Los musulmanes de Capljina (Final)

Una vista actual de Capljina

Les expliqué a los jefes de pelotón la idea que tenía. Estaba convencido de que el HVO nos iba a hacer una visita, suponía que la intención que les animaría sería la de asustar a los musulmanes, probablemente los amenazarían para que abandonaran la zona e incluso llegarían a emplear algo de violencia para que los refugiados intentaran escapar en varias direcciones, así  conseguirían que el grupo se fraccionara lo que les haría más fácil su misión.

Por lo tanto nosotros íbamos a intentar que eso no sucediera, los musulmanes deberían permanecer donde estaban, pegados a la pista, con el BMR a su espalda, juntos y  a ser posible en silencio. Tendríamos que explicarles que no podían intentar huir hacia el interior del destacamento, porque eso iba a representar su ruina segura. Si entraban en el campamento no podríamos defenderlos. Pero debían sentirse protegidos y eso es lo que íbamos a hacer.

Lo más probable es que el HVO entrara por la pista y para evitar meterse en nuestra zona, atravesaran el descampado en dirección a los musulmanes. No estarían en terreno del GT Colón y por lo tanto no podríamos intervenir. Lo más peligroso sería si entraban por la pista que venía de las casas croatas al oeste del barracón, porque no los íbamos a ver hasta el último momento y deberíamos reaccionar con rapidez.

En primer lugar, el puesto que habíamos montado por la mañana,  lo íbamos a retrasar hasta la mismísima entrada del barracón. De producirse la visita croata, los dos legías del puesto de centinela más dos legionarios de la guardia, al mando del 1º Arienza, , se colocarían en la esquina trasera del barracón y desde allí cubrirían la pista y a los del HVO que intentaran cruzar el descampado, tendrían la ventaja de estar a cubierto y coger de flanco a los croatas. Ávila y tres legionarios se colocarían al lado del BMR y cubrirían la pista que venía del oeste a la vez que controlaban el descampado y ya para finalizar el Cabo 1º Guerra, un  legionario y yo nos pondríamos ante la fachada lateral y desde allí intentaríamos que el mando del HVO se acercara para hablar.

Vi cómo se removían en sus asientos, supongo que analizaban el despliegue que les acababa de describir, les expliqué que lo que íbamos a hacer era simplemente una exhibición, íbamos a farolear un poco, porque estaba convencido que el HVO iba a hacer lo mismo, así que recomendaba absoluta prudencia y toda la serenidad del mundo. Me resultaba muy difícil de creer que un grupo del ejército regular croata se liara a tiros con la guardia, así que si ellos iban de farol nosotros íbamos a subir la apuesta y a ver si los jáveos tenían lo que  hay que tener para aguantar el envite y ver nuestras cartas.

Ávila me dijo algo que era lógico, el problema no lo íbamos a tener con los croatas, que también, pero la que nos iban a montar nuestros jefes en cuanto nos enfrentáramos con el HVO iba a ser de alivio. Les expliqué que por eso no debían preocuparse, yo les estaba ordenando lo que debían hacer y en mis órdenes no había nada de ilegal, por lo tanto debían cumplirlas.

― Además ― les dije ― creo que me conocéis, quizás no tan bien como me conoce el sargento 1º, pero  si sucede algo, no debéis preocuparos yo asumiré la responsabilidad y Ávila sabe que lo que digo es cierto al 100%. Si hay jaleo, cargaré con lo que me toque porque para eso soy el responsable de esta sección, es lo que tiene mandar, cuando va bien, estupendo y cuando va mal, pues te comes el marrón y todos tan amigos.

Los miré mientras encendía un cigarrillo ― Preparar los grupos, que todo el mundo sepa con quién va y dónde se tiene que colocar exactamente, preparar a la gente como si estuviéramos convencidos que vamos a abrir fuego y si hay relevo de centinelas, los salientes deben saber exactamente lo mismo que sus compañeros. Hacerlo prudentemente y sin demasiadas exhibiciones, si nos están observando no quiero que se den cuenta de lo que preparamos. 

― Guerra el puesto que está en el cruce de pistas, que suba hasta aquí, ahora mismo. Ávila el relevo, cuando toque hacerlo, que sea escalonado y que los centinelas salientes se incorporen a la guardia a paso ligero, no vaya a liarla el diablo y nos pillen con media guardia dando tumbos por el campamento
.
Me levanté ― ¿Estamos de acuerdo? Me contestaron que no había problemas y cada uno salió a lo suyo. Me acerqué hasta el jefe de los musulmanes para explicarles lo que podía suceder, le brillaron los ojos cuando le expliqué que si el HVO venía, desplegaría la guardia y sonrió ― Nema problema ― me dijo, bueno eso y algo más, pero lo único que entendí es lo del nema problema (no hay problema) de las narices.

