echar espuma por la boca, tuvo la mala fortuna de topar
con legionarios de mi sección y cuando tiró del saber y metió la pata hasta el
corvejón se encontró en una situación que le llevó a decir antes de emprender
la retirada “Hay que ver que leídos y
“escribidos” son tus legionarios, a lo que le contesté que si le parecían
demasiado leídos los legionarios ni se imaginaba lo que podían ser los tenientes legionarios.
Explico esto, porque la tropa de mi sección decidió acogerse a lo que alguien había dicho, aunque no pudieran precisar su
filiación, que rezaba más o menos así: Justicia es la
virtud que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece. Y apoyándose en la auctoritas de la frase de marras, habían decidido tomar por su cuenta
lo que en derecho les correspondía y que aquellos suboficiales y su superior
inmediato les negaban injustamente.
De nada valió que alguno argumentara que eso era una
definición religiosa y que la justicia tenía que ver con las normas y por lo
tanto era otra cosa. Tuvo muy poco éxito y un exaltado que además era un
bocas, le llamó pistolo de mierda, mientras que los más partidarios del debate e intercambio de ideas, le
preguntaron si él no era católico y si acaso y por ventura no lo eran también los
sargentillos de la básica y siéndolo todos, la virtud de la justicia les
era de exigible a ellos y a nosotros.
Así se puso en marcha lo que alguien con muchas ganas de
coña llamó “Operación Justicia Distributiva” que debo decir funcionó a las mil maravillas, porque por una parte, en la sección no
faltaba de nada y por otra, la idea de que
andaban jodiendo a los que los puteaban, funcionó como un bálsamo en los
espíritus de mis legionarios que disfrutaron muchísimo con esa operación, que
duró toda la misión y se trasladó a Divulje durante los pocos días que, gracias
a Dios, tuvimos que estar allí. Que es jodido decirlo pero también muy cierto, que a
veces resultaba más fácil negociar con los jáveos, que tener que lidiar con un
superior aquejado del virus logístico.
Así estaban planteadas las cosas casi desde el comienzo de
la misión. La “Operación Justicia Distributiva” nos permitió hacer mucho bien a
las gentes que más sufrían las consecuencias de aquella guerra. Espero que
quién deba perdonarnos a todos, lo haya hecho ya. Debo decir que, naturalmente, todo lo que les cuento sucedía a mis espaldas y que si conozco la génesis del asunto y algunas cosas más que me callo es porque a lo largo del tiempo, la gente decidió, a toro pasado hacerme las confidencias que estimaron convenientes.
Por eso y porque - no quiero mentir, ni ser hipócrita - siendo oficial legionario no me chupaba el dedo y poco, por no decir nada, de lo que ocurriera en el ámbito de mi sección escapaba a mi conocimiento, otra cosa es que juzgara conveniente intervenir o pensara que podía ser más prudente, hacerme el sueco. Aunque tenía que saber, porque mientras supiera cómo iban las cosas, podría mantener la Operación dentro de unos límites aceptables. Que una cosa es buscarse la vida, que eso entra dentro de lo permisible en la vida legionaria y otra dejarse llevar demasiado lejos por el entusiasmo y el amor por la justicia...distributiva, naturalmente.
Tampoco se me oculta que, al igual que me pasaba a mí, es muy probable que mis superiores a todos los niveles, que tampoco se chupaban el dedo, tuvieran algún barrunto de lo que sucedía, aunque la información no fuera tan precisa como la que yo manejaba-
Por eso y porque - no quiero mentir, ni ser hipócrita - siendo oficial legionario no me chupaba el dedo y poco, por no decir nada, de lo que ocurriera en el ámbito de mi sección escapaba a mi conocimiento, otra cosa es que juzgara conveniente intervenir o pensara que podía ser más prudente, hacerme el sueco. Aunque tenía que saber, porque mientras supiera cómo iban las cosas, podría mantener la Operación dentro de unos límites aceptables. Que una cosa es buscarse la vida, que eso entra dentro de lo permisible en la vida legionaria y otra dejarse llevar demasiado lejos por el entusiasmo y el amor por la justicia...distributiva, naturalmente.
Tampoco se me oculta que, al igual que me pasaba a mí, es muy probable que mis superiores a todos los niveles, que tampoco se chupaban el dedo, tuvieran algún barrunto de lo que sucedía, aunque la información no fuera tan precisa como la que yo manejaba-
Les he contado este asunto que seguro me va a traer algún
problema, en primer lugar porque lo que cuento es cierto y también porque así se
entiende mejor cómo éramos, que como ya les he explicado, cada sección tenía su particular forma de ser. La segunda
sección de la Austria era buena en su trabajo, disciplinada y eficiente, pero
tenía un alma subterránea que funcionaba como un reloj de precisión y que ha
permanecido oculta al menos hasta hoy, momento en el que me he animado a descubrir en parte, el secreto que
hasta hoy había protegido a la Operación Justicia Distributiva.
Mañana les contaré alguna de las acciones de esa Operación
Justicia distributiva? Será cabrito!!!! Dando ideas al sindicalista ese de marras que 20 años después las ha hecho suyas!!
ResponderEliminarA ver si le lee también a usted.
Saludo y taconazo.