Espero que sea así, aquí les dejo el texto:
"...Corría el mes de junio del año
1993 y la Cía. Austria de la Agrupación Táctica Canarias estaba destacada en
Jablanica. Una pequeña población situada al norte de Mostar en manos de los
musulmanes que formaba parte del área de responsabilidad de las tropas españolas.
Era una zona montañosa dedicada tradicionalmente a la agricultura, la
explotación de los bosques y la ganadería.
Las líneas de confrontación entre
el HVO y la Armija estaban muy cerca de Jablanica. Por el sur los del HVO
estaban en Vrdi y combatían para controlar de manera permanente la carretera
que conducía a Mostar y ocupar la ribera este del Neretva con la finalidad de
evitar que hubiera comunicación con los habitantes del barrio musulmán de
Mostar. Hacia el norte la existencia de bolsas croatas amenazaban la carretera
a Sarajevo y al noroeste se encontraban los serbios que instalados en
posiciones dominantes, observaban encantados la escabechina que se estaba
produciendo entre musulmanes y croatas.
Entre la población de la zona se
percibía tensión, cansancio e inquietud, por desgracia sufrían muy directamente
las consecuencias de la guerra los civiles que allí vivían o los que,
procedentes de otras zonas arrasadas por los serbios primero y los croatas
después, habían buscado refugio en la población.
El destacamento, que estaba al
mando de un comandante del GT Colón, era una instalación de fortuna que se
encontraba en el casco urbano de la población, situada entre la carretera que
llevaba a Sarajevo y la ribera del Neretva. Ocupaba unas antiguas instalaciones
deportivas que comprendían un campo de fútbol con un césped magnífico; el
edificio del club, ocupado por los de la PLMM, las oficinas, transmisiones,
botiquín y una especie de cantina que poco o nada podía ofrecernos, aunque el
hecho de que se ocuparan del servicio dos jóvenes musulmanas bastante
atractivas, hacía más soportable la escuálida oferta. Había también una pista
de balonmano ocupada por tiendas parque y contenedores dormitorio y alguna que
otra edificación, que supongo, en otro tiempo serían los vestuarios, almacenes,
etc., etc.
Alrededor del campo de fútbol se
habían instalado los aparcamientos y el comedor compuesto por tres tiendas. Más
al norte se encontraban entre otros servicios, el camión lavandería y la cabina
del Hispasat - convenientemente protegida por sacos terreros - desde la que
podíamos hablar con la familia, en las raras ocasiones en las que tenías tiempo
libre y la cola no era demasiado larga.
La pista de balonmano estaba
ocupada por las tiendas dormitorio para los legionarios de la unidad destacada
y en su perímetro se encontraban los contenedores en los que dormía la tropa
que cuidaba del destacamento, un contenedor para duchas y servicios, los
contenedores para los oficiales y suboficiales de la compañía a la que le
tocara estar allí destacada. En la esquina NE estaba el acceso a uno de los
refugios contra bombardeos que
completaba el “paisaje” que no vamos a engañarnos, resultaba bastante
deprimente.
En su momento, las fuerzas
españolas habían alambrado el contorno de las instalaciones ocupando hasta la
acera de la carretera e incluyendo en el recinto una gran marquesina, en la que
en tiempos de paz se detenían los autobuses que iban a Konjic y Sarajevo. Allí
se instaló el cuerpo de guardia y muy próximos a la instalación estaban los
talleres.
Era un destacamento en constante
perfeccionamiento. Obligados por las circunstancias - los croatas se
entretenían bombardeando a la población y al destacamento - las garitas de los
centinelas se habían protegido con sacos terreros, lo mismo que el cuerpo de
guardia, defendido de la metralla por paredes de sacos colocadas bajo el techo
de la marquesina. En distintos lugares del destacamento se habían cavado
refugios para proteger al personal de los frecuentes bombardeos y todos los
días trabajábamos muy duro, codo con codo con los zapadores paracaidistas del teniente
Aguado que eran unos auténticos monstruos en lo que se refiere a la fortificación de
instalaciones.
Las compañías de fusiles de la AGT rotaban
en el destacamento. Una vez instalados lo primero que llamaba la atención para
los que veníamos de Dracevo era la cantidad, variedad y calidad de la comida.
