Los treinta del Hotel Brístol (II Entrega)
Hoy es domingo, día festivo por antonomasia, así que en
este blog, no se habla de política, les ofrezco la II entrega del relato
que se titula “ Los treinta del Hotel de
Bristol”. El relato forma parte de mi libro "Legionario en Bosnia
1993" un libro que publiqué ya hace
tiempo que se subtitula "Quince relatos cortos de una guerra larga".
Cuatrocientas setenta y tres páginas en las que relato a mi manera, una serie
de experiencias que tuve la oportunidad de vivir, junto a los hombres de la II
sección de la compañía Austria, que encuadrados en la VIII bandera
expedicionaria de La Legión, participamos en Bosnia de la misión encomendada a
la AGT Canarias.
Para que se hagan una idea de que
van a encontrar en el libro, les dejo la segunda de “Los treinta del Hotel
Brístol”. Van a vivir con los protagonistas un día de misión en Mostar, un día
normal, no vayan a pensar otra cosa, pero creo que el cuento les dará una idea de qué es lo que hacíamos realmente en Bosnia. Creo que les gustará – yo que
voy a decir - y les animará a adquirir el libro. Si así lo desean les basta con
clicar en la imagen de la publicación que se encuentra en la columna a la
derecha del texto, exactamente donde dice "Compra Legionario en Bosnia
1993, aquí" el enlace los llevará hasta la página que les permitirá
comprarlo en Amazón.
Espero que sea así, aquí les dejo
el texto:
“…Salimos del hospital y bajamos
a una marcha prudente hacia el centro de la ciudad, se trataba de facilitar al
conductor de la ambulancia que permaneciera lo más cerca posible del blindado.
Mientras controlaba ese extremo me di cuenta que tenía la boca muy amarga, lo
del pobre chaval que habíamos dejado en el hospital me había removido la bilis
hasta límites insospechados, miré a “Carmen” que compartía la escotilla
delantera del BMR con Guerra y conmigo, se dio cuenta de que la miraba y me
hizo una mueca mientras se encogía de hombros ― Estoy convencida de que todo
irá bien; pero ese Zuric, tiene que ser un nazi de primera categoría.
Yo también prefería creer que
todo iba a ir bien, pero no terminaba de creérmelo. Intenté apartar de mi mente
la imagen del chico y me concentré en lo que estábamos haciendo, nos
acercábamos a la zona del centro en la que podíamos tener algún problema y
había que estar atento porque sólo nos faltaba para terminar de arreglar el
día, que los croatas le metieran mano a la ambulancia y la perdiéramos.
Llegamos al puente de Tito, lo pasamos con tranquilidad y al llegar a la calle
principal del barrio musulmán, detuve el blindado y le hice gestos al conductor
de la ambulancia para que nos adelantara, éste hizo un gesto de aquiescencia, saludó
con la mano y tras girar a su izquierda se dirigió al hospital.
Por la línea interna le dije a mi
conductor― Morales, da media vuelta y vámonos a la Comisión Mixta — Morales giró y nos llevó otra vez a la zona
croata, serían sobre las seis de la tarde y sabía que el capitán Romero me
estaría esperando impaciente. Llegamos a la calle en la que se encontraba el
edificio de la Comisión, ordené a Morales que aparcara el blindado en la acera
de la derecha y cuando éste se detuvo me
bajé para ir en busca del capitán.
Mientras caminaba por la acera oí como
bajaba el portón trasero del BMR, supuse que Guerra o Morales habían tenido la
delicadeza de bajarlo para que “Carmen” descendiera cómodamente y no tuviera
que utilizar la portezuela que siempre le creaba problemas.
Vi al capitán en la acera justo a
la puerta de la Comisión, lo saludé y le di novedades. Romero me explicó que la
Comisión Mixta estaba discutiendo si autorizaba a que evacuáramos a unas
treinta personas que se encontraban atrapados entre dos fuegos, en el sótano de
un edificio que estaba al lado del Hotel Brístol pero como parecía que la
cosa iba para largo y no tenía a quién
mandar, me dio unos documentos para que los llevara a la zona musulmana y los entregara
en el cuartel general de la Armija.
