Legionario en Bosnia. Séptima parte
La Compañía Austria formada para recibir la medalla de la ONU en Divulje |
Puntual como un reloj suizo, hoy domingo toca "hablar de mi libro". Un libro titulado "Legionario en Bosnia 1993" Se subtitula "Quince relatos cortos de una guerra larga". Cuatrocientas setenta y tres páginas en las que relato a mi manera, una serie de experiencias que tuve la oportunidad de vivir, junto a los hombres de la II sección de la compañía Austria, que encuadrados en la VIII bandera expedicionaria de La Legión, participamos de la misión encomendada a la AGT Canarias.
Para que se hagan una idea de como es el libro, les dejo unos párrafos de uno de los relatos, éste se titula concretamente "Agrupación Táctica Espere", creo que les gustará y les animará a adquirir el libro. Si así lo desean les basta con clicar en la imagen de la publicación que se encuentra en la columna a la derecha del texto, exactamente donde dice "Compra Legionario en Bosnia 1993, aquí" el enlace los llevará hasta la página que les permitirá comprarlo en Amazón.
Espero que sea así, aquí les dejo el texto:
― Quiero que quede claro que esto
es una charla informal, nada que se parezca a un informe, realmente quisiéramos
saber de tu boca cuál fue el motivo por el que
teniendo tanta prisa por abandonar la zona cuando se inició el incidente
en el check point, sorprendentemente cuando se te autoriza a hacerlo, te lo tomas hasta con demasiada
calma.
― La situación había dado en ese momento un
giro copernicano mi comandante.
Estaba claro que era de EM,
tranquilo y educado pero la mirada que me dirigió me dijo claramente que no era
demasiado partidario del sarcasmo.
En Mostar con dos "armijas" |
― Vaya, vaya, con que giro
copernicano ¿y cuál fue el motivo de ese cambio?
― No sabría decirle mi
comandante, ya sabe cómo es esa gente, impredecibles diría yo.
― Impredecibles, ya veo ― tomó
unas notas ― bueno y que pintaba un general croata en el check point.
― Creo mi comandante que alguien
llamó a Citluk a cuenta de la presencia de
mi columna y se vino a ver qué pasaba, pero no puedo aclararle cuál fue
el motivo exacto de su aparición. El jefe del control, un tipo joven con un
brazo hecho polvo, me dijo que mañana nos dejarían pasar
Me interrumpió ― Eso te dijeron
―, miró su reloj ― bueno nos queda poco tiempo para saber si eso se va a
producir, creo que lo mejor será que te vayas a descansar, que falta os hace.
― Muchas gracias mi comandante,
si no ordena usted otra cosa, con su permiso me retiro.
Me hizo un gesto con la mano, di
media vuelta y salí del despacho.
Eran ya casi las tres de la
mañana, había estado reticente y el comandante lo sabía, pero no estaba muy
dispuesto a dar demasiada información. Ya había informado por radio de lo que
había sucedido a Dracevo. Estaba a las
órdenes de mi teniente coronel, que era el jefe de mi bandera, si el Cuartel
general de la AGT quería saber lo que había pasado, debía preguntárselo a mi
jefe natural.
En alguna ocasión, yo había sufrido el fenómeno en mis carnes, el
Mando de la Agrupación se había metido en camisas de once varas y rompiendo el
orden establecido se había liado a dar órdenes a un pobre teniente, que no
sabía a qué carta quedarse, ni
exactamente a quién obedecer. Conociendo al coronel Morales y al teniente
coronel Alonso Marcili seguro que habrían tenido los dos una charla
constructiva y con una carga eléctrica importante y se habrían corregido las
disfunciones, menudo era Alonso Marcili para dejarse pisar el terreno.
Escarapela del Cuarto CE musulmán |
Salí del despacho bastante
satisfecho, me encontré en la puerta con el Teniente Jara, compañero de empleo
y escala, que me comunicó que mi gente estaba ya durmiendo y que la guardia los
despertaría por la mañana, así que no debía preocuparme de ello y me llevó
hasta el bungalow donde iba a dormir, al menos durante lo que quedaba de noche.
El cuartel general de la AGT
ocupaba las amplias instalaciones de una
empresa turística, así que si uno ignoraba las alambradas, garitas y los
numerosos vehículos militares, te parecía que estabas de vacaciones. Las zonas
ajardinadas eran muy decentes y en ellas se distribuían unos bungalows con muy
buena pinta. La cocina, el comedor y las distintas dependencias de Mando
ocupaban el edificio central de la
urbanización, daba gusto verla limpia, verde y si venías de Dracevo como era mi
caso, flipabas en colorines.
