Los treinta del Hotel Brístol (Segunda entrega)
En la zona del Hotel Brístol |
Salimos del hospital y bajamos a una marcha prudente hacia
el centro de la ciudad, se trataba de facilitar al conductor de la ambulancia
que permaneciera lo más cerca posible del blindado. Mientras controlaba ese
extremo me di cuenta que tenía la boca muy amarga, lo del pobre chaval que
habíamos dejado en el hospital me había removido la bilis hasta límites
insospechados, miré a “Carmen” que compartía la escotilla delantera del BMR con
Guerra y conmigo, se dio cuenta de que la miraba y me hizo una mueca mientras
se encogía de hombros ― Estoy convencida de que todo irá bien; pero ese Zuric,
tiene que ser un nazi de primera categoría.
Yo también prefería creer que todo iba a ir bien, pero no
terminaba de creérmelo. Intenté apartar de mi mente la imagen del chico y me
concentré en lo que estábamos haciendo, nos acercábamos a la zona del centro en
la que podíamos tener algún problema y había que estar atento porque sólo nos
faltaba para terminar de arreglar el día, que los croatas le metieran mano a la ambulancia
y la perdiéramos. Llegamos al puente de Tito, lo pasamos con tranquilidad y al
llegar a la calle principal del barrio musulmán, detuve el blindado y le hice
gestos al conductor de la ambulancia para que nos adelantara, éste hizo un gesto
de aquiescencia, saludó con la mano y tras girar a su izquierda se dirigió al
hospital.
Por la línea interna le dije a mi conductor― Morales, da
media vuelta y vámonos a la Comisión Mixta —
Morales giró y nos llevó otra vez a la zona croata, serían sobre las
seis de la tarde y sabía que el capitán Romero me estaría esperando impaciente.
Llegamos a la calle en la que se encontraba el edificio de la Comisión, ordené
a Morales que aparcara el blindado en la acera de la derecha y cuando éste se detuvo me bajé
para ir en busca del capitán. Mientras caminaba por la acera oí como bajaba el
portón trasero del BMR, supuse que Guerra o Morales habían tenido la delicadeza
de bajarlo para que “Carmen” descendiera cómodamente y no tuviera que utilizar
la portezuela que siempre le creaba problemas.
Vi al capitán en la acera justo a la puerta de la Comisión,
lo saludé y le di novedades. Romero me explicó que la Comisión Mixta estaba
discutiendo si autorizaba a que evacuáramos a unas treinta personas que se
encontraban atrapados entre dos fuegos, en el sótano de un edificio que estaba
al lado del Hotel Brístol pero como parecía que la cosa iba para largo y no
tenía a quién mandar, me dio unos documentos para que los llevara a la zona
musulmana y los entregara en el cuartel general de la Armija.
― De paso Miguel, cuando vayas a pasar el puente te fijas y
localizas el edificio ese, que luego cuando nos toque que ir seguro que va a
ser de noche y así no tendremos problemas.
― Sin problemas mi capitán, me voy y le dejo aquí a
“Carmen” que seguro le hará más falta que a mí. Me dirigí al blindado y me
crucé con la intérprete ― “Carmen” muchas gracias, ahora me tengo que ir, te
quedas con el capitán que seguro que los de la Comisión lo tienen loco, procura
que no se estrese demasiado. “Carmen” se echó a reír ― Se hará lo que se pueda, pero ya sabes que
esa gente de la Comisión están todos locos.
Me sonrió y siguió su camino, seguro que el capitán le
preguntaría por todos los detalles de la evacuación del herido. Monté en el BMR
y le dije a Morales a dónde teníamos que ir, le pedí que en cuanto divisara el
puente de Tito, en lugar de acelerar como hacíamos siempre porque era un lugar
en el que frecuentemente nos tiroteaban, que pasara lo más lentamente posible,
sin dar demasiado el cante, pero que se lo tomara con calma.
Me dijo que me había entendido perfectamente, llegamos a la
plaza por la que accedíamos al puente y Morales ralentizó la marcha, quizás
demasiado pronto para mi gusto, pero tampoco me iba a poner picajoso, al fin y
al cabo para lo que quería que bajara la velocidad, mejor unos metros
antes que unos metros después. Contemplé lo que había sido el hotel Brístol y
efectivamente justo a su lado había una edificación de color gris, que
contrastaba con el color de la fachada del hotel. Pude ver la entrada al edificio, era
un arco que recordaba a una puerta de
carruajes, no fui capaz de percibir señales de los refugiados, pero el edificio
estaba localizado y podíamos seguir, le
di un toque a Morales y aceleramos.
En el CG de la Armija me encontré en la puerta que daba al
patio lateral, al hombre que oficiaba de alcalde de la zona musulmana, me
sonrió, nos conocía a todos los tenientes que le transportábamos todos los días
de un lado a otro, aproveché mi suerte y le entregué el sobre que me había dado
Romero. Lo abrió, leyó lo que supuse era el escrito de remisión de unos folios
grapados que había sacado del sobre y tenía en su mano izquierda y asintió. Le
desee una buena tarde y volví al BMR. Tenía prisa, estaba tenso, cansado y acalorado, llevaba
desde la mañana sin apenas un respiro y lo estaba notando.
