Legionario en Bosnia 1993. Décimocuarta entrega
Uno de los puentes de Capljina |
Hoy es domingo, hay que ir a votar, pero antes o después de hacerlo, podemos hablar de mi libro, que lo de las elecciones por fin acaba hoy. El libro lleva por título "Legionario en Bosnia 1993" y se subtitula "Quince relatos cortos de una guerra larga". Cuatrocientas setenta y tres páginas en las que relato a mi manera, una serie de experiencias que tuve la oportunidad de vivir, junto a los hombres de la II sección de la compañía Austria, que encuadrados en la VIII bandera expedicionaria de La Legión, participamos en Bosnia de la misión encomendada a la AGT Canarias.
Para que se hagan una idea de cómo es el libro, les dejo uno de los relatos, este se titula concretamente "El aprendizaje del croata popular", creo que les gustará y les animará a adquirir el libro. Si así lo desean les basta con clicar en la imagen de la publicación que se encuentra en la columna a la derecha del texto, exactamente donde dice "Compra Legionario en Bosnia 1993, aquí" el enlace los llevará hasta la página que les permitirá comprarlo en Amazón.
Espero que sea así, aquí les dejo el texto:
"...Hay anécdotas que da cierto rubor comentar, porque lo cierto es que sin que uno lo pretenda, siempre termina siendo el protagonista del relato. Y no es porque esa sea la intención, aunque siendo el tema de estos relatos mis recuerdos personales, me resulta muy difícil evitar ese exceso de protagonismo. Así que ya saben, si aparezco mucho será porque probablemente como escritor de relatos no tenga demasiada técnica literaria y las cosas salen como salen y no cómo uno quisiera que salieran.
"...Hay anécdotas que da cierto rubor comentar, porque lo cierto es que sin que uno lo pretenda, siempre termina siendo el protagonista del relato. Y no es porque esa sea la intención, aunque siendo el tema de estos relatos mis recuerdos personales, me resulta muy difícil evitar ese exceso de protagonismo. Así que ya saben, si aparezco mucho será porque probablemente como escritor de relatos no tenga demasiada técnica literaria y las cosas salen como salen y no cómo uno quisiera que salieran.
Quiero explicarles una cuestión
que resulta básica para comprender el desarrollo de nuestras actuaciones en el
marco de la misión encomendada a la AGT Canarias. La Legión es una unidad del
ejército español, muy particular. Atesora una serie de características que la
hacen única y sin igual - si se me permite parafrasear el Credo Legionario -,
los hombres que la componen – aquí hubiera debido poner los hombres y las
mujeres, pero en mis tiempos no había mujeres ocupando puestos tácticos -, digo
que los hombres que forman las unidades del Tercio, son lógicamente individuos
muy singulares.
La Legión es como es, gracias
sobre todo a la clase de tropa legionaria. Los legionarios, cabos y cabos 1º
legionarios tienen una categoría profesional muy importante; técnica y
tácticamente están a un altísimo nivel y su especial idiosincrasia y
adaptabilidad los hace muy aptos para emplearlos en cualquier tipo de misión,
situación o ambiente.
Si La Legión es una unidad de
élite del ejército español reconocida a
nivel internacional, es gracias a la tropa legionaria, que son los que le dan
el tono y la categoría. Luego están los jefes, los oficiales legionarios y los
de otras escalas y los suboficiales, pero no se engañen si no fuera por la
extraordinaria capacidad de su tropa, si no fuera por ese especial carácter del
que hacen gala los legionarios, La Legión no sería ni sombra de lo que es.
¿Y cómo son los legionarios? Pues
bastante distintos de lo que la mayoría de la gente cree. Fieles cumplidores
del Credo Legionario que conforma su estilo de vida, son gente dura, trabajada,
generosa en el esfuerzo, no conocen límites en el cumplimiento del deber,
leales al mando y a su unidad, son orgullosos depositarios de una tradición
sagrada que rinde culto al valor, al honor y a los que cayeron en el
cumplimiento de su deber bajo las banderas legionarias.