El bungalow que me habían
asignado, estaba ocupado por el teniente Hidalgo, compañero de empleo, de la
escala de complemento, que vivía allí. No es que fuera un cinco estrellas, pero
viniendo de dónde venía, me parecía que lo de vivir solo en un buen apartamento
y con un baño más que decente era algo que se acercaba mucho al lujo oriental.
Hidalgo que debió verme la cara
de envidia, se encargó de explicarme que no era oro todo lo que relucía.
Resultó que en ocasiones les cortaban la electricidad y entonces no tenían
agua. Yo dormía en un contenedor en compañía de mi capitán y dos tenientes más,
en unas literas de lona y guardaba la ropa en una taquilla desmontable y para
ducharme debía cruzar medio campamento, así que lo de levantarte de la cama y
ducharte tranquilamente en un cuarto de baño individual me parecía un lujo que
me ponía al borde del babeo; pero, lo que es la vida, a Hidalgo le parecía de
lo más normal e incluso susceptible de ser criticado.
Solté la mochila y todo lo demás
en el suelo, a los pies de la cama, me
aseé como pude porque no tenía toalla, así que me tuve que secar con la
camiseta. Le dije a Hidalgo que me iba a levantar a las 05,45 horas, que
procuraría no hacer demasiado ruido y me acosté. Disfruté de la sensación de
dormir entre sábanas, di media vuelta acomodé la almohada y lo siguiente fue
escuchar la alarma de mi reloj que me decía que tenía que levantarme. Una pena,
me arreglé y tras cerrar la puerta con cuidado para no despertar a Hidalgo,
salí al exterior.
Mostar, barrio musulmán |
Estaba amaneciendo, reza el
refrán que a quien madruga Dios le ayuda, lo que será cierto pero en el
ejército debería rezar que a quien madruga Dios le ayuda, pero no desayuna. Eso
me estaba contando el Sargento 1º tras darme los buenos días, los de cocina no podían darnos de desayunar y
debíamos salir ya. Pregunté y me dijo que no había habido novedad durante la
noche y que la gente estaba montada en los vehículos y lista para salir.
Le di las gracias y me acerque
hasta mi BMR, comprobé que en todos los vehículos los jefes estaban en las
escotillas y di la orden de poner motores en marcha, uno a uno fueron dándome
sin novedad, enseñándome la mano abierta. Me subí al blindado y cuando estaba a
punto de dar la orden para que la columna se pusiera en marcha, vi venir a la
carrera al teniente Jara que me hacía señas para que me detuviera. Me asomé al
costado del vehículo para averiguar que quería Jara.
Me llevé una sorpresa, Jara era
un bendito de Dios, no lo había visto jamás enfadado y venía hecho una furia,
de hecho tenía los ojos que parecía se le iban a salir de las órbitas y su cara
tenía un tono purpúreo muy evidente.
― ¡Miguel han robado la bandera del BMR
del coronel! Y tiene que haber sido tu gente ― Levantó el puño y añadió muy
alterado y con el volumen a tope ― Si es necesario voy a registrar todos los
vehículos y hasta que no aparezca la bandera, de aquí no se mueve nadie.
El que un compañero me aplicara
el estilo check point, me hizo sonreír, lo que terminó de poner furioso a Jara.
Le hice una señal con la mano y por el canal interior me dirigí a mi conductor.
― Morales ¿me escuchas?
― Sí mi teniente.
― Pues vas a asomarte por la
escotilla y le das la bandera del coronel, al Teniente Jara.
Me dijo algo que no llegué a
entender, me estaba empezando a cabrear, no creía que mis acciones valieran
mucho en el Cuartel General, pero sí además el coronel se enteraba que la gente
del Tte. Rives le había guindado la bandera de su BMR iba a arder Troya ―
Morales si me tengo que bajar, te arranco la cabeza. Dale de una vez la
puñetera bandera al teniente y vámonos
de aquí.
A los pocos segundos Morales en
camiseta sacó medio cuerpo del vehículo y le devolvió la bandera a Jara, que me
quiso decir algo. No le dejé. ― Jara perdona, ya hablaremos un día con más
tiempo que tengo que salir.
― Arranca Morales.
Y por fin salimos del Cuartel
general de la AGT, lo hicimos muy despacio y lentamente nos dirigimos otra vez
al check point de Krusevo. Llegamos sin novedad y paramos justo ante la
barrera. Debían estar desayunando o durmiendo porque por allí no aparecía
nadie. Comunicamos por radio que estábamos detenidos en el control y que
esperábamos la autorización de Citluk para dirigirnos a Mostar.
