Entramos por la calle principal del
barrio musulmán de Mostar y ampliamos la distancia de seguridad entre vehículos,
si por desgracia nos alcanzaban había que procurar que el blanco fuera lo menos
rentable posible y aminorar los daños. Poco podíamos hacer ya en el barrio
musulmán, lo de patrullar bajo un diluvio de granadas de mortero de 122 mm sin
tener posibilidad de buscar refugio o evitar la calle principal, que era unos
de los objetivos prioritarios de los croatas, constituía una imprudencia
injustificada. De todas maneras las autoridades civiles y militares musulmanas no pretendían que patrulláramos,
su interés estaba reducido a que las unidades de la AGT. Canarias permanecieran
en el barrio.
Era lógico, el asalto definitivo por
parte de los croatas se iba retrasando porque no querían hacerlo ante los ojos
de los de UNPROFOR. Por eso la Armija insistía en que una patrulla de los
nuestros estuviera de manera permanente en la zona musulmana. Simplemente éramos una
medida disuasoria, por lo tanto nosotros
llegábamos al barrio, efectuábamos el relevo lo más rápidamente posible y
ocupábamos una posición medianamente a cubierto en unos soportales de unos
edificios en los que en su patio interior se encontraba el CG. del IV Cuerpo de
Ejército al que los del HVO, buscaban incansablemente en sus bombardeos.
De vez en cuando y si era necesario nos
dábamos un salto hasta el hospital si allí se nos requería, con la precaución de
mover únicamente un blindado. Atendíamos las necesidades de algún periodista
que se acercara hasta nosotros y colaborábamos en la medida de lo posible con los
observadores militares de la ONU. Eso es lo que hacíamos, bueno eso y el
recuento de granadas que había que apuntar con una minuciosidad digna de mejor
causa, puesto que había que reflejar el dato en el informe post misión que rendíamos los
jefes de sección nada más llegar a Dracevo, que es que no te dejaban ni
ducharte. Era una labor de lo más creativa, que proporcionaba al que la llevaba
a cabo un estado de ánimo jovial y optimista. No sé cómo explicarlo, pero desde
luego no he visto nunca una labor más deprimente y frustrante en mi puñetera vida.
Total que me he ido del relato, decía que llegamos hasta la zona en la que realizábamos habitualmente el relevo, lo hicimos con
rapidez, al fin y al cabo sabíamos lo que había que hacer, así que despedimos a
la sección saliente y nos acomodamos bajo los soportales, esperando que los
informes de inteligencia estuvieran equivocados y tuviéramos un día tranquilo.
En el BMR de Arienza Santos el capitán del EA, me parece recordar que se
apellidaba Valle, tenía organizado un follón más que mediano mientras montaba
su equipo y comprobaba la emisora tierra aire que era el instrumento con el que
enlazaría con los aviones aliados.
Estábamos colocados en hilera bajo los
soportales, en el extremo sur del “despliegue” estaba situada la ambulancia, en
el centro el Mercurio y después seguíamos los dos blindados de línea que eran los que
tenía aquel día la sección. Esa
manera de colocar los BMR garantizaba que la ambulancia podía salir con toda rapidez
y lo mismo sucedía con el BMR de línea
que estaba en cola, no es que estuviéramos esperando una urgencia, porque
además en Mostar el concepto de urgencia era algo muy relativo, pero más valía prevenir que curar.
La mañana avanzaba y la situación se
mantenía tranquila, se oían algunos disparos pero los morteros y la artillería
croata permanecían en silencio. Aprovechando el momento me acerqué hasta el
cuartel general del IV Cuerpo de Ejército de la Armija, para ver si tenían algo
para nosotros, me atendió Sanja, la intérprete del general que me advirtió que
esperaban un bombardeo muy fuerte, le
dije que nuestra inteligencia avisaba lo mismo y como nada tenía que hacer por
allí, volví a los blindados.