En Jablanica se comía extraordinariamente bien, justamente lo contrario que
sucedía en Dracevo. Gracias al trabajo y la dedicación de mi buen amigo el
teniente legionario Javier Menéndez Moro y al de su equipo de cocina, se hacía
bueno aquello de “comida sana y abundante la que dan en el Tercio de
Extranjeros”, tal y como reza la letra de una antigua canción legionaria.
El teniente Menéndez Moro
pertenece a una saga legionaria impresionante. Era, bueno, era y es, nieto,
hijo, sobrino, primo, padre, hermano y tío de legionarios, así que lo del
estilo de La Legión lo había mamado desde la cuna. Como buen legionario servía
tanto para un roto, como para un descosido. Ya saben, como dije el otro día, en
el Tercio para lo que se tercie. Y Moro valía para dar de comer
extraordinariamente bien a pesar de las dificultades, como valió al poco
tiempo, para mandar brillantemente la 1ª sección de la Cía. Austria, cuando
Recena, que pertenecía a la Escala Media, ascendió a capitán de Infantería y
tuvo que dejar el mando de la sección.
Antes, cuando hablaba de la
calidad de la comida, me refería al trabajo del teniente y al esfuerzo de su
equipo. Lo de ser ranchero en el Tercio tiene su aquel, la exigencia es mucha y
desde luego no resultaba sencillo dar de comer en un destacamento en el que
había que cocinar, como era el caso de Jablanica, fuera del propio recinto y en
el que los víveres llegaban de lejos, cuando buenamente podían los convoyes y
además hay quien piensa y si no lo piensa lo parece, que los rancheros
pertenecen a una suerte de subespecie legionaria. La canción que he citado
hablaba de la comida sana y abundante, pero terminaba la estrofa diciendo “cocinada
por cinco o seis mangantes que nosotros llamamos los rancheros.
Así que lo de menospreciar a “los
de cocina” como también se les conoce genéricamente, está injustamente inscrito
en la tradición legionaria y desde luego nada más lejos de la realidad. A lo
largo de la historia de La Legión, los rancheros han demostrado una y otra vez
que cuando pintan bastos, pero bastos de los de verdad, sueltan el cucharón,
agarran el fusil y con absoluta normalidad, se comportan como los mejores.
En Jablanica el equipo de cocina
estaba encabezado por el cabo André Cornelli de la 9ª/VIII/3, que nos va a
servir para que veamos de que pasta están hechos esos hombres. Antes de
continuar quiero excusarme con el resto del equipo a los que no voy a nombrar,
pero estoy seguro que se sentirán bien representados por dos anécdotas
protagonizadas por el bueno de Cornelli, que cuando hacía falta, sacaba a
relucir un temple, que para sí hubieran querido muchos.
Cornelli era un flamenco, pero no
de los de Jerez de la Frontera, era un flamenco belga, que es cosa bien
distinta. Alto, nervudo, con los rasgos faciales muy pronunciados, medio calvo
y con un pelo rubio poco lustroso. Era trabajador, alegre y muy comunicativo
para mi desgracia; porque he de confesar que el castellano del cabo me
resultaba prácticamente ininteligible y cuando Cornelli me soltaba una de sus
parrafadas, me dejaba casi siempre en treinta y tres y contestando a ojo de
buen cubero.
El cabo era y es, que todavía
debe estar dando trabajo por esos mundos de Dios, un hombre de grandes virtudes
a las que acompañaba, como nos sucede a todos o casi todos, una panoplia
medianamente surtida de costumbres no muy recomendables. Entre esas costumbres
estaba la de ser un convencido adorador de Baco. Lo del morapio y La Legión son
cuestiones que han ido de la mano desde los tiempos de la fundación. Los
legionarios hemos tenido fama, unas veces justificadamente y otras menos, de
ser muy aficionados a darle al jarro con una dedicación y entusiasmo que dejaba
a los cosacos en simples aficionados.
De vez en cuando a Cornelli se le
iba la mano con el vino y cuando eso se producía, sucedía lo que acostumbra a
pasar en estas situaciones. El “incidente” y sus consecuencias se solucionaban
discretamente entre el mando correspondiente y el cabo, como se solucionan estas
cosas en La Legión. No lo voy a explicar aquí, porque si el que me lee es
legionario, sabe perfectamente a qué me refiero y si el lector no lo es, para qué
se lo voy a contar. Dejaremos los detalles de la particular metodología del
mando y la instrucción en unidades legionarias que se conoce como el “estilo
legionario” en el discreto lugar en el que debe permanecer.
