La novela negra mediterránea. Primera Parte
Montalbán, Izzo, Camilleri y Márkaris |
En esta serie de escritos sobre el género negro he manejado en más de una ocasión el concepto de “novela negra mediterránea”, una idea compleja que nació hace relativamente poco tiempo. De hecho los que saben de estas cosas afirman que el reconocimiento de la existencia de la novela negra mediterránea nace a partir de las novelas que conforman la serie de Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán. No es que lo diga yo, lo han dicho autores consagrados como el marsellés Jean Claude Izzo o el siciliano Andrea Camilleri que, veinte años después de que la serie se cerrara definitivamente, bautizaron a sus protagonistas con los nombres de Montale y Montalbano respectivamente en honor al que consideraban su maestro.
¿Pero qué es exactamente eso que llamamos “Novela negra
mediterránea”? Pues una suerte de subgénero literario nacido en la Europa
meridional y que tiene, según los críticos literarios y los estudiosos del
tema, unas características que lo diferencian del resto de la novela negra en
general y de la europea en particular. Este concepto se consolidó gracias a la
producción literaria de cuatro autores. En primer lugar el ya
mencionado Manuel Vázquez Montalbán, al que le siguen Jean Claude Izzo, Andrea
Camilleri y Petros Márkaris, que conforman en mi modesta opinión los cuatro
pilares fundamentales del relato negro mediterráneo. Todo nacimiento precisa de una gestación previa y en este
caso habrá que reconocer que antes de que Vázquez Montalbán publicara, otros
autores le precedieron en la evolución de la novela negra. Se me ocurre en primer lugar nombrar a
George Simenon, el belga que supo crear la figura señera del comisario Maigret,
no digo que sea el primero, pero personalmente no conozco a ningún otro autor
que comenzara el largo camino que condujo al nacimiento
oficial del nuevo género. En las novelas de la serie Maigret se aprecian alguna
de las características que hoy en día son las que confieren su personalidad a
la novela negra mediterránea. En esos relatos el delito todavía ocupa un lugar central en
la narración, pero Simenon consigue que coexista esa centralidad con la
importancia que tienen para la narración la vida privada y las particulares
costumbres del Comisario Maigret que sirven de vehículo para retratar a la sociedad
en la que vive y trabaja. Por otro lado en esas novelas adquiere, quizás por primera vez, una
importancia relevante el tema gastronómico. Ya sea por los guisos que prepara
la esposa del comisario o por lo que comen, él y sus ayudantes, en los bistrós
que frecuentan, la comida comienza a tener un papel significativo en la narración. Añadamos la importancia de la descripción del entorno social en el que se
desarrollan los crímenes y las investigaciones de Maigret y su equipo y podremos constatar como el relato negro comienza a cambiar. A Simenon le siguieron otros autores que también pueden considerarse
precedentes del fenómeno - ahí están Jean Patrick Manchette con su “L’ affaire
N’ Gustro”, novela que parte de un hecho real y que utiliza el autor para
llevar a cabo una dura crítica política; Leonardo Sciascia en cuyos relatos
denuncia el poder de la mafia y su contubernio con la clase política o Giorgio
Scerbanenco que pone al descubierto la corrupción de la clase dominante en un
Milán ya desarrollado - que a mi parecer
fueron pioneros, entre otros, en la narrativa europea meridional a la hora de aportar una
dimensión política al género, una de las características que lo definen, quizás
cabría decir que frente a la crítica social de la novela negra nórdica, en la
mediterránea aparece además la crítica política como elemento preponderante. Entonces ¿podríamos afirmar que los autores de novela negra
del sur de Europa y norte de África pertenecen por definición a esa novela
negra mediterránea de la que estamos hablando? Pues no, el subgénero no nace de
la posición geográfica de los escritores. Por poner un ejemplo Dolores Redondo,
una autora española de novela negra de primera categoría creadora de la
Trilogía del Baztán, según mi modesto parecer, no debiera estar incluida en la
novela negra mediterránea. Sus relatos no están situados en una zona urbana, Amaia
Salazar, la policía que protagoniza sus relatos, nada tiene que ver con Carvalho, ni
con Costas Jarito o Fabio Montale, la gastronomía, independientemente de los
pasteles de la panadería familiar, brilla por su ausencia, no existe crítica
política, etc. Por resumir, creo que existen una serie de características
que definen a la novela negra mediterránea que se produce en las dos orillas
del Mare Nostrum, cierto es que en la orilla europea el fenómeno es más antiguo
y la producción más abundante, pero si no se aburren, hablaremos de la novela
negra del Magreb, donde también se escribe novela negra mediterránea. Hablaba de las características que definen al subgénero, modestamente creo que podrían resumirse en que la ciudad además constituir el escenario en el que se desarrolla el relato adquiere un carácter protagónico; por otro lado está la importancia que se da en los relatos a la comida, los protagonistas, como buenos hijos del sur, son gente a la que les gusta comer bien . A la crítica social, propia de la novela negra, se añade la crítica política y a esas características, habría que añadir la vitalidad de los protagonistas, que a pesar de ser gente muy desencantada con el sistema, viven, cada uno a su manera, pero de manera muy activa. Hasta aquí la primera parte de esta serie. Volveremos a
encontrarnos, si Dios quiere, el próximo miércoles. Hasta entonces cuídense
mucho. Un abrazo |
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