Sobre
las 10,30 horas comenzó el bombardeo, primero fueron los morteros de 122 mm,
que desde Buna hacían fuego buscando precisamente el Cuartel General que
acababa de visitar, comenzaron con descargas de tres granadas con una cadencia
de una descarga cada tres minutos, las granadas caían al otro lado del edificio
que nos cubría, pero a pesar que desde el monte Hum les tenían que estar
corrigiendo el fuego, no lograron ningún impacto en el patio interior, aunque
le dieron tres o cuatro veces al edificio en cuya planta baja y semisótanos se
encontraba la dependencia de la Armija.
Cuando
llevaban una hora con los morteros, entró en acción la artillería, nos
disparaban con un cacharro que se conoce como el M77OGANJ, un lanzador
multitubos – para entendernos, una versión más moderna de eso que han visto ustedes en las películas de la
II Guerra Mundial y que se conocían como los Órganos de Stalin - que lanzaba
cohetes de 128 mm de calibre y de dos metros de longitud, con una carga
explosiva importante y 3500 bolas de acero endurecido como metralla. Era una
mala noticia para nosotros, porque la utilización de la artillería nos anunciaba que la cosa iba en serio, la
jornada iba a ser dura, el HVO no sacaba su artillería a pasear más que en las
ocasiones importantes.
El
primer saludo artillero estuvo compuesto
por tres salvas de cohetes que nos lanzaron en quince minutos. En primer lugar lanzaron
una descarga de seis cohetes que cayó al noroeste de nuestra posición, pero muy
cerca. Después nos mandaron una de doce cohetes que cayeron al suroeste de la
sección y para finalizar la serie, supongo que cuando consideraron que estaban en efectividad, una
salva de veinticuatro proyectiles que hicieron temblar el suelo sobre el que nos encontrábamos, los
proyectiles caían muy próximos a nuestra posición, estaban claramente buscando
el Cuartel General de la Armija y nosotros estábamos muy cerca de la Armija, demasiado cerca para mi gusto, al menos ese día.
.
Ya he explicado en alguna ocasión que los
proyectiles de artillería se oyen llegar, lo que es bueno porque cuando
llegan ya sabes que te llega el regalito. Hacen un ruido muy parecido al que hace
una sábana cuando es rasgada, por el contrario los proyectiles de mortero
cuando los oyes llegar, emiten un silbido no demasiado fuerte, no te da
tiempo a nada, lo oyes y en un par de segundos se produce el impacto.
Los
legionarios aguantaban bien el bombardeo, no es un plato de gusto pasar por ese
trance, porque entre el ruido, el polvo, el humo de las explosiones de los
proyectiles y el de los incendios que se producen, el entorno resulta muy
incómodo, pero como tampoco podíamos hacer otra cosa, allá estábamos sentados
en el interior de los vehículos, entretenido cada uno con lo suyo, esperando
que escampara.
Al rato, como
parecía que la cosa se había calmado al menos en nuestra zona más próxima, la
artillería croata disparaba ahora sobre la ladera de la montaña al otro lado de
la carretera, lugar desde el que los musulmanes devolvían el fuego como podían,
aproveché para charlar con el capitán del EA. Era su primer día en Mostar y suponía que el hombre debía estar pensando en lo que le esperaba los próximos
seis meses, así que me acerqué al
blindado de Arienza, le pregunté cómo le iban las cosas y de pasada le expliqué que
lo que nos estaba cayendo no era lo normal.
El
capitán me dijo ― ¿No crees que sería buena idea pedir que viniera la aviación
y diera unas pasadas de advertencia?
Si
tengo que ser sincero pensé que el capitán era un iluso, en el ejército español
lo de no dar apoyo a las unidades subordinadas o hacerlo con cuentagotas es una tradición de siglos,
probablemente la costumbre se deba a la habitual falta de medios del mando y los problemas
logísticos, pero pensé que aunque no iba a venir nadie, le vendría bien a
Valle entretenerse llamando y pidiendo apoyo aéreo para la sección.
