La última misión en Mostar (Segunda entrega)

Los soportales

Entramos por la calle principal del barrio musulmán de Mostar y ampliamos la distancia de seguridad entre vehículos, si por desgracia nos alcanzaban había que procurar que el blanco fuera lo menos rentable posible y aminorar los daños. Poco podíamos hacer ya en el barrio musulmán, lo de patrullar bajo un diluvio de granadas de mortero de 122 mm sin tener posibilidad de buscar refugio o evitar la calle principal, que era unos de los objetivos prioritarios de los croatas, constituía una imprudencia injustificada. De todas maneras las autoridades civiles y militares  musulmanas no pretendían que patrulláramos, su interés estaba reducido a que las unidades de la AGT. Canarias permanecieran en el barrio.

Era lógico, el asalto definitivo por parte de los croatas se iba retrasando porque no querían hacerlo ante los ojos de los de UNPROFOR. Por eso la Armija insistía en que una patrulla de los nuestros estuviera de manera permanente en la zona musulmana. Simplemente éramos una medida  disuasoria, por lo tanto nosotros llegábamos al barrio, efectuábamos el relevo lo más rápidamente posible y ocupábamos una posición medianamente a cubierto en unos soportales de unos edificios en los que en su patio interior se encontraba el CG. del IV Cuerpo de Ejército al que los del HVO, buscaban incansablemente en sus bombardeos.

De vez en cuando y si era necesario nos dábamos un salto hasta el hospital si allí se nos requería, con la precaución de mover únicamente un blindado. Atendíamos las necesidades de algún periodista que se acercara hasta nosotros y colaborábamos en la medida de lo posible con los observadores militares de la ONU. Eso es lo que hacíamos, bueno eso y el recuento de granadas que había que apuntar con una minuciosidad digna de mejor causa, puesto que había que reflejar el dato en el informe post misión que rendíamos los jefes de sección nada más llegar a Dracevo, que es que no te dejaban ni ducharte. Era una labor de lo más creativa, que proporcionaba al que la llevaba a cabo un estado de ánimo jovial y optimista. No sé cómo explicarlo, pero desde luego no he visto nunca una labor más deprimente y frustrante en mi puñetera vida.

Total que me he ido del relato, decía que llegamos hasta la zona en la que realizábamos habitualmente el relevo, lo hicimos con rapidez, al fin y al cabo sabíamos lo que había que hacer, así que despedimos a la sección saliente y nos acomodamos bajo los soportales, esperando que los informes de inteligencia estuvieran equivocados y tuviéramos un día tranquilo. En el BMR de Arienza Santos el capitán del EA, me parece recordar que se apellidaba Valle, tenía organizado un follón más que mediano mientras montaba su equipo y comprobaba la emisora tierra aire que era el instrumento con el que enlazaría con los aviones aliados.

Estábamos colocados en hilera bajo los soportales, en el extremo sur del “despliegue” estaba situada la ambulancia, en el centro el Mercurio y después seguíamos los  dos blindados de línea que eran los que tenía aquel día la sección.  Esa manera de colocar los BMR garantizaba que la ambulancia podía salir con toda rapidez  y lo mismo sucedía con el BMR de línea que estaba en cola, no es que estuviéramos esperando una urgencia, porque además en Mostar el concepto de urgencia era algo muy relativo,  pero más valía prevenir que curar.
La mañana avanzaba y la situación se mantenía tranquila, se oían algunos disparos pero los morteros y la artillería croata permanecían en silencio. Aprovechando el momento me acerqué hasta el cuartel general del IV Cuerpo de Ejército de la Armija, para ver si tenían algo para nosotros, me atendió Sanja, la intérprete del general que me advirtió que esperaban un  bombardeo muy fuerte, le dije que nuestra inteligencia avisaba lo mismo y como nada tenía que hacer por allí, volví a los blindados.

