La novela negra mediterránea. Segunda parte


 

Ilustración de Hernán Migoya i Bartolomé Seguí 


Hablaba el otro día de las características que diferencian al fenómeno de la novela negra mediterránea del resto del género negro aunque lo hice  de una manera muy sucinta, hoy pretendo explicarme algo más ampliamente.

En primer lugar quiero hacer constar que la novela negra mediterránea se ha convertido en una suerte de crónica histórica, no es que lo diga yo, que también, pero creo que lo mejor será dejar hablar a Petros Márkaris que afirmaba en su momento que “la literatura policial de los países de Europa central y del norte (...) refleja una realidad basada principalmente en lo políticamente correcto, mientras que [la novela mediterránea] refleja una realidad social basada en la implicación de la política en la sociedad”. Ese es el motivo por el que nos encontramos de manera habitual en las páginas de los relatos negros de estos autores, con cuestiones que tienen mucho que ver con el debate político como puede ser la corrupción, la inmigración, el dinero negro, las dictaduras o las irregularidades de los partidos políticos.

Es fácil detectar en la novela negra mediterránea un carácter desilusionado y en ocasiones muy próximo al cinismo que nace del paralelo desencanto que han sufrido Montalbán, Izzo, Camilleri y Márkaris, gente proveniente de la izquierda, que están de vuelta de muchísimas cosas y que por tanto comprenden que la izquierda en la que militaban se ha mostrado incapaz de conseguir el cambio social que preconizaban y ante esa situación se dedican en sus obras a señalar lo que no funciona, políticamente hablando, en la sociedad que describen y las consecuencias de ese fracaso para el grupo social del que forman parte sus personajes.

Esta situación enfrenta a los autores con una contradicción, por un lado sus relatos reflejan la realidad social del entorno en el que viven sus protagonistas, sin embargo no aceptan las reglas del grupo y establecen a través de sus personajes unos códigos propios. Escriben un género realista teñido de sentido crítico y sobre todo del desencanto del que hacen gala los personajes principales de sus relatos, a los que les consta que están en el bando perdedor, por mucho empeño que pongan en la resolución de los casos que afrontan, saben que poco o nada va a influir ese éxito en la marcha de una sociedad que sufre la corrupción de sus instituciones y de los responsables de gobernarlas.

Otro de los elementos que definen el carácter de las novelas mediterráneas es la ciudad más allá de su concepto puramente geográfico, los autores convierten a la ciudad en un protagonista más de sus relatos. Con cuidado infinito las insertan en sus novelas y así tenemos a la Barcelona de Montalbán, la Marsella de Izzo o la Atenas de Márkaris; caso especial lo constituye Camilleri que decide inventarse un escenario urbano, Vigáta, en el que discurren los trabajos de Montalbano. La ciudad por una parte adopta el papel pasivo que corresponde naturalmente al escenario en el que transcurren los sucesos y en el que se mueven y viven sus protagonistas y por otro lado, y aquí está lo importante, la ciudad adquiere un papel activo a través de la descripción física y social que hacen los autores de la sociedad que las habita.

Curiosamente las respectivas ciudades, es decir la urbe, la ciudad escogida, actúa sobre los protagonistas de dos maneras contrapuestas, por un lado buscan en ellas el refugio que necesitan Carvalho, Montale, Montalbano o Costas, para aislarse de la triste realidad de la sociedad que les abruma. Ya sea la Vallvidrera del investigador barcelonés, la marsellesa choza con embarcadero de Montale, la casa en la que Montalbano habita, pegada al mar o el propio domicilio de Costas, en el que encuentran el sosiego que la/su ciudad les niega y por otro lado la ciudad es el continente de esa sociedad corrupta a la que critican, que en ocasiones les desagrada.

Una característica que contribuye a proporcionar cierto grado de unidad literaria a las distintas series de estos cuatro autores es la existencia de unos personajes formalmente secundarios, pero muy importantes por su relación con el protagonista con el que se vinculan en el ámbito doméstico o el profesional. Su presencia y la relación que mantienen con el protagonista asegura la continuidad de la serie, porque se crean unas tramas, bien que secundarias, que le dan esa estabilidad por encima de las tramas concretas que conforman cada novela. Precisamente por eso siempre aconsejo leer las novelas siguiendo el orden cronológico en el que fueron publicadas, a lo largo de la serie los personajes secundarios y con ellos el protagonista evolucionan y maduran y eso es bueno para el lector.

Otra de las características que conforman al fenómeno son los temas genéricos que abordan. Como es lógico, cada una de las series trata de un tipo de delitos que tienen que ver con las particularidades sociales y políticas que viven los países en los que se desarrolla el relato, aunque podría afirmarse que a pesar de ser distintas, todas ellas tienen que ver con el desarrollo social de los países situados en el sur de Europa, fenómeno que denomina Markáris como “la triste historia del Mediterráneo”. Vázquez Montalbán trata de asuntos que tienen que ver, según él, con el franquismo residual que encuentra todavía en las instituciones y Márkaris, Izzo y Camilleri nos presentan principalmente los problemas que tienen que ver con la inmigración y el crimen organizado.

Bueno pues hasta aquí llegamos. Si Dios quiere nos veremos el viernes por aquí, ese día hablaremos sobre la importancia que tiene la gastronomía en la novela negra mediterránea. Cuídense mucho.

Un abrazo.

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