Salimos en dirección a la Comisión Mixta, cuando llegamos pude ver a Romero que me
hacía gestos de que me iba a hablar por radio. Entró en su BMR y mientras le
mandaba a Morales que parara y le decía al 1º Guerra que pusiera el BMR con las
ruedas de la derecha sobre la acera, oí como me llamaba Alfa Sierra Bravo que
era el indicativo de mi capitán. Lo he dicho hace un momento, llevaba todo el
día con la lengua fuera y la cosa no iba a cambiar, Romero me ordenó acercarme
a Donja Mahala, un barrio musulmán en la parte oeste del Neretva en donde me
entregarían unas listas sobre lo que necesitaban para atender a los más de 700 refugiados que allí
se hacinaban.
No tuvimos ni que dar la vuelta, seguimos hacia delante y
buscamos el bulevar, giramos a la derecha y por esa vía marchamos hasta la entrada al
barrio. Me bajé y en cinco minutos el jefe musulmán que me conocía - fue mi
sección la primera que entró en Donja Mahala y él se acordaba perfectamente de
ese extremo y de mí – me dio varias listas, metidas en una carpeta.
Salimos arreando y volvimos a la Comisión Mixta en un pis
pás, mientras lo hacíamos el 1º Guerra, aprovechó el corto paseo para lanzar
un discurso dedicado supongo yo al
universo en general, eso al menos me pareció, en el que se quejaba del abuso
que sufrían algunos, mientras otros ni se sabía dónde andaban, ni qué coño
estaban haciendo, aunque la experiencia que le proporcionaban sus años de
servicio, le indicaban que probablemente anduvieran tocándose la narices,
mientras otros sudábamos la gota gorda. No quise escuchar demasiado, pero me
dio la impresión que Guerra estimaba que lo del abuso era culpa mía, que no
sabía buscarme la vida o algo parecido. Por fortuna bastó que lo mirara para
que callara y guardara un reconcentrado
silencio.
Cuando nos detuvimos en la calle de la Comisión, le dije a Guerra que rellenaran las cantimploras y que después la gente comiera algo y
se relajara, me miró fijamente y masculló algo que con muy buena voluntad podía
entenderse como “a la orden”. Bajé del BMR sonriendo, Guerra era un Cabo 1º
magnífico, un legionario excepcional,
pero tenía su carácter, como yo tenía el mío, nada que fuera imposible de
manejar. Me acerqué a Romero, le entregué la documentación que me habían dado en
Donja Mahala, el capitán echó un vistazo a los papeles y se sentó en la
barandilla que separaba la acera del interior del jardín de la Comisión, me
hizo un gesto para que me sentara a su
lado.
― ¿Qué te han dicho en Donja Mahala, Miguel?
― Pues ya sabe usted mi capitán que están muy jodidos y necesitan
de todo. Esa es la verdad y ahora que hemos abierto el camino, piden mucho y me
parece natural. Por cierto me han informado que mañana hay que llevar a dos
mujeres diabéticas al hospital croata y cuentan con que las transportemos
nosotros.
― Bien, se lo diremos al relevo. Te veo un poco serio.
― Cansado y tenso mi capitán lo de ese chaval me ha afectado y ya
que me lo pregunta le diré que lleva usted todo el día machacándonos por radio.
No es por el curro, es por la impresión que da, de que no hacemos las cosas a
la velocidad que usted espera y eso toca la moral.
Romero puso cara de apuro, la verdad es que era muy buena
persona y no le gustaba lo que oía. ― Sí, quizás hoy con las prisas al no tener
a la otra sección, las cosa han ido demasiado rápidas, lo siento mucho.
― Tampoco es eso mi capitán, ya se sabe que en esta vida un día pinta así y el siguiente pinta mejor ―
me eché a reír ― o peor, si se lo he comentado es porque usted ha preguntado.
― Bueno, lo de esta noche está aprobado, sales a las 20,30 horas,
te vas para allí, recoges a los refugiados, que son treinta según dicen los de
la Comisión y los traes hasta aquí. Llévate un porta morteros y con los dos blindados
de tu sección podrás transportarlos a todos sin pegas.
Charlamos unos momentos sobre la evacuación, los BMR deberían
ir casi sin tripulación para que cupieran los refugiados, al final quedamos en
que irían en cada BMR el jefe del vehículo y dos tripulantes más. En el mío
irían Guerra y la intérprete. Romero se levantó y me insistió en que debería
estar listo para salir a las 20,30 horas y me dejó para que organizara todo
aquello.