Le
expliqué sobre el mapa la labor de corrección de tiro que se llevaba a cabo
desde el monte Hum y le sugerí que los aviones podían buscar la artillería en
la zona de Krusevo, lugar en la que los había visto una vez haciendo fuego contra Mostar y le señalé Buna,
lugar desde el que nos hacían fuego los morteros de 122 mm.
Allí
lo dejé la mar de entretenido y me metí en el BMR porque volvía a granizar,
esta vez nos lanzaron tres salvas de artillería, la primera de doce cohetes y
las otras dos de veinticuatro. Tiraban sobre nosotros, de hecho los blindados
comenzaban a recibir impactos de metralla y la situación resultaba
incómoda y estresante, para que vamos a engañarnos. El que haya soportado un
bombardeo sabrá de qué hablo. Le comenté a Guerra lo que me había dicho el
capitán sobre el apoyo aéreo y se mostró de acuerdo conmigo, no iba a venir
nadie, pero al menos así se entretenía, que el tener cosas que hacer ayuda
mucho a pasar distraidamente los bombardeos.
Pero
miren por dónde a los quince minutos, Valle me comunicó que había dos aviones
Jaguar británicos sobrevolando la zona; si los croatas entendían de aviones
estarían mosqueados porque el Jaguar entre otras funciones cumple con las de
ataque al suelo. Le pregunté si les había dado los “blancos” pero me dijo que
no podía contactar con ellos y al final confieso que aunque no soy del
sindicato de Santo Tomás el apóstol escéptico, pensé que los aviones se habían dado un garbeo por
Mostar por la razón que fuera, pero que nosotros no teníamos nada que ver con el dichoso vuelo.
La
artillería seguía a lo suyo y las cosas se iban complicando, porque visto el
interés que ponían aquellos cabrones en su trabajo al final nos iban a meter
algún impacto directo sobre el edificio bajo cuyos soportales estábamos
aparcados. Seguían lanzando salvas de doce cohetes y sólo teníamos descanso
cuando cambiaban de objetivo y le sacudían a la zona sur del barrio o se ocupaban
de machacar la ladera situada al este de nuestra posición, en la que se habían
situado, lo vieron estos ojitos que se han de comer los gusanos, tres equipos
de francotiradores que deberían estar haciendo carne en el otro lado del
Neretva.
Al
final a las tres de la tarde pensé que de perdidos al río y decidí ser un hombre de fe, le pedí al capitán
Valle que solicitara un vuelo sobre el monte Hum, el capitán agarró la radio y
le dieron el OK a las 15,00 horas, no se lo van a creer, al menos a mí me costó un trabajo tremendo creérmelo pero a las 15,15 dos
aviones A-16, aviación americana embarcada me dijo el experto, sobrevolaron el
Hum y les metieron tres o cuatro pasadas alucinantes, que esas me las gocé,
porque desde el otro lado de la calle podía ver algo de lo que sucedía.
No me
lo podía creer había solicitado apoyo aéreo y ¡me lo habían dado! Estoy
convencido de haber sido el primer teniente del ejército español que
experimentó una cosa igual y no me vengan que si fue el capitán el que hizo el
trabajo. Naturalmente que lo hizo, pero siguiendo instrucciones mías, esta hazaña aeronáutica debería tenerla anotada en la hoja de servicios: D. Miguel Rives Bernadas teniente de La Legión, el día 17 de septiembre de 1993, encontrándose en Bosnia, solicitó apoyo aéreo y se lo dieron. Oiga
como en las películas americanas, increíble como les digo.
Lo
cierto es que los morteros del Hum pararon un rato, pero a las 15,30 horas un
proyectil de mortero de los que venían de Buna cayó en la azotea de la casa, justo
encima de dónde estábamos, de tal manera que los escombros que produjo la
explosión cayeron sobre los vehículos. Siguieron así toda las tarde aunque lo
más grueso del fuego caía ya en la zona sur del barrio y en las laderas en las que
los morteros musulmanes y cañones sin retroceso contestaban al fuego jáveo. A pesar
de que el fuego disminuyera, lo cierto es que la puntería croata mejoró
ostensiblemente, de tal manera que sobre las 16,30 horas consiguieron meter una
salva de morteros en el patio interior del edificio en el que estábamos
protegidos y que como ya he dicho era donde se encontraba el CG del IV Cuerpo de
Ejército musulmán.