― De paso Miguel, cuando vayas a
pasar el puente te fijas y localizas el edificio ese, que luego cuando nos
toque que ir seguro que va a ser de noche y así no tendremos problemas.
― Sin problemas mi capitán, me
voy y le dejo aquí a “Carmen” que seguro le hará más falta que a mí. Me dirigí
al blindado y me crucé con la intérprete.
― “Carmen” muchas gracias, ahora me tengo que
ir, te quedas con el capitán que seguro que los de la Comisión lo tienen loco,
procura que no se estrese demasiado. “Carmen” se echó a reír ― Se hará lo que se pueda, pero ya sabes que
esa gente de la Comisión están todos mal de la cabeza.
Me sonrió y siguió su camino,
seguro que el capitán le preguntaría por todos los detalles de la evacuación
del herido. Monté en el BMR y le dije a Morales a dónde teníamos que ir, le
pedí que en cuanto divisara el puente de Tito, en lugar de acelerar como
hacíamos siempre porque era un lugar en el que frecuentemente nos tiroteaban,
que pasara lo más lentamente posible, sin dar demasiado el cante, pero que se
lo tomara con calma.
Me dijo que me había entendido
perfectamente, llegamos a la plaza por la que accedíamos al puente y Morales
ralentizó la marcha, quizás demasiado pronto para mi gusto, pero tampoco me iba
a poner picajoso, al fin y al cabo para lo que quería que bajara la velocidad,
mejor unos metros antes que unos metros después.
Contemplé lo que había sido el
hotel Brístol y efectivamente justo a su lado había una edificación de color
gris, que contrastaba con el color de la fachada del hotel. Pude ver la entrada
al edificio, era un arco que recordaba a
una puerta de carruajes, no fui capaz de percibir señales de los refugiados,
pero el edificio estaba localizado y podíamos seguir, le di un toque a Morales y aceleramos.
En el CG de la Armija me encontré
en la puerta que daba al patio lateral, al hombre que oficiaba de alcalde de la
zona musulmana, me sonrió, nos conocía a todos los tenientes que le
transportábamos todos los días de un lado a otro de la ciudad, aproveché mi
suerte y le entregué el sobre que me había dado Romero. Lo abrió, leyó lo que
supuse era el escrito de remisión de unos folios grapados que había sacado del
sobre y tenía en su mano izquierda y asintió. Le desee una buena tarde y volví
al BMR. Tenía prisa, estaba tenso, cansado y acalorado, llevaba desde la mañana
sin apenas un respiro y lo estaba notando.
Salimos en dirección a la
Comisión Mixta, cuando llegamos pude ver
a Romero que me hacía gestos de que me iba a hablar por radio. Entró en su BMR
y mientras le mandaba a Morales que parara y le decía al 1º Guerra que pusiera
el BMR con las ruedas de la derecha sobre la acera, oí como me llamaba Alfa
Sierra Bravo que era el indicativo de mi capitán. Lo he dicho hace un momento,
llevaba todo el día con la lengua fuera y la cosa no iba a cambiar, Romero me
ordenó acercarme a Donja Mahala, un barrio musulmán en la parte oeste del
Neretva en donde me entregarían unas listas sobre lo que necesitaban para
atender a los más de 700 refugiados que allí se hacinaban.
No tuvimos ni que dar la vuelta,
seguimos hacia delante y buscamos el bulevar, giramos a la derecha y por esa
vía marchamos hasta la entrada al barrio. Me bajé y en cinco minutos el jefe
musulmán que me conocía - fue mi sección la primera que entró en Donja Mahala y
él se acordaba perfectamente de ese extremo y de mí – me dio varias listas,
metidas en una carpeta.
Salimos arreando y volvimos a la
Comisión Mixta en un pis pás, mientras lo hacíamos el 1º Guerra, aprovechó el
corto paseo para lanzar un discurso dedicado supongo yo al universo en general, eso al menos me
pareció, en el que se quejaba del abuso que sufrían algunos, mientras otros ni
se sabía dónde andaban, ni qué coño estaban haciendo, aunque la experiencia que
le proporcionaban sus años de servicio, le indicaban que probablemente
anduvieran tocándose la narices, mientras otros sudábamos la gota gorda.
