La culpa es siempre de los demás
Me imagino que el presente
escrito no me va a proporcionar demasiados aplausos, pero tengo la mala
costumbre de escribir siempre sobre lo que se me ocurre y llevo unos cuantos
días en los que la idea primigenia que pretendo explicar aquí, me ronda por la
cabeza y cuando eso me sucede si no digo lo que pienso reviento. Desde chico he
tenido una boca tan grande como el túnel del metro y a estas alturas no creo
que vaya a cambiar de costumbres, sobre todo porque dentro de los límites que
marcan las leyes y también la buena educación, decir lo que uno piensa,
defender lo que uno cree, me parece –
llámenme raro - que es hasta bueno.
Los españoles tenemos una
costumbre que a mí me parece mala de solemnidad y en cambio a la inmensa
mayoría de mis conciudadanos les debe parecer buena, porque la ejercemos con una
profusión y eficacia que denota con claridad que nos nace de lo más profundo de
nuestra manera de ser. Aquí, la culpa, la responsabilidad es siempre de los demás,
esta es una idea que no proclamamos abiertamente, tampoco nos pasamos el día afirmando
que el sol sale por el este, pero que aplicamos a nuestra existencia con tal
naturalidad que estoy convencido que nace de nuestro inconsciente colectivo.
En el plano de lo político, lo
que sucede en esta España de nuestros pecados, es desde siempre responsabilidad
de los demás, bueno como hablamos de política se admite una variación, la culpa
en lugar de ser de los demás, será de los “otros”, los malditos adversarios
políticos, que eso viene de miedo para aplacar conciencias y levantar barreras
al peligroso vicio de la reflexión y la auto crítica.
Aquí nos hemos acostumbrado a
tragar con lo que nos echen, siempre y cuando nos parezca que no afecta a
nuestro bolsillo. Tragamos con el pavoroso pasteleo de la Constitución, claro
que veníamos de una guerra civil y una dictadura y todos, por aquello que habíamos aprendido a
lo largo de más de cuarenta años que decía que lo mejor era no meterse en
política y también porque el miedo guarda la viña, fuimos a votar y la
aprobamos sin pestañear, demostrando que éramos unos ciudadanos comprometidos
con nuestra naciente democracia.
Aquí todo el mundo se tragó la
fabulosa invención que nos contaron con lo del 23 F y palmaron los cuatro
primos que se expusieron y los inductores, los autores intelectuales, los de la
financiación, los del apoyo político, que los había de izquierda y derecha, se
fueron de rositas y aquí ninguno se atrevió ni siquiera a respirar a destiempo.
Aquí a nadie le importó un bledo
y si le importó a alguien bien que cuidó de cerrar la boca, la salvaje
corrupción de un PSOE que se financió de la extorsión a los empresarios y le
sacó jugo infinito a la obra pública, porque la gente entendía que a ellos no les quitaban nada. A nadie le importó un carajo
lo de los GAL y el latrocinio feroz de los fondos dedicados a la lucha
antiterrorista, porque por mucho ruido mediático que se montara, a la cárcel, que ahí es donde se pagan las responsabilidades, fueron cuatro y el cabo,
cuando estaba pringado medio escalafón del ministerio del Interior y vaya usted
a saber cuántos más en otras selectas escalas.
Aquí nos mataron a 200
conciudadanos en un atentado terrible y todavía no sabemos quiénes fueron los
autores intelectuales de la fechoría, que para más INRI, la versión oficial
transformó en un atentado llevado a cabo por unos cuantos musulmanes,
delincuentes de medio pelo, dedicados al trapicheo de chocolate, todos ellos confidentes del CNP, GC y CESID y
menos cuatro pavos a los que les dio vergüenza tragar con lo que resultaba
intragable, a los demás les importó un bledo el asunto y aceptaron mansamente
una sentencia que da vergüenza ajena y desde luego no hace justicia ni a las
víctimas ni a sus familias.
Y ahora uno entra en las redes
sociales o en los medios de comunicación y día tras día tiene que soportar la
infame teoría de que los políticos son unos inútiles incapaces de construir un
camino que nos evite la repetición de las elecciones. Y no seré yo quien
defienda a los políticos que, como buenos españoles que son, le echan la culpa
de esa incapacidad a “los otros”, que no quieren sacrificar lo que haya que
sacrificar para acercar posiciones y llegar a un pacto y se quedan tan tranquilos.
Pero habrá que reconocer que aquí
nos pusimos farrucos, porque como dice el refrán cuando no hay harina todo es mohína
y estábamos pasando las de Caín a cuenta de la falta de pasta y currelo y nos
fuimos a votar como quién va a descubrir América, porque ya sabíamos que todo
lo malo que nos sucedía lo producía el bipartidismo y así votamos para extirpar
ese tumor que iba a acabar con nuestro bienestar y no fuimos siquiera capaces
de acabar con el fenómeno. Naturalmente la culpa de ese fracaso fue de los votantes del PP y el PSOE que como todo el mundo sabe son unos impresentables y además unos rancios.
El resultado fue el que fue, no somos capaces
de encontrar un pacto que nos de un gobierno eficaz y fiable y seguramente
vamos de cabeza a unas nuevas elecciones. Como hay encuestas para todos los
gustos, existe una que mire usted por donde, nos informa que pese a lo que
estamos viendo, pese a la penosa exhibición a calzón quitado de los líderes
políticos, si se repitieran las elecciones hoy, el 82% de los votantes repetiría su voto del
20 D.
A la vista está que la inmensa mayoría de los votantes siguen pensando
que su voto era el correcto en diciembre y no lo van a cambiar ahora, primero
porque da mucha pereza eso de ponerse a pensar y sobre todo, porque la culpa, la responsabilidad no es de
ellos, la culpa será de Rajoy que no quiere dimitir, de Iglesias que es como
es, de Pedro Sánchez al que le va la marcha podemita cosa mala o de cualquiera
que ni siquiera pase por allí.
Me pregunto ¿No sería más sencillo
que visto lo visto buscáramos un resultado que nos garantizara estabilidad? Por
lo visto no, eso sería reconocer que en algo nos hemos equivocado y como demuestra nuestra historia más reciente, eso
es imposible, porque la culpa es siempre de los demás y no nuestra.
¿Qué cómo lo sé?, muy sencillo. Porque yo, que soy español a machamartillo, voté en diciembre lo que voté y en junio votaré lo mismo, que mi elección es la correcta y los que se equivocaron fueron los demás.
Es que no tenemos arreglo.
¿Qué cómo lo sé?, muy sencillo. Porque yo, que soy español a machamartillo, voté en diciembre lo que voté y en junio votaré lo mismo, que mi elección es la correcta y los que se equivocaron fueron los demás.
Es que no tenemos arreglo.
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