Pero a la vez, son gente amable,
generosa, que sufre con los más desfavorecidos, que no aceptan la injusticia,
que siente como suyas las causas de los más débiles y además son gente alegre,
amantes de la juerga como los primeros, pero cumplidores en el trabajo como
nadie.
Bueno con esta descripción más o
menos se pueden hacer una idea de cómo era la gente de mi sección. Lo cierto es que los legionarios encuadrados
en la AGT Canarias tuvieron que hacer un doble esfuerzo para estar a la altura
de las expectativas del mando en su misión en Bosnia. Nos habíamos preparado
para un tipo de misión, la de colaborar en el reparto de ayuda humanitaria y
proteger los convoyes y lo hicimos
concienzudamente, pero fue llegar a Bosnia y en menos de veinticuatro horas
habíamos pasado a ser fuerzas de interposición y control del alto el fuego. Que
es una misión que técnicamente ofrece serias dificultades, pero sí hay que
llevarla a cabo en una zona en la que el alto el fuego es una entelequia, pues
para qué les cuento.
Los legionarios estuvieron a su
nivel y se adaptaron perfectamente a la nueva situación, ni el peligro, ni la
falta de descanso, fueron obstáculo para llevar a cabo las órdenes recibidas y
cumplimentarlas a satisfacción del mando. Los legías conectaron inmediatamente
con la población civil que flipaba con las cosas de los legionarios y su manera
de ser, también conectaron satisfactoriamente con los contendientes, en
aquellos lugares o momentos en los que fue necesario se les demostró a jáveos y
armijas que a las buenas éramos muy buenos, pero que a las malas podíamos ser
bastante más malos que ellos.
Dicen que el roce hace el cariño
y yo digo que también el roce hace enemigos, los legionarios se sentían bien
con la población civil y menos bien con los combatientes, la distinción estaba
clara y no les creaba problema alguno a la tropa, todos sabían con quién se jugaban los cuartos y que es lo que
deberían hacer en caso necesario, si surgía la ocasión.
La misión en ocasiones resultaba
agotadora, las larguísimas esperas en los check points, las noches en vela a
cuenta de tiroteos y bombardeos, las interminable patrullas de exploración, las
pistas de montaña, la tensión en momentos muy delicados, todo ello contribuía a
que entre mis legionarios cundiera un deseo. Estaban locos por darles un
disgustillo o vacilarles un poco a los jáveos, que ciertamente eran un poco
macarras y a veces se hacía difícil soportarlos, no como cascos azules, pero sí
como hombres.
El "Alfa 21", mi BMR |
Disparó el asunto el hecho de que
durante una temporada cuando íbamos a
Mostar, teníamos que pasar a
primera hora de la mañana por Medjugorge para recoger a la intérprete, que al día
siguiente, una vez relevados, devolvíamos al cuartel general de la AGT. Luego volvíamos hacia Dracevo pasando por Capljina; para llegar al
puente que utilizábamos para cruzar el Neretva, teníamos forzosamente que pasar
por el casco urbano de la población, cuyos habitantes eran acérrimos seguidores
de la causa croata.
En una calle por la que
circulábamos habitualmente a velocidad reducida porque debíamos hacer un giro a
la izquierda, justo antes del cruce, en la acera derecha estaba una terraza de
un bar habitualmente llena de jáveos dándole al jarro. Los croatas cada vez que
pasábamos nos insultaban en su idioma y por si no entendíamos los insultos -
que no era difícil entenderlos, porque cuando se acuerdan de tu madre, sea en
croata, turcomano o esquimal, te enteras - nos largaban cortes de manga, risas
y burlas.
Tenía dada la orden de no
responder y de hecho procuraba que mientras atravesábamos Capljina no hubiera
nadie en las escotillas salvo el jefe del vehículo. Ya digo que el roce hace el
cariño y lo contrario, porque si lo del bar hubiera pasado una vez, ni nos
acordaríamos del suceso, pero como eso sucedía cada tres o cuatro días, la cosa
se complicaba. Los legías estaban hasta el mismísimo casco azul de soportar en
silencio a la pandilla aquella de cabrones, que opinaban impune y
libérrimamente sobre la moral y la decencia de nuestras señoras madres.
