¿Recuerdan a Miguel Pajares? el ébola lo mató.
El 12 de agosto fallecía el misionero español de 75 años Miguel Pajares infectado del ébola, enfermedad que contrajo en Liberia ayudando al director del hospital en el que prestaba sus inestimables servicios.
Desde que comenzó la historia de la enfermedad y muerte de este misionero de la Orden de los Hermanos de San Juan de Dios, en España se levantó una vomitiva campaña que no respetó nada. Una ola de odio profundo a cuenta de que el enfermo era un religioso, provocó una exhibición de miseria moral difícil de alcanzar. En las redes sociales ciudadanos supuestamente normales, vomitaron lo indecible, con una saña repugnante y que en ocasiones rozaba lo obsceno..
Hay cosas que me tocan la fibra y en esas situaciones reconozco que tengo menos correa que un reloj de pared, era tal mi indignación, que preferí no escribir sobre el tema porque lo único que me apetecía era mentarle la madre al conjunto de miserables que competían por ver quién era el que decía la barbaridad más grande.
Luego estaban los hipócritas... y, y aquí me voy a quedar porque me está subiendo la temperatura y no quiero dispararme. En lugar de escribir yo, utilizaré un texto que me mandó un amigo mío, un artículo publicado en La Voz de Galicia el día 9 de agosto de 2014 y del que es autor Xosé Luis Barreiro Rivas que creo les va a interesar.
Lo cuelgo en el blog porque creo que deja las cosas muy claras, espero que el autor y el periódico no tengan inconveniente. Reza así:
España está
en riesgo de exclusión moral
Este país, que gasta semanalmente cientos de miles de euros
para atender los comas etílicos y narcóticos de alocados botellones y furiosas
discotecas, se ha planteado -en serio y en frío- la asquerosa posibilidad de
cobrarle a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios el traslado a España del
padre Miguel Pajares. Y lo peor, pienso yo, no es la miseria humana y política
que subyace detrás de esta bobada, sino la terrible y consecuente presunción de
que la inmensa mayoría de los españoles desconocen que la mencionada orden,
ejemplo de solidaridad y entrega, es una gloriosa inspiración del granadino de
San Juan de Dios, que es reconocida en más de cuarenta países por el
sobrenombre italiano de Fatebenefratelli, es decir, «los hermanos que hacen el
bien».
Este país, que moviliza todo el sistema sanitario de Navarra
para atender a los heridos por asta de toro o por el vino tinto de los
Sanfermines, que gasta millonadas para rescatar a deportistas inexpertos y
temerarios que se pierden en las montañas y simas o se meten en los aludes de
nieve, se pregunta ahora -en serio y en frío- si el rescate de un misionero es
propio de un Estado laico o si conviene ejemplificar con esta cutre restricción
que los católicos somos los únicos que no cabemos en el pluralismo exacerbado
de nuestra Constitución.
A este país, que sale a rescatar pateras, que acude gratis a
terremotos y tsunamis, que cree en los derechos sanitarios de todos los
sin papeles, y que no discrimina a ninguna minoría natural o artificial, le
entra el canguelo cuando el rescatado es un misionero con ébola, como si los
médicos no supiesen lo que hacen, o como si la UE pudiese blindarse, cerrando
los ojos, frente al mundo que la rodea.
Este país, que debería sentirse orgulloso de sus órdenes
religiosas, jamás se ha preguntado qué harían Francia, Alemania, Inglaterra o
los Estados Unidos -porque solo Italia se puede comparar- si de sus gentes y
sus sabios hubiesen brotado los jesuitas, los dominicos, los mercedarios, los
jerónimos, los carmelitas descalzos, los agustinos recoletos, los hospitalarios
de San Juan de Dios y tantas otras instituciones que fueron cumbre de servicio,
erudición y caridad en todo el mundo. Ellos se sentirían deudores de su labor.
Pero a nuestros políticos y analistas, ignorantes donde los haya, les ha dado
por convertir la descristianización en la imposible señal de identidad de
España.
Y por eso andamos a diario con estas majaderías: a cualquier marginado
se le ofrece lo que sea, salvo que sea dominico o jesuita, que en ese caso deja
de ser responsabilidad del Estado. Ni siquiera cuando somos grandes y
solidarios estamos orgullosos de hacer lo que finalmente hizo el Gobierno.
Porque hemos sustituido los valores de siempre por trapalladas «correctas» que
a nadie convencen, pero que nadie discute.
Fdo.
Xosé Luis Barreiro Rivas
Para cerrar, dejaré el comentario que me hacía el amigo que me remitió el texto de Xosé Luis Barreiro Rivas, porque lo que dice es muy cierto y creo completa perfectamente la definición del disparate moral que vivimos.
Me decía mi buen amigo:
Me decía mi buen amigo:
"A todo cuanto cita el articulista, yo añado: Y un Estado que paga religiosamente el rescate de barcos pesqueros que no izan bandera española (pero llevan la icurriña), y pagan el rescate y repatrian a unos sujetos que además declaran que no son españoles"
Advierto que la c de "icurriña" está puesta así a propósito.
Ahí queda el texto, creo que muchos deberían hacer una profunda reflexión, la incultura y el odio hacen un perfecto maridaje, hay que tener cuidado con estas exhibiciones de odio gratuito que cada vez vemos y sufrimos más a menudo...
La sociedad española no tiene referentes, ni morales, ni eticos ni tan siquiera sociales, el estado durante 35 años ha hecho de esta falta de principios bandera y el resultado es el que tenemos.
ResponderEliminarY señores, no se confundan, iremos a peor
Excelente reflexión.
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