Ahora tenía que preparar la charla que iba a tener con toda seguridad con el que mandara el grupo del HVO, suponía que hablaría inglés,  yo no lo hablaba, pero aunque se lo dijera como hablan los indios de las películas yanquis me iba a entender, de eso sí estaba seguro.

Faltaba poco para oscurecer cuando puntuales como las malas noticias, llegaron los del HVO. Sabía que iban a venir, pero no pude evitar que se me encogiera el estómago. El aviso del centinela me sacó del despacho, cogí mi cetme, porque me iba a hacer falta y me asomé. Ávila con la barbilla me señaló hacia la pista que subía desde el cruce. Tres vehículos militares se habían detenido y una docena de javeos desplegaban en la carretera, por lo que parecía iban a cruzar en diagonal el descampado, les dejé avanzar unos metros y di la orden para que la guardia desplegara.

Lo hicimos perfectamente, no se oyó más voz que la mía - aunque a mi espalda pude escuchar los excitados murmullos de los musulmanes - y en unos segundos teníamos cubiertos aquella gente, los jáveos lo vieron con claridad;  entonces, lentamente, con Guerra y Ascanio – mi tirador selecto – a la espalda, me acerqué al borde de la pista y levanté una mano mientras les ordenaba que hicieran alto, bueno yo me limité a gritar “stani” que me habían dicho en Almería que significaba alto o deténgase. Debía ser cierto porque hicieron alto mientras me observaban. Puestos a farolear coloqué un cargador en el cetme y metí un cartucho en la recámara, que como declaración de intenciones vale mucho más que cualquier discurso.

El oficial que mandaba la docena de soldados, levantó la mano para ordenar alto, algo tarde porque todo el mundo,  él incluido estaban detenidos y avanzó en mi dirección, llegó al borde de la pista e intentó pisarla, le coloqué la bocacha del cetme en el pecho y suavemente le repetí lo de stani, mientras lo empujaba levemente hacia atrás. Cuando le vi la cara al oficial croata, maldije mi suerte o era de una camada de trillizos o cada vez que tenía un jaleo con los croatas en la zona de Capljina me topaba con él.

Sonrió despectivamente y me preguntó en plan provocador si tenía miedo, le dije que no y puestos a provocar escupí en el suelo muy cerca de él, me miró con cara de cabreo y señaló la guardia, en un inglés que a mí me pareció fluido, me dijo que si no tenía miedo a qué venia lo de la gente que los encañonaba, le contesté que no era por miedo, pero que no podía permitir que gente armada rondara por el cuerpo de guardia. Que mandara a su gente a la pista y que muy gustosamente le dejaría entrar y llamaría al teniente coronel para que hablaran.

Abrió la boca para contestarme,  le volví a empujar con la bocacha y en plan película yanqui le dije eso de now, debo reconocer que me encantó. Enrojeció de ira, me miró, dio media vuelta, se acercó hasta su gente, me preparé para lo peor porque iba muy cabreado, pero vi como arriaban velas y se agrupaban en la pista. El tipo dejó su fusil y vino hacia mí, ahora empezaba lo peligroso de verdad, el oficial, un capitán HVO, tenía que estar a mil por hora y se la iba a organizar a su interlocutor y el teniente coronel cuando se enterara del jaleo se iba a subir por las paredes. Dejé al jáveo en la puerta del barracón  en la buena compañía de Guerra que lo miraba, como no me gustaría que nadie me mirara.

Llamé a mando y como era lógico se armó la mundial. Salí del cuerpo de guardia para esperar al teniente coronel, que bajaba por la cuesta a grandes pasos seguido con dificultad por Armada y la intérprete. Cuando llegó, fui a darle la novedad y no me dejó ni abrir la boca
― ¿Tú no sabes cumplir las órdenes?
Jugué obligado ― Sí mi teniente coronel.
― No ― me contestó ― no cumples las órdenes, ni por lo visto, sabes tus obligaciones.
Y ahí saqué mi as de la manga. ― Mi teniente coronel, precisamente por conocerlas estoy cumpliendo la que me ordena evitar pendencias y desórdenes en los alrededores de mi cuerpo de guardia, eso es lo que le he explicado al oficial del HVO.