Me reuní con los jefes de vehículo, les pedí que escogieran
a los dos tripulantes que les acompañarían, además naturalmente del tirador de
la ametralladora y el conductor que esos iban con el blindado como la rueda de
repuesto. En los BMR no podía quedar nada del equipo personal de los que se quedaban en tierra, les
expliqué que es lo que íbamos hacer y cómo nos íbamos a
organizar.
En principio no esperaba que hubiera demasiado jaleo, toda
vez que la Comisión había autorizado la evacuación se suponía que ambos bandos
estaban conformes. Pero también advertí que si la cosa estuviera tan clara,
como decían que estaba, hubieran dejado
que los refugiados cruzaran a pie y no nos hubieran mandado a por ellos. En
principio y salvo si sucedía algo raro, debían contar con transportar a diez
refugiados en cada vehículo que embarcarían por el portón trasero y por tanto
cuando nos detuviéramos ante la edificación deberían tener presente dejar el
espacio suficiente entre vehículos para que se pudieran bajar los portones y
utilizarlos sin problemas.
Uno de los tripulantes echaría pie a tierra, cuando yo
ordenara el embarque de los refugiados en el BMR correspondiente. El jefe del vehículo y el otro legionario deberían
sentarlos ordenadamente en el interior. El legionario que estuviera en tierra,
en cuanto hubieran embarcado los diez refugiados, entraría en el BMR y el jefe
del vehículo ordenaría cerrar el portón; el legía se sentaría al final del
banquillo y controlaría desde su posición a los refugiados. Nadie podría salir de los vehículos bajo ningún
concepto y la escotilla trasera, debería estar cerrada y no se abriría,
salvo orden expresa mía.
― Ir con cuidado, nos dicen que esa gente son refugiados, por mí
vale. Pero seguro que no los vamos a poder cachear, así que todo el mundo con
las orejas tiesas, que ya sabéis cómo funcionan las cosas por aquí y no quiero
que haya despiste alguno. Iré cargando a la gente empezando por el último
blindado y seguiré hasta que monte los que lleve en el mío. En ese momento
atentos a la radio porque saldremos de allí lo más rápidamente posible. ¿Alguna pregunta?
Nadie tenía dudas. Los despedí ―Que la gente que vaya a ir
con nosotros, cene y se prepare, salimos a las 20,30 horas, la columna forma
detrás de mí BMR, el porta morteros detrás del A-21 y cierra el BMR de Arienza
Santos.
Fui a buscar a “Carmen” y le expliqué lo que íbamos a hacer,
le pregunté si quería cenar, dudó y me dijo que haría lo que yo hiciera.
Personalmente prefería cenar después de la evacuación. Nos sentamos en la calle
al lado del BMR, mientras lo iban preparando para la evacuación.
El tiempo pasó sin sentir, el 1º Guerra que para eso de la
hora era mejor que un reloj atómico, me miró y se tocó la muñeca, me levanté y me acerqué
a la cola de la columna, Arienza estaba en la escotilla de su BMR y me dijo que
estaban listos para salir, lo mismo me dijeron en el porta morteros, así que
entré en el pasillo del jardín de la Comisión, a la puerta de la misma estaba
mi capitán. De lejos - había los menos seis o siete personas a su alrededor,
algunos con el casco azul, y no quería tratos con toda aquella harca - me cuadré
y en el primer tiempo del saludo dije.
― A la orden de usted mi capitán es la hora, con su permiso nos
ponemos en marcha.
― Romero me miró, correspondió al saludo ― Suerte Miguel, hasta luego.
― A sus órdenes mi capitán― Di media vuelta y con paso rápido me
dirigí al BMR, monté en él, comprobé el enlace con mi sección y el porta
morteros y también hice una llamada al BMR del capitán que me contestaron de
inmediato. Todo el mundo estaba atento a la radio y enlazábamos sin dificultad alguna.
Ordené de frente en columna de a uno y nos dirigimos con
tranquilidad hacia el Hotel Brístol, al doblar la esquina, miré a mi retaguardia para comprobar que los blindados de la columna se ponían en
marcha y me seguían, efectivamente estaban en marcha, pero también pude ver al grupo que hablaba con mi capitán que a la
carrera se dirigían a sus coches, renegué por bajini, pero no lo bastante bajo,
porque Guerra que cuando le convenía, tenía oído de tísico, me miró y me
dijo ― ¿Qué pasa mi teniente?
― Me parece que vamos a tener compañía en la evacuación
― La madre que los parió ― barbotó el Cabo 1º al que le hacía la
misma gracia que a mí la presencia de toda aquella gente que ya se habían
colocado a la cola de la columna y que maldito lo que pintaban en la fiesta.
―Tranquilo Guerra, nosotros a lo nuestro, cargamos a esa pobre
gente y pitando para la Comisión Mixta,
a ver si acabamos pronto y sin complicaciones..
Pero no fue así, ya se sabe que casi siempre las cosas
tienden a complicarse y si es en Bosnia, para que les cuento.
Pero eso toca contarlo mañana.
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