No
quise escuchar demasiado, pero me dio la impresión que Guerra estimaba que lo
del abuso era culpa mía, que no sabía buscarme la vida o algo parecido. Por fortuna
bastó que lo mirara para que callara y
guardara un reconcentrado silencio.
Cuando nos detuvimos en la calle
de la Comisión, le dije a Guerra que rellenaran las cantimploras y que después
la gente comiera algo y se relajara, me miró fijamente y masculló algo que con
muy buena voluntad podía entenderse como “a la orden”. Bajé del BMR sonriendo,
Guerra era un Cabo 1º magnífico, un
legionario excepcional, pero tenía su carácter, como yo tenía el mío,
nada que fuera imposible de manejar.
Me acerqué a Romero, le entregué la
documentación que me habían dado en Donja Mahala, el capitán echó un vistazo a
los papeles y se sentó en la barandilla que separaba la acera del interior del
jardín de la Comisión, me hizo un gesto
para que me sentara a su lado.
― ¿Qué te han dicho en Donja
Mahala, Miguel?
― Pues ya sabe usted mi capitán
que están muy jodidos y necesitan de todo. Esa es la verdad y ahora que hemos
abierto el camino, piden mucho y me parece natural. Por cierto me han informado
que mañana hay que llevar a dos mujeres diabéticas al hospital croata y cuentan
con que las transportemos nosotros.
― Bien, se lo diremos al relevo.
Te veo un poco serio.
― Cansado y tenso mi capitán, lo
de ese chaval me ha afectado y ya que me lo pregunta le diré que lleva usted
todo el día machacándonos por radio. No es por el curro, es por la impresión
que da, de que no hacemos las cosas a la velocidad que usted espera y eso toca
la moral.
Romero puso cara de apuro, la
verdad es que era muy buena persona y no le gustaba lo que oía. ― Sí, quizás
hoy con las prisas al no tener a la otra sección, las cosa han ido demasiado
rápidas, lo siento mucho.
― Tampoco es eso mi capitán, ya
se sabe que en esta vida un día pinta
así y el siguiente pinta mejor ― me eché a reír ― o peor, si se lo he comentado
es porque usted ha preguntado.
― Bueno, lo de esta noche está
aprobado, sales a las 20,30 horas, te vas para allí, recoges a los refugiados,
que son treinta según dicen los de la Comisión y los traes hasta aquí. Llévate
un porta morteros y con los dos blindados de tu sección podrás transportarlos a
todos sin pegas.
Charlamos unos momentos sobre la
evacuación, los BMR deberían ir casi sin tripulación para que cupieran los
refugiados, al final quedamos en que irían en cada BMR el jefe del vehículo y
dos tripulantes más. En el mío irían Guerra y la intérprete. Romero se levantó
y me insistió en que debería estar listo para salir a las 20,30 horas y me dejó
para que organizara todo aquello.
Me reuní con los jefes de
vehículo, les pedí que escogieran a los dos tripulantes que les acompañarían,
además naturalmente del tirador de la ametralladora y el conductor que esos
iban con el blindado como la rueda de repuesto. En los BMR no podía quedar nada
del equipo personal de los que se
quedaban en tierra, les expliqué que es lo que íbamos hacer y cómo nos íbamos a
organizar.
En principio no esperaba que
hubiera demasiado jaleo, toda vez que la Comisión había autorizado la
evacuación se suponía que ambos bandos estaban conformes. Pero también advertí
que si la cosa estuviera tan clara, como decían que estaba, hubieran dejado que los refugiados cruzaran a
pie y no nos hubieran mandado a por ellos. En principio y salvo si sucedía algo
raro, debían contar con transportar a diez refugiados en cada vehículo que
embarcarían por el portón trasero y por tanto cuando nos detuviéramos ante la
edificación deberían tener presente dejar el espacio suficiente entre vehículos
para que se pudieran bajar los portones y utilizarlos sin problemas.
Uno de los tripulantes echaría
pie a tierra, cuando yo ordenara el embarque de los refugiados en el BMR
correspondiente. El jefe del vehículo y el otro legionario deberían sentarlos
ordenadamente en el interior.
