Mi novela comienza a caminar
Ropa vieja |
Contacté con un par de editoriales y aunque me atendieron
muy amablemente, en una me dijeron que no pensaban leer ningún texto ni en el presente año, ni tampoco en el 2022 y en la
otra me manifestaron que en el próximo mes de septiembre me dirían algo, pero que tuviera
presente que si se decidían a publicarme, que tampoco es que lo
tuvieran demasiado claro, eso sería a lo largo del año 2023.
Debo reconocer que escribir la obra me costó muchísimo esfuerzo,
a lo largo de mucho tiempo no fui capaz de imponerme una disciplina de trabajo,
solo al final, en el mes de agosto del pasado año, decidí terminar
definitivamente con el texto y me puse a escribir ocho horas al día los siete
días de la semana. Ya para qué les cuento de los problemas que me ocasionó mi
bisoñez, no tenía ni idea, creo que ahora tampoco, de cómo se escribe una
novela y esa falta de oficio me obligó a escribir la novela tres veces,
llevando a cabo cambios muy importantes en la estructura del relato, lo que naturalmente me
ocupó mucho tiempo.
A la postre, venciendo muchas dificultades, la terminé, pero pasaba el tiempo y de mi representante no tenía noticia
alguna, así que si digo la verdad, mi parte racional me decía que no me hiciera ilusiones porque nadie me iba a publicar la dichosa novela, aunque he de reconocer que eso que se
dice tan frecuentemente de que lo último que se pierde es la esperanza, es muy
cierto, porque a lo largo de todo el proceso, no sé si sería porque ya me habían
publicado un libro o porque en el fondo soy un optimista irremediable, en lo
más oscuro del túnel en el que me encontraba, veía titilar una debilísima
chispa de luz.
Y un buen día, no sé exactamente en qué lugar, leí un
anuncio que venía a decir algo así: Buscamos autores nuevos. El texto del anuncio explicaba que una editorial estaba buscando textos inéditos para publicarlos. Pensé
que era el típico anuncio de una de las cien mil editoriales que se dedican al
negocio de la autoedición, pero como lo último que se pierde es…, decidí mandar
mi texto, al que acompañé, recordando un consejo de la que fue mi
representante, una sinopsis del relato y una presentación personal.
Puedo asegurarles que lo mandé sin ninguna fe, pero lo hice. Sorprendentemente al cabo de un tiempo me mandaron un mail en el que me solicitaban que
contestara a un cuestionario, encuesta la llamaban ellos, cosa que hice y ahí sí que procuré hilar fino, no es que pensara que tuviera muchas posibilidades de que me
publicaran el libro, pero sería esa chispa de luz que veía en ocasiones
lo que me impulsó a contestar el cuestionario procurando afinar. Se lo remití a la editorial y me olvidé de ellos. Cuál no sería mi sorpresa cuando al tiempo recibí una
llamada telefónica en la que un caballero muy atento me comunicó que el comité
de lectura de su editorial había dado el visto bueno y estaban dispuestos a
publicar “Al madero no le gusta la ropa vieja”.
Como me conocen ya saben ustedes que soy un poco obsesivo,
así que de inmediato le advertí al representante de la editorial que si la
oferta tenía que ver con la autoedición o la coedición, no estaba interesado. Me
tranquilizó al respecto y me explicó como trabajaban ellos; le dije que hiciera
el favor de mandármelo por escrito. El representante de la editorial me dijo
que me mandaría un contrato, que lo leyera y si tenía algún problema lo llamara
y me aseguró que el documento estaba escrito con una claridad meridiana, para
que se entendiera sin necesidad del concurso de un abogado.
Lo recibí, lo leí como yo leo las cosas, es decir, deprisa; a primera vista me pareció correcto, algo duro en la cuestión económica, pero
estaba claro que ellos se comprometían a publicar el libro y yo no tenía que
soltar ni un euro. Así que lo volví a leer más tranquilamente cinco o seis
veces, cuando terminé de hacerlo respiré profundo, resoplé, dudé … y pleno de incertidumbre lo firmé.
Lo mandé a la editorial y Luis me comunicó que mi obra estaba en la “cola de edición”, le pregunté que cuando empezaría el proceso de edición, me contestó que estimaba que a finales del mes de abril podrían ponerse a trabajar con mi texto. Ya he reconocido que soy un poco obsesivo, asunto que me convierte en un impaciente patológico de manual, así que en cuanto llegó el día 19 de este mes, consideré que me podía acoger a lo de “a finales del mes de abril” y le mandé un mail a la editorial para que me dijeran como estaba lo de la lista de edición.
Me contestaron en
menos de veinticuatro horas, estaban llevando a cabo la corrección
ortotipográfica del texto y en cuanto la terminaran, alguien se pondría en
contacto conmigo para comenzar a trabajar en la edición del libro. El jueves de
la pasada semana me mandó un mensaje el responsable de la corrección, porque tenía dudas sobre una frase, resolvimos el asunto y el viernes pasado a
las doce del mediodía me telefoneó la persona que se iba a ocupar de maquetar
el libro y del diseño de la portada, me preguntó si tenía alguna idea al respecto, le
expliqué lo que había pensado y me pidió que le mandara las propuestas y una
fotografía mía.
Ese mismo viernes le mandé tres propuestas de portada, con las fotografías y dibujos que yo había ido acumulando y a eso añadí la portada de tres libros, que la editorial había publicado, y de los que me gustaba el estilo, para que tuviera una idea de mis gustos. Espero que nos entendamos porque el contrato que firmé contiene una cláusula en la que quedaba muy claro que si no hubiera acuerdo sobre el diseño de la portada entre el autor y la editorial, prevalecería la opinión de la editorial.
Así que todo lo escrito hasta aquí se resume en una frase muy
sencilla: La editorial ya ha puesto en marcha el proceso que finalizará con la
publicación de mi obra, una buena noticia que quería compartir con ustedes. Cuando tenga más noticias lo comunicaré
Hasta aquí hemos llegado, si Dios quiere y a ustedes les da
paciencia, volveremos a encontrarnos aquí el próximo miércoles. Cuídense mucho.
Un abrazo.
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