Mi gente estaba cansada, tensa, no había comido apenas y ahora tocaba darme una
vuelta por los vehículos y charlar un rato con la gente. Me dolía la cabeza,
tenía la boca amarga y estaba entre molesto y cabreado, nos habían dado el día
completo. Sobre la zona en que la se encontraba la sección, según los cálculos de los observadores cayeron
más de 300 granadas de artillería y de morteros pesados, sin poder contar las de los MM,s. En el barrio
musulmán durante el día se estimó que habían caído más 900 granadas entre
proyectiles de artillería y granadas de 122 mm, un día como para olvidar o por
mejor decir, un día que no íbamos a olvidar.
El
capitán ya había pegado la hebra con el cabo Espinosa y habían repasado todas las copas
de Europa que había ganado el Madrid, comentado minuciosamente resultados,
contrarios y jugadores propios. Se acercaba el atardecer y parecía que los
croatas debían estar municionando, porque ya no disparaba la artillería y sólo
desde Buna nos mandaban de vez en cuando una granada de 122 mm, pero más con la
intención de incomodar que otra cosa.
Recé
para que la noche fuese tranquila y pensé, que a pesar de que nos habían dado
una despedida de abrigo, todo había ido razonablemente bien, algún impacto de
metralla en el blindaje y poca cosa más. Eso sí, mucha incomodidad y tensión,
pero ya se sabe, al menos eso reza el viejo dicho, que bien está lo que bien
acaba. Así que si la noche era medio decente - normalmente si disparaban sobre
el barrio lo hacían con carros de combate y nosotros estábamos a cubierto de
ese tipo de disparos - podríamos descansar y al día siguiente cogeríamos el
caminito de Dracevo y nos despediríamos de Mostar sin novedad.
Me
cercioré que el servicio de seguridad estuviera montado y cené con mi gente en
el BMR, empezaba a refrescar y se agradecía, todos estábamos algo
deshidratados, ahora era el momento de recuperarse. Del BMR de Arienza nos
llegaban las risas que se traían los del Ejército del Aire con los legías, estaba claro que no hay nada como un buen bombardeo para engrasar las relaciones
personales.
CODA:
Si
a alguien le extraña la buena memoria que tengo para el número de granadas y
las horas, debo confesar que el mérito lo tiene una pequeña libreta en la que
apunté todo lo que los croatas nos lanzaron ese día y que todavía conservo.
No se si entró el anterior comentario, por si no fué así ahí va de nuevo. Enhorabuena al narrador (le animo a escribir un libro) y a todos los militares españoles que trabajaron brillantemente en la ex-Yugoslavia. Con la tristeza propia de un catalán preocupado por su país, España: Visca la Constitució, Visca Espanya.
ResponderEliminarBuenas noches Sitges, le agradezco el comentario tan amable. Sobre lo de escribir un libro, el texto está escrito, ahora hace falta encontrar a quién quiera publicarlo. Saludos.
ResponderEliminarEnhorabuena por los relatos.
ResponderEliminarTraen a mi memoria aquellos tiempos. Seguro coincidí con usted por allí. les repare las torres de los bmr de toda la zo.
era armero en Divulje. y recuerdo a kifer llevándome las navajas de su cia. para afilárselas.
gracias
l pinto.
Buenos días Pinto, muchas gracias por el comentario y sobre todo por el magnífico trabajo que hicisteis en Divulje para nosotros. Mi compañía pasó por allí en agosto del 93 desde día 8 hasta final de mes. Fue la primera y única vez que pasamos por allí y la verdad es que tanto los vehículos, como el armamento y las transmisiones quedaron de lujo. Un abrazo.
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