El legionario que estuviera en tierra, en cuanto
hubieran embarcado los diez refugiados, entraría en el BMR y el jefe del
vehículo ordenaría cerrar el portón; el legía se sentaría al final del
banquillo y controlaría desde su posición a los refugiados. Nadie podría salir
de los vehículos bajo ningún concepto y la escotilla trasera, debería estar
cerrada y no se abriría, salvo orden expresa mía.
― Ir con cuidado, nos dicen que
esa gente son refugiados, por mí vale.
Pero seguro que no los vamos a poder cachear, así que todo el mundo con las
orejas tiesas, que ya sabéis cómo funcionan las cosas por aquí y no quiero que
haya despiste alguno. Iré cargando a la gente empezando por el último blindado
y seguiré hasta que monte los que lleve en el mío. En ese momento atentos a la
radio porque saldremos de allí lo más rápidamente posible. ¿Alguna pregunta?
Nadie tenía dudas. Los despedí
―Que la gente que vaya a ir con nosotros, cene y se prepare, salimos a las
20,30 horas, la columna forma detrás de mí BMR, el porta morteros detrás del
A-21 y cierra el BMR de Arienza Santos.
Fui a buscar a “Carmen” y le expliqué
lo que íbamos a hacer, le pregunté si quería cenar, dudó y me dijo que haría lo
que yo hiciera. Personalmente prefería cenar después de la evacuación. Nos
sentamos en la calle al lado del BMR, mientras lo iban preparando para la
evacuación.
El tiempo pasó sin sentir, el 1º
Guerra que para eso de la hora era mejor que un reloj atómico, me miró y se
tocó la muñeca, me levanté y me acerqué a la cola de la columna, Arienza estaba
en la escotilla de su BMR y me dijo que estaban listos para salir, lo mismo me
dijeron en el porta morteros, así que entré en el pasillo del jardín de la
Comisión, a la puerta de la misma estaba mi capitán. De lejos - había los menos
seis o siete personas a su alrededor, algunos con el casco azul, y no quería
tratos con toda aquella harca - me cuadré y en el primer tiempo del saludo
dije.
― A la orden de usted mi capitán
es la hora, con su permiso nos ponemos en marcha.
― Romero me miró, correspondió al
saludo ― Suerte Miguel, hasta luego.
― A sus órdenes mi capitán― Di
media vuelta y con paso rápido me dirigí al BMR, monté en él, comprobé el
enlace con mi sección y el porta morteros y también hice una llamada al BMR del
capitán que me contestaron de inmediato. Todo el mundo estaba atento a la radio
y enlazábamos sin dificultad alguna.
Ordené de frente en columna de a
uno y nos dirigimos con tranquilidad hacia el Hotel Brístol, al doblar la
esquina, miré a mi retaguardia para comprobar que los blindados de la columna
se ponían en marcha y me seguían, efectivamente estaban en marcha, pero también
pude ver al grupo que hablaba con mi capitán que a la carrera se dirigían a sus
coches, renegué por bajini, pero no lo bastante bajo, porque Guerra que cuando
le convenía, tenía oído de tísico, me miró y me dijo ― ¿Qué pasa mi teniente?
― Me parece que vamos a tener
compañía en la evacuación
― La madre que los parió ―
barbotó el Cabo 1º al que le hacía la misma gracia que a mí la presencia de
toda aquella gente que ya se habían colocado a la cola de la columna y que
maldito lo que pintaban en la fiesta.
―Tranquilo Guerra, nosotros a lo
nuestro, cargamos a esa pobre gente y pitando para la Comisión Mixta, a ver si acabamos pronto y sin complicaciones…”.
Pero no fue así, ya se sabe que
casi siempre las cosas tienden a complicarse y si es en Bosnia, para que les
cuento…”.
Pero eso tocará contarlo el
próximo domingo.
El libro, en formato digital, ya lo leí, pero me fascina releer sus entregas dominicales. Estoy pensando que, tras el veraneo, lo volveré a comprar, pero en formato papel para disfrutar de sus fotografías, que no iban en el Ebook.
ResponderEliminarAnimo al autor a que publique otros 15 o más relatos de sus experiencias o de las de otros. De todo lo bueno (o menos bueno) que hacían allí, o en otros sitios, nuestros hombres.