Al ratito salió uno de los HVO de
la noche anterior que nos sonrió como si fuéramos colegas de toda la vida y nos
dijo que habíamos llegado muy pronto, que sobre las 9 llamarían a Citluk.
Por radio advertí al GT Colón y a
la columna de lo que sucedía y nos dispusimos a esperar. Guerra llevaba un rato
con ganas de decirme algo y tras dar dos o tres bocinazos a Valerón y Ascanio,
que algo deberían estar haciendo que no le gustó nada, me preguntó cómo me
había ido en Mando, se lo expliqué, mientras pasaba el tiempo.
Serían las nueve de la mañana
cuando uno de los del control nos trajo unos cafés para Guerra y para mí y me
dijo que en treinta minutos abrirían el check-point para que pasáramos, que Citluk
lo había confirmado. Inmediatamente lo
comuniqué por radio. Me parecía imposible pero al final íbamos a pasar.
Al poco rato Ávila cuyo BMR cerraba la columna me advirtió que un Nissan de los
nuestros le acababa de adelantar, me volví y a mi costado fuera de la carretera
pude ver cómo se detenía y de él descendió el capitán Camarero, acompañado de
un oficial checo.
El capitán Camarero estaba en
Medjugorge en la PLMM, era de Operaciones Especiales y supuse que estaría con
la gente de la BOEL. Lo conocía bien porque lo había tenido de profesor en el
curso de teniente. Era buena gente, pero Dios no lo había llamado por el camino
de las relaciones públicas.
No me dijo ni que bonitos ojos tienes, me ignoró y
se dirigió de cabeza hacia el HVO que estaba de centinela y a grito pelado le explico
su disconformidad sobre lo que estaba sucediendo y le recitó la totalidad de
acuerdos internacionales que estaba contraviniendo por el hecho de tener la
carretera bloqueada. El HVO que se había sobresaltado por los gritos
descompuestos de Camarero, me miraba sorprendido. Al fin y a la postre desde su
punto de vista, ellos se habían comportado como amigos y ahora uno de UNPROFOR
le estaba dando una broca descomunal.
― Perdone mi capitán ― le dije
desde el BMR. Si él no me había “visto”, no me iba a bajar del vehículo para
saludarlo ― está usted cometiendo un error, seguro que le dijeron en Almería
que los croatas entienden el español si se les grita pero no es cierto, no te
entienden y además se cabrean, en ese aspecto son como los españoles.
Me miró con cara de mala leche ― ¿Qué dices Rives?
― Que no le entiende por mucho
que le grite mi capitán y que a las 09,30 horas nos dejarán pasar ― El checo
habló con el centinela en croata y confirmó mi aserto. Bajé del BMR saludé al
capitán y me presenté al mayor que hablaba un castellano muy aceptable.
Esperamos otro rato y las cosas
comenzaron a moverse, la gente del control salió por fin de la casa y el manco
se acercó para decirnos que podíamos pasar. Pusimos los motores en marcha y
cuando ya había comenzado a moverme, el centinela se interpuso y a gritos nos
mandó parar.
Tenía razón Guerra cuando dijo
aquello de que parecía que nos había mirado un tuerto. Resultaba que
Camarero había dejado ver que llevaba una cámara fotográfica qué es lo que él
decía o había intentado hacer una fotografía al jefe del check point, que era
lo más probable, pero fuera una cosa o la otra la consecuencia fue que se lió
la de San Quintín. Allí todo el mundo estaba muy cabreado, el manco que sabía
que Camarero le había intentado hacer una fotografía con intenciones que no
podían ser buenas y pedía el carrete
para velarlo, Camarero que se negaba y yo que veía que no pasábamos.
Al final después de una hora de
dimes y diretes y darle un carrete, que seguro no era el que llevaba
Camarero en la máquina, logramos entre el mayor checo y un servidor que se nos
autorizara el paso.
Tras muchas horas de trabajo duro
y algún mal trago, íbamos camino a Mostar. Lo comuniqué por radio ― Aquí Alfa
21, estamos en marcha, hemos cruzado sin novedad el check point de Krusevo y
nos dirigimos a Mostar ―. Ahora solo cabía esperar que el maleficio del tuerto
de las narices se hubiera evaporado y que al llegar a la ciudad no nos
detuvieran otra vez.
Pero esa ya es otra historia que
quizás les cuente en otra ocasión, la de la AGT “Espere” acaba aquí.
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