Corneli era un tío muy serio para
su trabajo, responsable y preocupado por su gente. Una noche de tantas, estaban
el cabo y los rancheros en la cocina del hotel que se empleaba para cocinar el
rancho del destacamento, cuando se coló por allí un musulmán joven, con el
kalashnikov reglamentario, mucha cartuchera, alguna granada de mano y la
bayoneta nueva de trinca. Un despliegue impresionante para un tipo con aspecto
de recluta y además colocado como un piojo.
Debe ser que los musulmanes de
Bosnia tienen bula para consumir alcohol o lo que sea que tengan los musulmanes
para estos casos, pero lo cierto es que se ponían de rakia hasta las tachas,
como dicen en Canarias. Pues bien, el musulmán que irrumpió en la cocina estaba
hasta arriba de alcohol y fue entrar, meter un cartucho en la recámara del arma
y encañonar a los legionarios que andaban por allí a sus tareas culinarias. Hay que ver con qué facilidad te encañonaba esa gente a las primeras de cambio,
costumbre que me ponía de los nervios en cada ocasión que ocurría, que fueron
muchas.
Pero, dejemos las particulares
manías de esa gente y volvamos a lo que les estaba contando. El cabo que andaba
a lo suyo, levantó un poco la cabeza y sin inmutarse le dijo al tipo que se
largara. En defensa del musulmán habrá que decir que si en castellano era
complicado entender a Cornelli, es de suponer que en croata tampoco fuera un
prodigio de claridad. No sé qué entendería el “rambo musulmán” pero se puso
como una pantera hidrófoba y les informó con maneras muy descompuestas que los
iba a matar a todos. El cabo suspiró, soltó el remo con el que removía el
guiso, se limpió las manos en el trapo que llevaba a la cintura y antes de lo
que tarda en persignarse un cura loco se fue a por el musulmán, le quitó el AK
y le partió la cara a conciencia, vamos que le dio un repaso monumental.
Cuando el miliciano ya no podía
ni defenderse, lo dejó tirado en el suelo, cogió el fusil y lo desmontó pieza a
pieza. Y allí fue Troya, porque sorprendentemente el bravo combatiente musulmán
devino en borracho lloroso y balbuciente; no sabía montar su arma y entre
súplicas y sollozos pedía que André le montara el fusil.
Corneli lo miró con desprecio, lo
cogió por el cogote y a rastras lo echó de la cocina y tras el bosnio fueron
las diferentes piezas del AK. Miró a su alrededor y muy despacio, casi
gustándose, dijo: Estos cabrones tienen que aprender a respetar nuestro trabajo
y continuó removiendo el guiso...
Una demostración que se puede ser
buen cocinero y tener mano y agallas para hacer frente a un tipo con un fusil
de asalto en las manos. Pero lo que de verdad define el especial carácter de
Cornelli, sucedió mucho después. Una mala noche los croatas lograron meter tres
granadas de mortero de 121mm en el recinto del destacamento. Una de ellas precisamente
hizo blanco en la pista de balonmano, la metralla de la explosión se llevó la
vida del legionario José Luis León Gómez (DEP) de 21 años que montaba el
servicio de imaginaria. Además provocó heridas graves a diecisiete españoles,
que se encontraban durmiendo en sus contenedores, Cuando se comenzó a atender a
los legionarios y soldados heridos, el Cabo Cornelli al que la metralla le
había interesado el hígado y tenía más de doce perforaciones en el intestino y
estaba para ingresar en la UVI, se negó a ser atendido hasta que no lo hicieran
antes con sus legionarios.
Creo que las dos anécdotas
ilustran perfectamente el espíritu que anida en el corazón de los rancheros
legionarios. Hace falta mucho valor, desprecio al peligro, generosidad, entrega
y amor por sus subordinados para hacer lo que hizo con total naturalidad el
cabo André Cornelli en las dos ocasiones que les he contado. En esta vida hay
que tener siempre muy presente que a veces las apariencias engañan y que el hábito
no hace al monje tal y como aprendió con dolor el "rambo musulmán" de
esta historia
Así era el destacamento de
Jablanica y así era la gente que allí estaba, me he salido algo del tema tal y
como lo tenía pensado cuando me puse a escribir, pero creo que ha valido la
pena..."
El próximo domingo más y conste que se pone muy interesante
Comentarios
Publicar un comentario