Sobre las 10,30 horas comenzó el bombardeo, primero fueron los morteros de 122 mm, que desde Buna hacían fuego buscando precisamente el Cuartel General que acababa de visitar, comenzaron con descargas de tres granadas con una cadencia de una descarga cada tres minutos, las granadas caían al otro lado del edificio que nos cubría, pero a pesar que desde el monte Hum les tenían que estar corrigiendo el fuego, no lograron ningún impacto en el patio interior, aunque le dieron tres o cuatro veces al edificio en cuya planta baja y semisótanos se encontraba la dependencia de la Armija.

Cuando llevaban una hora con los morteros, entró en acción la artillería, nos disparaban con un cacharro que se conoce como el M77OGANJ, un lanzador multitubos – para entendernos, una versión más moderna de eso que han visto ustedes en las películas de la II Guerra Mundial y que se conocían como los Órganos de Stalin - que lanzaba cohetes de 128 mm de calibre y de dos metros de longitud, con una carga explosiva importante y 3500 bolas de acero endurecido como metralla. Era una mala noticia para nosotros, porque la utilización de la artillería  nos anunciaba que la cosa iba en serio, la jornada iba a ser dura, el HVO no sacaba su artillería a pasear más que en las ocasiones importantes.

El primer saludo artillero  estuvo compuesto por tres salvas de cohetes que nos lanzaron en quince minutos. En primer lugar lanzaron una descarga de seis cohetes que cayó al noroeste de nuestra posición, pero muy cerca. Después nos mandaron una de doce cohetes que cayeron al suroeste de la sección y  para finalizar la serie, supongo que cuando consideraron que estaban en efectividad, una salva de veinticuatro proyectiles que hicieron temblar el suelo sobre el que nos encontrábamos, los proyectiles caían muy próximos a nuestra posición, estaban claramente buscando el Cuartel General de la Armija y nosotros estábamos muy cerca de la Armija, demasiado cerca para mi gusto, al menos ese día.
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Ya  he explicado en alguna ocasión que los proyectiles de artillería se oyen llegar, lo que es bueno porque cuando llegan ya sabes que te llega el regalito. Hacen un ruido muy parecido al que hace una sábana cuando es rasgada, por el contrario los proyectiles de mortero cuando los oyes llegar, emiten un silbido no demasiado fuerte, no te da tiempo a nada, lo oyes y en un par de segundos se produce el impacto.

Los legionarios aguantaban bien el bombardeo, no es un plato de gusto pasar por ese trance, porque entre el ruido, el polvo, el humo de las explosiones de los proyectiles y el de los incendios que se producen, el entorno resulta muy incómodo, pero como tampoco podíamos hacer otra cosa, allá estábamos sentados en el interior de los vehículos, entretenido cada uno con lo suyo, esperando que escampara.

Al rato, como parecía que la cosa se había calmado al menos en nuestra zona más próxima, la artillería croata disparaba ahora sobre la ladera de la montaña al otro lado de la carretera, lugar desde el que los musulmanes devolvían el fuego como podían, aproveché para charlar con el capitán del EA. Era su primer día en Mostar y suponía que el hombre debía estar pensando en lo que le esperaba los próximos seis meses, así que me acerqué  al blindado de Arienza, le pregunté cómo le iban las cosas y de pasada le expliqué que lo que nos estaba cayendo no era lo  normal.

El capitán me dijo ― ¿No crees que sería buena idea pedir que viniera la aviación y diera unas pasadas de advertencia?
Si tengo que ser sincero pensé que el capitán era un iluso, en el ejército español lo de no dar apoyo a las unidades subordinadas o hacerlo con cuentagotas es una tradición de siglos, probablemente  la costumbre se deba a la habitual falta de medios del mando y los problemas logísticos, pero pensé que aunque no iba a venir nadie, le vendría bien a Valle entretenerse llamando y pidiendo apoyo aéreo para la sección.
Le expliqué sobre el mapa la labor de corrección de tiro que se llevaba a cabo desde el monte Hum y le sugerí que los aviones podían buscar la artillería en la zona de Krusevo, lugar en la que los había visto una vez haciendo fuego contra Mostar  y le señalé Buna, lugar desde el que nos hacían fuego los morteros de 122 mm.

