Rectificaciones, mentiras y desinformación
Todos hemos escuchado las excusas
del gobierno que intenta justificar su absoluta falta de previsión y eficacia
en lo que tiene que ver con las compras de material sanitario, adquisiciones a
las que instaban desde enero, la OMS y la CE, para hacer frente con garantías a
la epidemia que se nos venía encima y que aquí Pedro Sánchez y sus cuates
decidieron ignorar, porque estaban ocupados montando la manifestación del 8M y sólo a partir del 14 de marzo, comenzaron a
intentar llevar a cabo las compras que tanto necesitábamos.
Naturalmente se encontraron con
un mercado tensionado en el que las normas no existían y en el que muchos
materiales de protección ya habían sido vendidos desde el mes de enero. Podemos
entender la situación, no excusa para nada a los social comunistas, pero eso es
lo que había. Llegamos tarde y mal al mercado y sufríamos las consecuencias; lo que no se entiende de ninguna de las maneras es que a fecha de hoy el gobierno
siga deambulando por los mercados internacionales con el mismo tino que un
pulpo en un garaje. Lo normal sería que Salvador Illa o el ministro
que lo sustituye en la tarea de las adquisiciones hubiera creado ya un sistema
que garantizara la compra de productos de calidad a un precio razonable.
Da la impresión de que no hay
nadie medio normal dispuesto a venderle algo al gobierno social comunista. Hace
unos días nos enterábamos de que el gobierno trataba con un intermediario, que
se dedicaba a la venta de bebidas alcohólicas en China y cuya administradora
estaba condenada en firme por la justicia española por estafa continuada.
¿De
verdad no hay intermediarios especializados en el campo sanitario a los que
acudir? Para el gobierno de Pedro Sánchez parece ser que no, porque hoy nos
desayunamos con la noticia de que Salvador Illa se ha visto obligado a
rectificar, ante el escándalo suscitado en algunos medios, anulando un contrato
por 5,1 millones de euros para comprar hisopos, que tampoco tenemos, que había
concedido a dedo a una asesoría fiscal de Málaga que no tiene trabajadores y
que había facturado en el ejercicio de 2018, la escalofriante cifra de 4.300
euros.
Pedro Sánchez y sus adláteres no
han aprendido nada, siguen comprando a gentes de los que cualquier empresario
normal huiría a la carrera. Ayer le dijeron a un ministro en sede parlamentaria
una verdad como un templo, los corruptos como las ratas buscan la oscuridad. Ya
desde aquel “intermediario de confianza” que falló estrepitosamente y al que
Illa se negó reiteradamente a identificar, la opacidad es la norma en el
ámbito de las compras de material sanitario. Inepcia, improvisación y además un perceptible tufo a corrupción que echa para atrás.
No hay una evolución positiva en
la trayectoria del gobierno, antes bien se han atrincherado y parece que la
soberbia y la contumacia son sus líneas principales de actuación. Lo de las falsedades
del Gobierno alcanza un nivel que produce vergüenza ajena. El lunes pasado en una
rueda de prensa Pedro Sánchez presumía que conforme al ranking del
prestigiosísimo Hospital Universitario Jonhs Hopkins, que en más de una ocasión
ha sido considerado como el hospital número uno de los USA, España figuraba como
el quinto país del mundo que más test del covid-19 realizaba.
Pues es mentira, por no existir
no existe ni el ranking, ya le sucedió lo mismo con aquel informe de la
Universidad de Oxford del que alardeó en el Congreso de los Diputados y hace
unos días con el ranking de la CEOE a la que mandó unas cifras falsas sobre
test realizados, para poder presumir de estar en el octavo puesto de países del mundo
que más análisis hacían, hasta que se aclaró la falsedad de las cifras
facilitadas por el gobierno a la OCDE y nos vimos relegados al puesto décimo
octavo.
Bofetón tras bofetón pero no
rectifica, parece ser que el narciso socialista siente una pulsión irresistible
por la mentira y la utiliza una y otra vez, aunque sepa, porque tonto no puede
ser, que lo de que se coge antes a un mentiroso que a un cojo describe una
realidad que le machaca repetidamente.
No saben contar los muertos, no
saben cuántos infectados tenemos, no han hecho los test masivos de los que
presumen, no con capaces de hacer el estudio de la seroprevalencia, no saben
comprar, no tienen proveedores dignos de confianza, han montado un plan para el
desconfinamiento que ha concitado el rechazo unánime, de científicos,
economistas, empresarios, partidos políticos, CC.AA e incluso ministros y
pretenden que les tengamos confianza y pongamos nuestro destino en esas manos
infames, manchadas por la mentira y muy probablemente por la corrupción.
Pero esto no es todo, el Gobierno
que ya ha intentado normalizar el disparate que supone que sólo sean las
fuentes oficiales las que traten de la pandemia y sus consecuencias sanitarias,
laborales y económicas, no quiere que los ciudadanos sepamos la verdad de lo que nos está sucediendo. Será porque entienden que se repite una circunstancia para
la que los españoles no estamos preparados para saber la verdad, como sucedió
con los atentados del 11M, pero llama la atención que el ministerio de Sanidad
no autorice una app que han puesto en marcha un grupo de científicos y virólogos
españoles independientes que pondría al alcance de todos los españoles la
información que nos permitiría minimizar los contagios y el impacto de un
posible repunte de la epidemia.
La app entre otras muchas cosas da la posibilidad de conocer
la trazabilidad de la enfermedad pudiendo averiguar dónde se contagió el
usuario, rastros de posibles infectados y mapas de calor para saber qué zonas,
barrios, pueblos y ciudades tienen más carga viral. La aplicación nos indicaría dónde hay
más contagios y las zonas libres del virus.
A mí me parece una información
relevante, pero el gobierno no quiere que sepamos cómo, cuándo y dónde
evoluciona la epidemia. Creo que el negarnos la posibilidad de conocer la
realidad y que a través de ese conocimiento podamos protegernos mejor del
contagio, entra en un terreno muy delicado que pudiera llevarlos de cabeza ante
la Justicia, sobre todo si consideramos que los científicos independientes han ofrecido la aplicación de manera altruista, para que todos la pudiéramos utilizar.
Así que estamos en manos de un
gobierno que ha hecho de la rectificación, la mentira y la desinformación, los repugnantes
útiles que emplea para justificar su inanidad y con esas herramientas y los esfuerzos
de su sección de agitación y propaganda, nos tienen a todos en las ventanas y
balcones, aplaudiendo a hora fija, encantados de habernos conocido.
Más nos vale que vayamos
espabilando porque esto pinta muy mal. Al paso que vamos o sobrevive el
gobierno o lo hacemos nosotros, no hay otra.
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