El sábado por la mañana nos
llegaba una noticia, durante las pasadas veinticuatro horas en España
"solo" habían fallecido quinientos diez ciudadanos. Probablemente
habría que hablar de una noticia esperanzadora, porque la cifra suponía una
disminución de un 3,2% sobre la del día anterior. No hay que echar las campanas
al vuelo, habrá que comprobar si la vuelta al trabajo de los ciudadanos que han
permanecido confinados a cuenta del permiso retribuido recuperable, que termina
el lunes 13 en la mayoría del territorio nacional y el día 14 en aquellas
CC.AA. en el que el día 13 es festivo, no suponga un aumento en el número de
infectados y consiguientemente dentro de unos días produzca un repunte en el número de
fallecidos.
Sentí alivio ante la
cifra y fue en ese momento cuando me di cuenta de la magnitud de la tragedia que estamos viviendo.
Hoy se nos daba como positiva la noticia que quinientos diez conciudadanos habían
fallecido, quinientas diez familias acababan de perder a uno de sus miembros, que
fallecieron sin tener el consuelo de que una mano amiga les estrechara la suya en el momento de emprender el viaje al más allá. Quinientas diez personas que tuvieron muy mala muerte, en lo físico, la muerte por fallo respiratorio es
muy dura y en lo personal porque murieron solos, en uno de los dos momentos
trascendentales en la vida del individuo.
Y pensé que, como en mi caso, en
infinidad de domicilios se comentaría la buena nueva y conste que comprendo la
actitud. El cerebro humano tiene un poder de adaptación brutal, lo sé porque he
presenciado en directo una guerra sangrienta y he experimentado esa adaptación
en mí mismo y la he visto en aquellos hombres, mujeres, niños y ancianos que
intentaban sobrevivir en aquella Bosnia del año 1993, así que entiendo la
despreocupación con la que se habrá recibido la noticia de esos fallecimientos.
No sabemos cómo va a terminar lo de la epidemia, saldremos de
ella, si Europa fue capaz de sobrevivir a la Peste
Negra en la Edad Media, nosotros también lo haremos, eso sí no sabemos cuándo ni cómo. Es importante sobrevivir pero tras hacerlo tendremos que ser capaces de afrontar la crisis
económica y social cuya presencia se está anunciando desde enero, aunque en España, el gobierno de Pedro
Sánchez no se dio por enterado de su existencia hasta la presentación de ese supuesto Plan
de Choque que no iba a dejar a nadie atrás y que no ha
resultado ser lo que prometió Sánchez, porque ese plan tiene más agujeros que
un cedazo y al final va a resultar una
herramienta tan inservible como el uso de un cubo desfondado para sacar agua de
un pozo.
Comentaba la extraordinaria
capacidad de adaptación del ser humano y eso es bueno, lo que ya no es tan
bueno, es adaptarse de tal manera que en lugar de adaptación estemos hablando
de narcosis. Porque resulta que los españoles hemos hecho un esfuerzo ímprobo y
nos hemos adaptado al confinamiento, pero no conviene adormecerse, comprendo los aplausos, entiendo la utilización de los balcones para establecer unos
actos sociales inéditos, las canciones a coro, porque es muy cierto aquello de que al mal tiempo hay
que ponerle buena cara; pero como decía el griego, la
virtud está en el justo medio.
Bien está buscar la manera de que
el confinamiento no nos deprima, pero mucho mejor está combinar esas
actividades con una reflexión sobre lo que está sucediendo, que mientras
nosotros nos buscamos la vida para matar el tiempo y montamos jaranas,
caceroladas y aplausos, mueren
compatriotas y conciudadanos a puñados y mueren solos como la una, haciendo
frente en soledad a una hora terrible que todos preferimos postergar.
No es una crítica, pero creo que
ha llegado el momento de dedicar un tiempo a la reflexión y para empezar a
hacerlo en condiciones, deberíamos quitarnos la camiseta de nuestro equipo. Me
explico, en asuntos de ideología política en España poco importan las ideas y mucho lo colores. Votamos así y defendemos lo indefendible, si la conducta que está
en tela de juicio la ha protagonizado alguno de los "nuestros".
Creo que lo que está mal, lo está
independientemente de que el protagonista sea de izquierdas o de derechas.
Mentir, falsear la realidad, manipular fechas y cifras, intentar tapar bocas,
está mal y si somos honrados debemos reconocerlo y no buscar excusas, independientemente de quién lo haga. Habrá que reconocer, yo el primero, que aceptar de manera
inconsciente que la muerte de quinientas diez personas es una buena noticia,
nos da medida del tamaño de la tragedia, de la capacidad de nuestro cerebro
para relativizar la realidad y, ustedes perdonen, de nuestra falta de empatía.
No se enfaden, hagan examen de
conciencia y si eso les suena muy religioso para su gusto, lleven a cabo una
introspección y reflexionen. Sufrimos por ahora 16.353 fallecidos y 161.852 contagiados,
también hay que contar y alegrarnos de los 59.109
ciudadanos que han logrado vencer al virus. Estas cifras que no pueden ser
discutidas y no son discutibles, se dan en un país en el que gobierna Pedro
Sánchez que ha repetido en infinidad de ocasiones que él y su gobierno han
seguido al pie de la letra la opinión de los expertos.
Pero resulta que la cara
visible de esos expertos sostuvo que lo del coronavirus no tenía importancia y
que en España a todo tirar íbamos a tener un par de casos diagnosticados. Que
se equivocó de plano está muy claro, habrá quien me diga que es que no podía
saber lo que iba a suceder y yo digo que si no lo sabía, en su
condición de experto, debería haberlo reconocido y no lo hizo.
Ítem más apoyó bien que tangencialmente, la idea de que se podía acudir a la manifestación del
8M sin ningún problema y que esa manifestación fue fuente de contagios lo
demuestra la fotografía de la primera fila del evento, de la que muchas de sus componentes se
contagiaron. A pesar de que el experto
se equivocó o mintió, no fue cesado, es más, ha sido ascendido, lo que creo que
da que pensar.
Pero independientemente de lo que
nos cuenten los del gobierno o la oposición, lo que sí sabemos todos, es que
tenemos el mayor número de muertos por millón de habitantes, que somos el foco
mundial de la epidemia y que los casi 15.000 sanitarios españoles infectados, demuestran
por comparación con las cifras de otros países, que fueron a la pelea con el
virus insuficientemente dotados de protección.
Y esos datos no cuadran con los
discursos triunfales de Pedro Sánchez, porque él sostiene que lo ha hecho todo
bien, incluso se atreve a decir que lo ha hecho mejor que nadie y los números
le desmienten. Y si ustedes se han quitado la camiseta de los
"suyos", tendrán que darme la razón y conceder que lo que le sucede a
este país, es que la solución que necesitamos está en manos del problema.
Permítanme que les dé un consejo,
huyan de las palabras y los discursos, concéntrense en los datos, en los
hechos, comprueben que lo que reciben como información sea cierto, comparen las
cifras de lo que sucede en España con el resto de los países del entorno y
llegarán a una conclusión bien fundamentada.
Recuerden, cuando las palabras
contradigan a los hechos, quédense con los hechos, que esos no tienen colores.
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