Allí lo dejé la mar de entretenido y me metí en el BMR porque volvía a granizar, esta vez nos lanzaron tres salvas de artillería, la primera de doce cohetes y las otras dos de veinticuatro. Tiraban sobre nosotros, de hecho los blindados comenzaban a recibir impactos de metralla y la situación resultaba incómoda y estresante, para que vamos a engañarnos. El que haya soportado un bombardeo sabrá de qué hablo. Le comenté a Guerra lo que me había dicho el capitán sobre el apoyo aéreo y se mostró de acuerdo conmigo, no iba a venir nadie, pero al menos así se entretenía, que el tener cosas que hacer ayuda mucho a pasar distraidamente los bombardeos.

Pero miren por dónde a los quince minutos, Valle me comunicó que había dos aviones Jaguar británicos sobrevolando la zona; si los croatas entendían de aviones estarían mosqueados porque el Jaguar entre otras funciones cumple con las de ataque al suelo. Le pregunté si les había dado los “blancos” pero me dijo que no podía contactar con ellos y al final confieso que aunque no soy del sindicato de Santo Tomás el apóstol escéptico, pensé que los aviones se habían dado un garbeo por Mostar por la razón que fuera, pero que nosotros no teníamos nada que ver con el dichoso vuelo.

La artillería seguía a lo suyo y las cosas se iban complicando, porque visto el interés que ponían aquellos cabrones en su trabajo al final nos iban a meter algún impacto directo sobre el edificio bajo cuyos soportales estábamos aparcados. Seguían lanzando salvas de doce cohetes y sólo teníamos descanso cuando cambiaban de objetivo y le sacudían a la zona sur del barrio o se ocupaban de machacar la ladera situada al este de nuestra posición, en la que se habían situado, lo vieron estos ojitos que se han de comer los gusanos, tres equipos de francotiradores que deberían estar haciendo carne en el otro lado del Neretva.

Al final a las tres de la tarde pensé que de perdidos al río y decidí ser un hombre de fe, le pedí al capitán Valle que solicitara un vuelo sobre el monte Hum, el capitán agarró la radio y le dieron el OK a las 15,00 horas, no se lo van a creer, al menos a mí me costó un trabajo tremendo creérmelo pero  a las 15,15 dos aviones A-16, aviación americana embarcada me dijo el experto, sobrevolaron el Hum y les metieron tres o cuatro pasadas alucinantes, que esas me las gocé, porque desde el otro lado de la calle podía ver algo de lo que sucedía. 

No me lo podía creer había solicitado apoyo aéreo y ¡me lo habían dado! Estoy convencido de haber sido el primer teniente del ejército español que experimentó una cosa igual y no me vengan que si fue el capitán el que hizo el trabajo. Naturalmente que lo hizo, pero siguiendo instrucciones mías, esta hazaña aeronáutica debería tenerla anotada en la hoja de servicios: D. Miguel Rives Bernadas teniente de La Legión, el día 17 de septiembre de 1993, encontrándose en Bosnia, solicitó apoyo aéreo y se lo dieron. Oiga como en las películas americanas, increíble como les digo.

Lo cierto es que los morteros del Hum pararon un rato, pero a las 15,30 horas un proyectil de mortero de los que venían de Buna cayó en la azotea de la casa, justo encima de dónde estábamos, de tal manera que los escombros que produjo la explosión cayeron sobre los vehículos. Siguieron así toda las tarde aunque lo más grueso del fuego caía ya en la zona sur del barrio y en las laderas en las que los morteros musulmanes y cañones sin retroceso contestaban al fuego jáveo. A pesar de que el fuego disminuyera, lo cierto es que la puntería croata mejoró ostensiblemente, de tal manera que sobre las 16,30 horas consiguieron meter una salva de morteros en el patio interior del edificio en el que estábamos protegidos y que como ya he dicho era donde se encontraba el CG del IV Cuerpo de Ejército musulmán.