Marcili me miró, respiró profundamente dos o tres veces― Y ese toldo ¿qué hace ahí.
Se refería al toldo que mis legionarios le habían puesto a los musulmanes. ― Qué lo quiten de inmediato. 
Me miró y entendí que había jugado bien la carta que me había guardado en la manga, le estaba dando un argumento que justificaba mi actuación. Ahora sabía que a pesar de que a Marcili gustaban más los hechos que las palabras, la negociación sobre los musulmanes iba a estar en buenas manos.

Le dijo a la intérprete que comunicara al oficial del HVO, que iban a venir representantes de ACNUR, el alcalde de Capljina, Cruz Roja y gente de la comandancia y que cuando llegaran negociarían la salida al problema creado. Que esperaba que retirara a su gente y si él se quería quedar, que no había problema, que se podía quedar en el cuerpo de guardia y así podría controlar a los musulmanes. Esperó a que Adriana terminara de traducir y le pidió  que le dijera a la señora, se refería a la refugiada musulmana que estaba con el grupo, que se sentara en el banco, que esperaba que el oficial croata no tuviera inconveniente.

Y así quedó la cosa, yo en el cuerpo de guardia con el oficial del  HVO y los musulmanes y el teniente coronel volvió a su puesto de mando a esperar a los domingueros de ACNUR. No sabía lo que había pasado, pero bastó el enfrentamiento verbal con el HVO para que saltara un resorte y todo se pusiera en marcha.
El 1º Guerra me miraba pensativo. ― ¿Usted  cree que se salva de ésta mi teniente?
― Pues no lo sé, Guerra, pero lo importante es que esto se ha puesto en marcha.

Y así fue, sobre las nueve de la noche comenzaron a llegar los representantes de las agencias de refugiados, Cruz Roja, el alcalde de Capljina y unos cuantos más que no recuerdo bien. Por parte de UNPROFOR el teniente coronel Alonso Marcili, la traductora y creo que uno de los dos comandantes, aunque no lo puedo jurar porque no me acuerdo, la reunión se llevó a cabo en el barracón y mientras duró tuvimos que permanecer en el exterior del mismo.

Por lo que me pude enterar a posteriori, la discusión fue muy fuerte pero Alonso Marcili se mantuvo en su sitio y obligó a claudicar a los croatas. Se hicieron las listas correspondientes, se redactó un texto que firmaron todas las partes, incluidos los musulmanes representados por su jefe y sobre las dos de la mañana, terminado todo, llegaron los camiones que iban a transportar a los musulmanes. Me crucé con mi amigo el jefe de los refugiados, cuando salía del barracón me dio las gracias a través de Adriana, le dije que agradeciera la gestión al teniente coronel y él me dijo que sí, pero que muchas gracias a mí.

Salieron todos y nos sólo quedábamos en el en el barracón los de “casa”. Marcili dijo vámonos y me apresuré mandar firmes — Ordena alguna cosa para la guardia mi teniente coronel.
El teniente coronel, dio media vuelta y se acercó a mí y por bajini para que nadie más que yo pudiera escuchar, me dijo ― Que no me montes más líos, virulo, que son las dos de la mañana y quisiera dormir.

― A la orden de usted mi teniente coronel, si me había llamado virulo, que era como llamaba coloquialmente a su gente más próxima, es que la cosa iba bien ― Me miró de soslayo, meneó la cabeza y siguió su camino. Pude ver en su cara que estaba muy satisfecho tras haber conseguido la libertad de los musulmanes.

Se acercaron los jefes de pelotón que habían estado magníficos. Avila me miró ― Joder mi teniente, ya se lo he dicho más de una vez, tiene usted boca de cabra, como diga usted una cosa, se cumple.
Guerra echó su particular cuarto de espadas al análisis caracterológico, que me estaban haciendo mis subordinados,  ― boca de cabra no sé, pero tiene una chorra que no es normal. Anda que la que ha liado y al final se le ocurre lo de los desórdenes en el cuerpo de guardia y se libra.

Los miré y me eché a reír ― Al saber le llaman suerte― Me gané un abucheo entre cariñoso y semi respetuoso. ― Bueno esto se acabó, los que puedan hacerlo a la cama y vamos a ver si acabamos la guardia como Dios manda.

Coda: Y acabó como Dios manda, pero al cabo de bastante tiempo. En Jablanica me topé con uno de los musulmanes que me confirmó que todos los refugiados habían llegado bien a zona segura. Ahí acabó en realidad aquella puñetera guardia.




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