Hasta tal punto llegó el mosqueo
de mi gente, que los legías me pidieron que hiciéramos algo para poner remedio
a aquella intolerable situación. A veces me sorprendía la fe que ponían en mí,
porque cuando les dije que no había nada que hacer, más allá de ignorarlos, la
comisión compuesta por tres de mis legionarios se miraron entre sí, sonrieron y
el más expansivo dijo ― Seguro que algo se le ocurre mi teniente. Con
la mala leche que se gasta usted con esa gente, seguro que algo se le ocurre.
Ni siquiera me quedaron ganas de
explicarles que yo gastaba la misma mala leche para unos y para otros. Me habían
puesto entre la espada y la pared, porque en los ambientes militares se manejan
conceptos muy comprometedores. Cuando estaban saliendo, uno de ellos recitó
aquello de qué hay que tener fe ciega en la victoria y confianza absoluta en el
mando y se fue tan tranquilo y a mí me dejo mustio y pensativo. Ante esa
profesión de fe no me podía permitir fallar a mi gente, así que le di vueltas
al asunto y decidí que no quedaba otra que contestar a la afrenta con otra
afrenta, que es una solución no muy brillante, pero que quieren que les diga,
hay veces en que uno no está a la altura de lo que de él se espera. La vida es
así de dura y a veces no se pueden hacer milagros.
Así que decidí aprenderme un par
de insultos en croata para corresponder con contundencia a aquella pandilla de
descerebrados, aunque me encontré con un problema cuasi insoluble, tenía que
buscar a alguien que me enseñara a hacerlo y no se me ocurría a quien acudir.
El problema radicaba en que, por lo que me habían comentado, el insulto que más
molestaba a los super machistas jáveos es aquel que dice: ¡Cómeme la …! me van a
permitir que lo deje así, porque creo que se entiende perfectamente y no creo sea necesario reflejar literalmente
el insulto.
Me sabía mal acercarme a Adriana
nuestra intérprete en Dracevo y pedirle que me enseñara a decir la frase en
cuestión, llámenme anticuado o carroza, pero se me hacía cuesta arriba. Al
intérprete varón al que podía pedir que me enseñara cómo se decía en croata lo
de la comida de marras, era un tío más jáveo que los propios jáveos y estaba
seguro que si se lo preguntaba, terminarían enterándose de mi particular
interés por el idioma croata, tanto el Comandante Obradovic de Capljina como mi
teniente coronel y eso no me lo podía permitir.
Así que tiré por la calle de en
medio y me acerqué a la hora de comer al barracón de mando bandera y pedí un
diccionario español - croata, croata – español. El legionario que estaba allí
me lo dejó y busqué las palabras que me interesaban, el problema radicaba en la
conjugación del verbo, pero decidí que aunque se lo dijera en plan indio apache
hablando con el rubito de la caballería yanqui, la brevedad y contundencia del
insulto conseguiría que se me entendiera perfectamente.
Reuní a la gente de la sección y
les expliqué lo que íbamos a hacer. Tendrían que aprender el insulto en croata
los miembros de mi tripulación y el primer día que pasáramos ante la terraza
del bar, yo le pediría a Morales que aflojara la marcha todo lo que pudiera y
todos les gritaríamos lo del cómeme…
Me excusé por la falta de ingenio de la
solución que aportaba, pero la gente dijo que estaba muy bien y que se iban a
enterar aquellos cabrones de lo que valía un peine, aunque las tripulaciones de
los otros dos BMR les parecía que faltaba su aportación, pero les expliqué que
no iba a parar la columna en aquel lugar para que los legionarios insultaran a
los del HVO, insistí en que deberían conformarse en ver como los insultaban los
de mi blindado.