Mi gente estaba cansada, tensa, no había comido apenas y ahora tocaba darme una vuelta por los vehículos y charlar un rato con la gente. Me dolía la cabeza, tenía la boca amarga y estaba entre molesto y cabreado, nos habían dado el día completo. Sobre la zona en que la se encontraba la sección, según los cálculos de los observadores cayeron más de 300 granadas de artillería y de morteros pesados, sin  poder contar las de los MM,s. En el barrio musulmán durante el día se estimó que habían caído más 900 granadas entre proyectiles de artillería y granadas de 122 mm, un día como para olvidar o por mejor decir, un día que no íbamos a olvidar.

El capitán ya había pegado la hebra con el cabo Espinosa y habían repasado todas las copas de Europa que había ganado el Madrid, comentado minuciosamente resultados, contrarios y jugadores propios. Se acercaba el atardecer y parecía que los croatas debían estar municionando, porque ya no disparaba la artillería y sólo desde Buna nos mandaban de vez en cuando una granada de 122 mm, pero más con la intención de incomodar que otra cosa.

Recé para que la noche fuese tranquila y pensé, que a pesar de que nos habían dado una despedida de abrigo, todo había ido razonablemente bien, algún impacto de metralla en el blindaje y poca cosa más. Eso sí, mucha incomodidad y tensión, pero ya se sabe, al menos eso reza el viejo dicho, que bien está lo que bien acaba. Así que si la noche era medio decente - normalmente si disparaban sobre el barrio lo hacían con carros de combate y nosotros estábamos a cubierto de ese tipo de disparos - podríamos descansar y al día siguiente cogeríamos el caminito de Dracevo y nos despediríamos de Mostar sin novedad.

Me cercioré que el servicio de seguridad estuviera montado y cené con mi gente en el BMR, empezaba a refrescar y se agradecía, todos estábamos algo deshidratados, ahora era el momento de recuperarse. Del BMR de Arienza nos llegaban las risas que se traían los del Ejército del Aire con los legías, estaba claro que no hay nada como un buen bombardeo para engrasar las relaciones personales.


CODA:

Si a alguien le extraña la buena memoria que tengo para el número de granadas y las horas, debo confesar que el mérito lo tiene una pequeña libreta en la que apunté todo lo que los croatas nos lanzaron ese día y que todavía conservo.


Comentarios

  1. No se si entró el anterior comentario, por si no fué así ahí va de nuevo. Enhorabuena al narrador (le animo a escribir un libro) y a todos los militares españoles que trabajaron brillantemente en la ex-Yugoslavia. Con la tristeza propia de un catalán preocupado por su país, España: Visca la Constitució, Visca Espanya.

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  2. Buenas noches Sitges, le agradezco el comentario tan amable. Sobre lo de escribir un libro, el texto está escrito, ahora hace falta encontrar a quién quiera publicarlo. Saludos.

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  3. Enhorabuena por los relatos.
    Traen a mi memoria aquellos tiempos. Seguro coincidí con usted por allí. les repare las torres de los bmr de toda la zo.
    era armero en Divulje. y recuerdo a kifer llevándome las navajas de su cia. para afilárselas.
    gracias

    l pinto.

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  4. Buenos días Pinto, muchas gracias por el comentario y sobre todo por el magnífico trabajo que hicisteis en Divulje para nosotros. Mi compañía pasó por allí en agosto del 93 desde día 8 hasta final de mes. Fue la primera y única vez que pasamos por allí y la verdad es que tanto los vehículos, como el armamento y las transmisiones quedaron de lujo. Un abrazo.

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