La gravedad de la situación en
los hospitales, la falta de una dirección firme y eficaz en la lucha contra la
epidemia, las cifras de contagiados y muertos, los 10.000 sanitarios infectados,
la incapacidad del gobierno para hacer llegar a la primera línea de combate
contra el coronavirus los test rápidos, tantas veces prometidos, las mascarillas,
los EPI, s, los respiradores, la medicación, etc., exigen dimisiones.
Los fallos estrepitosos de esos
expertos y científicos tras los que intentaban ocultar su responsabilidad, Pedro
Sánchez y sus ministros - hemos hecho lo que nos han dicho los expertos, los
científicos o las autoridades sanitarias - que cada día era distinto el fiador,
exigen dimisiones.
Porque por mucha publicidad -
4.500.000 nos costó la campaña del ministerio de Sanidad "Este virus lo
paramos unidos" - por mucho
estómago agradecido aplaudiendo con las orejas en las redes sociales y medios
de comunicación, por muchas declaraciones y ruedas de prensa, las dolorosísimas cifras de infectados y
fallecidos y la imparable expansión de
la epidemia, dicen bien a las claras que este Gobierno no ha dado una en el
clavo y por lo tanto ha llegado el momento en el que deben empezar a rodar cabezas.
Y si todo esto no anima a Pedro
Sánchez a buscar nuevos elementos que ayuden a un gobierno que se ahoga en su
incapacidad, habrá que señalar el ridículo espantoso que ha hecho nuestro Presidente
con la compra de material sanitario, dicen que en China, para empezar a pedir
dimisiones y exigir que la fiscalía entre de oficio en un asunto que exhala un
hedor irresistible.
Fue Pedro Sánchez el que nos
garantizó la bondad de esos test rápidos, nos dijo el pasado sábado que "Se
trata de test fiables, homologados”, posteriormente fue Salvador Illa el que
nos explicó la hazaña que habían llevado a cabo él y una serie de expertos y
ministerios para cerrar una compra, que primero fue de un monto de 432 millones
de euros, para, sin demasiadas explicaciones, subir posteriormente a 500 millones.
Al día siguiente nos desayunamos
con la noticia que esos test, no tenían la sensibilidad requerida para poderse
utilizar. Inmediatamente salió a los medios Fernando Simón que nos aseguró que
el problema se circunscribía a un lote de 9.000 test que se devolverían de
inmediato a China.
Naturalmente en cuanto Simón afirmó lo que afirmó, todos
sabíamos que eso no iba a quedar así y efectivamente enseguida supimos por boca del gobierno que en
realidad el lote era de 50.000 test. Seguían sin decir la verdad y tuvo que salir Salvador Illa para explicarnos, serio y circunspecto, que
en realidad el lote era de 640.000 test, que eso sí, aunque "algunos"
habían llegado ya a España, se iban a devolver en su totalidad.
Pero como la cosa estaba muy, pero
que muy turbia, porque la embajada china había advertido que a ellos que los
registraran, que el embajador le había dado al gobierno español una lista de
proveedores de confianza y la gente de Illa había decidido comprar a un tipo
que ni siquiera tenía licencia y como la
Cámara Oficial de Comercio de España en China, decidió echar su particular cuarto a espadas y filtró que en esa compra no se siguieron los cauces
habituales para este tipo de adquisiciones, a Salvador Illa que estaba que lo
ahorcaban con un hilo, se le amontonó el trabajo y afirmó que como en el
mercado abundaba gente de poco fiar, ellos decidieron no comprar
directamente al fabricante chino y lo hicieron a través de un "proveedor
nacional de confianza".
Y como no podía ser de otra manera
se armó la mundial, porque la prensa inmediatamente le pidió que identificara a ese proveedor
y el ministerio se negó a identificarlo. Que aunque parezca imposible el
Gobierno se negó a identificar a ese proveedor de confianza, una
decisión equivocada, equivocada y sospechosa, que demuestra que en esa compra han pasado cosas muy raras.
Unas quizás tengan que ver con la inutilidad del equipo ministerial pero otras, insisto, dan un tufo que echa para atrás.
Decía mi paisano Josep Tarradellas que "en política se puede hacer de todo, menos el ridículo"; a mi me parece que en lo de los
test han protagonizado un ridículo espantoso, Pedro Sánchez y Salvador Illa, eso si damos
por buena la versión oficial y si la aceptamos, habrá que exigir la dimisión
inmediata de Salvador Illa, Fernando Simón y la totalidad del equipo que cerró
la venta.
Pero si como es natural, tenemos
dudas al respecto y la aparición de un hombre de “confianza”, que el gobierno
se niega a identificar, pone la cosa en
arameo antiguo para Pedro Sánchez - conviene no olvidar que estamos hablando de
500 millones de euros de nuestros impuestos que se han gastado en una operación opaca - hay que pedir que la Fiscalía actúe de oficio y este asunto acabe lo más rápidamente posible ante el Tribunal Supremo, para que quede acreditada la transparencia y honestidad que a los
ministros se les supone, tan generosamente por cierto como en la mili se nos suponía
a todos el valor; porque lamentándolo mucho hay que decir que la honestidad y el valor
son virtudes que no abundan.
Reitero, hay que exigir dimisiones
y que no me digan que ése no es el momento oportuno, que eso de la
oportunidad es una muletilla que sólo persigue que el gobierno gane tiempo o por ventura tendremos que esperar a que la cifra de fallecidos llegue a 30.000 y
entonces, tarde y mal, estará justificada la exigencia de esas dimisiones.
Ahora mismo, en caliente y cuanto más
pronto mejor.
NOTA: Éste escrito se publica también en el digital El Diestro. Aquí les dejo el enlace a ese medio, que merece la pena leer.
https://www.eldiestro.es/
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