¡Qué verde* está Albert Rivera!
Conste en acta que afortunadamente no sufro
daltonismo, pero pese a que me esfuerzo por ver las virtudes que dicen
adornan la figura de Rivera, cada vez que el líder naranjito nos obsequia con
alguna de sus declaraciones lo veo más verde y no de un verde discreto, lo veo
de un verde escandalosamente fosforito.
Comprendo que lleva poco tiempo en
política, lo tengo - porque lo es - por un tipo inteligente y con una buena
formación académica, al que sin duda ciega su incapacidad por saber cuál es su lugar en este mundo traidor de la política nacional.
A partir del 26J, pese a que las
urnas lo castigaron sin piedad, no sé yo si sería por intentar mantenerse en el
“candelabro” como aquella famosa señorita, adoptó el papel de ganador. Intentó montar por su cuenta una reunión a tres con el PP y el PSOE, no se
atrevió a significar que el cónclave estaría presidido por su persona, pero
supongo que lo daba por supuesto y tras la negativa de los dos partidos, se dedicó
a plañir por los rincones su extrañeza y dolor porque Rajoy no le había llamado
todavía.
Cualquiera que esté en esta
profesión de la política, sabe la importancia que tiene la administración de
los tiempos y en esa materia Mariano Rajoy les da sopas con honda a Albert
Rivera y a Pedro Sánchez. Mal está no
saber de una cuestión, que es de primaria de política aplicada a la negociación,
pero peor es no entender los mensajes que se le mandan.
Albert Rivera tenía
mucha prisa por decirle “NO” a Mariano Rajoy, su plan estaba claro tras su negativa se dedicaría a
dar ruedas de prensa, entrevistas y declaraciones para poner en valor sus
escuálidos 32 diputados y negociar a través de los medios de comunicación, presionando
a Rajoy a través de la opinión pública, preocupada por la posibilidad de llegar
a una tercera cita electoral; lo mismo quería hacer Pedro Sánchez, al que le
tocaba encabezar la cola de negociadores por haber sido el segundo en las
elecciones, pero sorprendentemente no ha sido así.
Hay mucha gente convencida que
Mariano Rajoy es un inútil, un cobarde y
un ágrafo que sólo lee el Marca, pero a veces resulta que entre lo que se dice y la verdad existe un abismo. Rajoy decidió invertir el
orden de las reuniones, utilizando por cierto una ocurrencia que Pedro Sánchez
debió considerar brillante y ha repetido una y otra vez, "en
política el orden de los factores sí puede alterar el producto" y D. Mariano se
colocó el jipi japa, echó el último sorbo a su julepe, cerró el Marca y se levantó de la tumbona para
decirle a Soraya: Vamos a reunirnos primero con los que menos votos cuentan en
el Congreso, así retrasamos el turno del PSOE y C,s,.
Verde, muy verde está el naranjito que
sigue mostrando en público su extrañeza porque Rajoy no lo haya llamado, no se ha enterado de qué va la vaina y que cuanto
más se queje, más se reirán de él. Lo de ser novato si uno tiene capacidad de aprendizaje, se cura
con el tiempo y ya se preocupará él de aprender, pero lo de faltar a la verdad
en asuntos de importancia me parece muy grave. Decía ayer muy serio el naranjito: "No
hay veto a Rajoy, ya lo hemos dicho, nunca lo ha habido". Una falsedad
como la copa de un pino, al que un servidor debería estar ya acostumbrado, porque lleva con lo del veto sí, veto no, desde hace ya demasiado tiempo.
Tras haber recibido las advertencias
que han llegado hasta él y su entorno más izquierdoso, parece que las cosas están
cambiando en Ciudadanos. Consideran seriamente la posibilidad de entrar en un
gobierno con Rajoy, pero necesita para salvar su pellejo ante los
naranjitos y para hacer bueno lo del “cambio” y la “regeneración”, le echa agua al vino y rebaja sus
exigencias de veto, en las personas de Fernández Díaz y Montoro, dos ministros de
Rajoy que todos sabemos no van a repetir.
El pobre no ha podido resistir el
mono que le produce el no poder ejercer su hábito de vetar y solemne ha
advertido que si pacta con Rajoy éste no
podría hacerlo con los del PNV.
Entre nosotros, viendo como
maneja el concepto del veto, no parece que esa exigencia se mantenga en el
tiempo.
*Del Diccionario de la Real
Academia Española
Verde (Del lat. virĭdis.)
11. adj. Dicho de una persona:
Inexperta y poco preparada.
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