Ha pasado mucho tiempo desde
aquel lejano día en el que el pueblo soberano, hoy reducido a ser simplemente "la gente", acudimos a las urnas para
aprobar la Constitución. Un texto legal consensuado, con sus aciertos y sus
defectos, que a día de hoy pocos quieren darle el valor que tiene. Fue y es una
herramienta fundamental en el desarrollo democrático de España.
Le "evolución" de la política y sobre todo la de los políticos, hace que a cada día que pasa
me sienta tratado más como súbdito, que como aquel ciudadano perteneciente a ese
pueblo soberano, que libremente y por una mayoría abrumadora aprobamos la Carta
Magna que en su Título Preliminar decía y. aunque les duela a muchos, dice
todavía:
Artículo 1
1. España se constituye en un
Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de
su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo
político.
2. La soberanía nacional reside
en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
3. La forma política del Estado
español es la Monarquía parlamentaria.
Artículo 2
La Constitución se fundamenta en
la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de
todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las
nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.
Aunque nos cuenten sus
particulares milongas, el problema que tienen muchos de los que claman por el
envejecimiento del texto constitucional que aseguran les impide servir con
eficacia a los fines para los que fue escrito, votado y promulgado, reside simple
y llanamente en el contenido de estos dos artículos.
Los enemigos de España buscan una
reforma de la Constitución del 78, escondiendo sus verdaderos fines en la
excusa de la falta de modernidad del texto, pero eso de que “…La Constitución
se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e
indivisible de todos los españoles…” sería la primera reforma que acometerían. La unidad de España es vista
como un problema por muchísimo botarate progresista acostumbrado a hacer
política semántica en lugar de afrontar los problemas acudiendo al imperio de
la ley.
No es que esté en contra de
reformar la Constitución, al fin y al cabo soy un convencido de que las leyes
siempre van por detrás de la realidad social a la que sirven, pero estoy totalmente
en contra de abrir un proceso cuasi constituyente sin acordar por adelantado y
punto por punto, qué y cómo se va a reformar la Constitución.
Claro que los legisladores que
eran de la tierra y conocían perfectamente con que ganado se la iba a jugar el
texto legal que fue votado hace hoy 38 años (41 para los lectores de hoy) -si no me he confundido con los
números, que yo soy de letras- protegieron a la Constitución con la exigencia de una mayoría reforzada para que se pudiera reformar. Y eso está bien, pero habrá
que ver qué es exactamente lo que se quiere reformar, porque yo estaría de
acuerdo con algunas propuestas que he leído - reducir las competencias autonómicas o devolver la competencia de Educación al Estado, por ejemplo - pero antes de abrir el proceso,
hay que saber con quién se conforma la mayoría de los 3/5 de las dos cámaras o
en su defecto el de los 2/3 del Congreso que son las mayorías que fija el texto
para ser reformado y qué es exactamente lo que se pretende reformar.
Porque aquí surgen serias dudas,
cuando uno pacta con Ferraz la reforma constitucional, ¿Con qué PSOE nos vamos
a encontrar una vez que se ponga en marcha la reforma? No es lo mismo pactar
con un PSOE gobernado por Pedro Sánchez, que hacerlo si Bono o Rubalcaba son los que mandan en Ferraz, ese es un problema que
hay que solucionar, porque todos sabemos, hasta los socialistas, que las
cuestiones fundamentales son afrontadas de maneras muy diversas y nada
coherentes por el PSOE y te puedes encontrar con aquello de donde dije ayer digo, hoy resulta que digo Diego y todos tan amigos.
La máxima aspiración del PSOE
para resolver lo que en Ferraz llaman “el problema catalán” - que nació de
aquella afirmación de ZP cuando aseguró que aceptaría todo lo que saliera del
parlamento catalán - es reformar la Constitución para convertir a España en un estado federal.
Una solución más que dudosa por muchas y variadas cuestiones. En primer
lugar extraña que un partido organizado federalmente y que no es capaz, a pesar
de su federalismo, de meter a camino a sus organizaciones territoriales, exhiba la fe del carbonero en el sistema que se demuestra inútil para
solucionar sus problemas internos, procedimiento que trasladado a escala nacional podría resultar un disparate inconmensurable.
Pero es que además los
socialistas no pretenden una España federal en la que todos seamos iguales, que
ese es el fundamento de lo federal, asegurar la estricta igualdad de todos los miembros que se federan. Como
decía, pretenden que aceptemos lo que han dado en llamar “federalismo
asimétrico”; es decir proponen que constitucionalmente se acepte que unos
españoles tengan más y mejores derechos que otros.
La solución que persiguen nos dice claramente
cuál es la verdadera entraña del problema, pretenden reformar la Constitución,
para que nuestra Carta Magna tenga cabida en el Estatuto catalán. Para los socialistas
la Constitución debe acomodarse al dictado de lo que reclaman los secesionistas, lo que constituye una
aberración jurídica además de un insulto a la inteligencia, porque algo muy
parecido al federalismo se intentó en la Transición, cuando se establecieron
las dos Españas, las de las CC.AA supuestamente históricas, en las que metieron
a Andalucía y Galicia con calzador y las otras. Y al final el Constitucional
dijo lo que tenía que decir, que café para todos y vamos a dejarnos de líos que
lo de la igualdad ante la ley es algo muy serio.
Los independentistas no quieren
formar parte de España, ni de la autonómica, ni de la federal, ni de la de ninguna clase;
quieren ser independientes, pero eso sí, mantener íntegro y prisionero el mercado
español, en realidad eso es lo único que les preocupa. Así que ya saben ustedes cuáles son
los motivos por los que el federalismo, sea asimétrico o no, no tiene ningún
porvenir en España, la historia reciente de nuestro estado autonómico lo demuestra y no me retrotraigo, que podría, a la I República
en la que el federalismo consiguió virguerías tales como, por poner un ejemplo,
que Cartagena le declarara la guerra a Alicante y la bombardeara con los buques
de la Armada.
Más a la izquierda del PSOE
“federal” están lo que han decidido que, hasta que ellos no llegaron a la
política, en España nadie teníamos ni puñetera idea de lo que era la democracia y a éstos lo de las mayorías reforzadas se la trae al pairo. Ya han
propuesto que la reforma de la Constitución se lleve a cabo a través de
referéndums populares. Así que con esa gente no hay que contar, ni para que
celebre el día de la Constitución, ni para que asistan a la ceremonia, ni mucho menos para apoyar los trabajos que puedan afinar el texto
constitucional.
Yo lo voy a celebrar, quién sabe
cómo estaríamos sin nuestra Carta Magna, por lo tanto ¡Feliz día de la
Constitución para todos! y vayan con cuidado con las reformas, que todos
sabemos lo bonitas y baratas que parecen cuando nos las explican y lo caras,
lentas y muchas veces ineficaces, que resultan cuando las ponemos en marcha.
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