Curiosidades sobre la preparación de mi novela (Primera parte)
Tomé la decisión de escribir "Al madero no le gusta la
ropa vieja" sin que mediara espacio para la reflexión. Un día del año 2013, me encontraba en casa sentado tranquilamente en el sillón que acostumbro y sin que saber cómo, tuve esa idea, en ese mismo momento decidí que era un buen proyecto. No me pregunten cuáles eran los motivos porque no los sé; sin saber a cuento de qué, había decidido escribir una novela y
eso era todo lo que tenía claro, el resto no eran más que dudas y confusión. Pasaron los días y poco a poco fui tratando de madurar la idea. Pensé, creo que con buen criterio, que en primer lugar debía decidir qué clase de novela quería escribir. Me incliné por el género negro; no es que hubiera adelantado demasiado en el proyecto, pero al menos había decidido el género literario en el
que me quería mover.
No tenía ni idea del argumento, no sabía en que escenario iba a desarrollar la narración, ignoraba en la fecha en la que iba a situar el relato; eso sí, sabía que quería escribir una novela negra. Pensé
situar el relato en Barcelona, por aquello de que nací allí y porqué tenía la impresión de que
una gran ciudad me daría muchas posibilidades; pero aunque sea barcelonés, lo
cierto es que “mi” Barcelona, la ciudad que yo conocía, había desaparecido, de tal manera que, estando de visita,
a veces he sentido la desagradable sensación de ser un forastero en mi propia
ciudad. Eliminé por tanto Barcelona y a falta de mejor opción pensé que Fuerteventura podía ser
un buen escenario. Conozco la isla, vivo en la capital, llevo muchos años aquí, así que decidí que lo que fuera que escribiera, sucedería en la isla.
Ya tenía decidido el escenario y el género, no es que
hubiera adelantado gran cosa, pero la decisión estaba tomada, escribiría una
novela negra que tendría como escenario Puerto Rosario. Tomadas esas dos
decisiones, me asusté cuando me di cuenta de que la novela era un proyecto que irremediablemente iba a producirse. Me
conozco y tenía muy claro que aunque me enfrentaba a un problema muy difícil, iba a escribir el
maldito relato. Soy un cabezota
de manual, por eso sabía que iba a escribir el relato así se acabara el mundo.
No tenía ni idea – tampoco es que esté muy seguro de saberlo ahora - de cómo se
escribía una novela, toda creación humana exige un oficio y yo ignoraba totalmente que es lo que había que hacer para escribir una novela. Tenía resuelto lo del escenario pero no tenía ni argumento, ni personajes, ni trama; en realidad no tenía nada de nada. Debía decidir en qué fecha iba a producirse el homicidio que me iba a servir para instrumentar la investigación que sería la columna vertebral del relato. No podía ser una fecha muy lejana al año 2013, hay que tener presente que Puerto Rosario también cambia, y por eso me incliné por escoger el año 2005, ocho años de diferencia entra la fecha real y la del relato me daba un buen distanciamiento, pero me permitía recordar muy bien como era el Puerto Rosario de ese año.
Quería escribir un relato negro, por lo tanto debería
crear el personaje de la víctima, decidí sobre la marcha que "el occiso" sería un varón, me
pareció que me resultaría más sencillo “matar” a un hombre que a una mujer. Ruego de corazón a las feministas perdonen ese pensamiento que pudiera tener un ligero tufo machista.
Entonces empecé a sudar tinta china, no pensaba con demasiada claridad y tomaba muy pocas notas, mala costumbre de la que me arrepentí a lo largo de la dura tarea que supuso escribir el relato. Probablemente estuviera equivocado, pero decidí que lo más importante en ese momento era definir la
causa de la muerte de "mi víctima". Como me gusta
complicarme la vida opté por buscar un procedimiento que fuera original, nada de unas raciales puñaladas, un par socorridos balazos, ni siquiera un artesanal estrangulamiento, esas cosas las dejé para los escritores facilones, como soy así de borrico me dediqué a buscar un procedimiento poco o nada corriente.
Lo encontré después de mucho tiempo y trabajo, no pueden ustedes imaginar la cantidad de horas que dediqué a encontrar un procedimiento que pudiera ser
creíble y que no se hubiera utilizado en demasía. Creo que lo conseguí, lo
sabremos cuando Amalia Sánchez, mi representante, consiga que
la publiquen, ahora no se lo voy a contar a ustedes, ni siquiera
hablaré de los métodos que deseché, por aquello de no dar ideas aunque sea por eliminación.
Mientras buscaba la manera de
darle la puntilla a la víctima, me di cuenta del
abismal desconocimiento que tenía sobre las muertes violentas y
buscando en San Google Bendito, encontré una publicación, “Conceptos Básicos de
Patología Forense” de José Manuel Tortosa López y Santiago Crespo Alonso, que tenía muy buena pinta, aunque para lo que yo lo quería tenía un defectillo: Trescientos cincuenta y ocho folios me contemplaban, que me tuve que calzar completitos.
¿Fue una buena decisión?, pues no lo sé, si quiero consolarme puedo acogerme al
dicho ese que reza que el saber no ocupa lugar, pero les aseguro que, que al
menos en mi caso, ocupó mucho tiempo y esfuerzo.
Lo cierto es que iba a tientas o por mejor decir, no tenía
ni idea de lo que tenía que hacer. Quizás en ese momento hubiera sido mejor ir adelantando el esquema del argumento, las fichas de los personajes, pero el que no sabe es
como el que no ve y esa era precisamente la situación en la que me encontraba yo...
Me estoy yendo largo y ceo que estoy abusando de su paciencia, así que aquí me quedo; en el
arduo momento en el que me puse a estudiar los Conceptos Básicos de Patología
Forense, una muy buena publicación para cualquiera que esté interesado en esa especialidad de la ciencia y dejaré para otro día la continuación de la descripción de
las desdichas y trabajos que tuve que afrontar para preparar el texto de mi
novela, que son muchos y variados, no vayan ustedes a creer.
Hasta entonces les mando un abrazo.
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