Así lo hicimos pero en versión
mejorada, porque el día que subimos a Mostar, coincidió que vino con nosotros
“Carmen” y a ella sí que me atreví a pedirle que explicara como se decía en
correcto croata lo del insulto. Lo hizo encantada, le hizo mucha gracia, era
argentina de ascendencia croata, pero no tragaba a los del HVO. Lo único que
lamentaba era perderse el espectáculo, pero los legías le consolaron, muy
serios, comprometiéndose a contarle el asunto con todo lujo de detalles. Los
legionarios de mi blindado, me dieron el día,
ensayaron la frase de manera incansable pero estaban encantados porque,
al menos así lo decía “Carmen,” sonaba perfectamente.
Acabamos la misión, llegó el relevo
y “Carmen” se bajó del blindado en Medjugorge, nos deseó suerte y nosotros
arrancamos rumbo a Capljina. Llegamos al casco urbano, los legionarios se
colocaron en las escotillas y muy lentamente nos fuimos aproximando a la
terraza. Allí estaban los jáveos que
empezaron a gritarnos en cuanto nos vieron aparecer, le ordené a Morales hacer
alto en cuanto llegamos a su altura, los borrachuzos aquellos aflojaron un
punto los gritos cuando nos vieron detenidos, levanté lentamente mi mano con la
palma extendida hacia ellos y los muy pardillos guardaron silencio y entonces a
la de tres les pedimos a gritos que nos
comieran eso que ustedes ya saben, mereció la pena ver la cara que pusieron, nos
pusimos en marcha, miré a mi retaguardia y vi como pasaban los dos BMR de mi
sección y el Mercurio en medio de las voces de los legías, las burlas en
castellano castizo y los cortes de manga que les hicieron a los croatas.
La gente se encontraba muy
satisfecha. Llegamos a Dracevo y todo el mundo estaba encantado de la vida, les
gustó muchísimo lo que habíamos hecho, corté los comentarios y las risas porque
todavía teníamos trabajo que hacer, cada
uno se fue a lo suyo y yo di las novedades de la misión, escribí y presenté el
informe post misión, me aseé, comí y me fui a echar una siesta, que no duró
demasiado.
Sobre las 16,30 horas vino a verme al contenedor donde intentaba
dormir, el intérprete superjáveo que me dijo que yo había insultado gravemente
y en público a oficiales del HVO y que el Comandante Obradovic estaba muy molesto
y daría queja de lo ocurrido al gospodin Morales y como vio que estaba callado
escuchándole, debió pensar que la cosa iba bien y todo era terreno llano y añadió de su cosecha
que era una imprudencia provocar gratuitamente al HVO, porque podían reaccionar violentamente.
Me levanté de la litera, puse los
pies en el suelo y eché un paso adelante, mientras el intérprete, como si lo
hubiéramos ensayado, echó uno para atrás.
― ¿Has terminado?― pregunté, ni
le dejé contestar ― El Comandante Obradovic es muy dueño de quejarse al
gospodin Morales o al sumsum corda, pero le puedes decir de mi parte que si lo
que le molestan son las provocaciones, que se preocupe de su gente, que no hace
otra cosa que provocar. Y tú lárgate de mí vista y vete pensando cómo vas a
justificar ante el teniente coronel, esa línea directa que por lo visto
mantienes abierta con el cabrón de Obradovic.
Dio media vuelta y se fue. No
tuve noticia de que el súbito interés de los componentes de la II sección de la
Cía. Austria, por aprender el croata
popular, hubiera tenido el más mínimo interés para el mando. Los del HVO, vaya
uno a saber porqué, decidieron cambiar de bar o se apuntaron a alcohólicos anónimos, lo que ciertamente nos pareció
una gran idea. ¿Y los legionarios? Los legionarios encantados de la vida, lo de poder contestar a los insultos los
tenía entusiasmados.
Dicen que el saber no ocupa
lugar, creo que es muy cierto… y a veces incluso sirve para algo..."
Compré hace unos meses el libro en Amazon y está leído y, algunas partes releido. Me encantó por lo que cuenta y creo que disfrutaría más si decidiese escribir otro con lo que no cuenta,pero eso es otra historia. Echo de menos tener más publicaciones con la descripción y las anécdotas de nuestros 'cascos azules' (cuando veo alguno lo compro) porque veo que, de seguir así, su gesta caerá en el olvido sin pena ni gloria
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