Dónde se relata cómo se diseñó la portada de "Al madero no le gusta la ropa vieja"
Vista aérea de Puerto Rosario |
A veces esto de escoger el tema sobre el que escribir en el blog tiene más dificultades de lo que pudiera
parecer a primera vista. Escribo esto el domingo por la tarde después de ver
como mi equipo, el RCD. Español, desaprovechaba la ocasión para proclamarse
campeón de la Liga Smart, aunque llevaba dándole vueltas a lo del tema desde el
pasado viernes. Tenía preparados dos autores sobre los que escribir, había pensado en
buscar una receta de comida mejicana que aparece en “El Cartel” de Don Winslow
para añadirla a esa sección que titulo “A la rica receta negra” y también
me apetecía contarles a ustedes cómo se diseñó la portada de mi novela “Al
madero no le gusta la ropa vieja”, aunque si les soy sincero ninguna de las
propuestas me terminaba de convencer.
Así que a la hora de la verdad, es decir a las 19,18 horas
de Canarias de este domingo y mientras escuchaba la música que ofrecía en ese momento Aardvark
Blues FM, una emisora de radio que siempre conecto cuando me pongo a escribir,
me acordé de un refrán que reza “En la duda, la más peluda” – que no se me
amontonen las feministas porque la frase nació del consejo que se daba para
escoger la mula que uno iba a comprar, aunque con posterioridad se le hayan
aplicado otras interpretaciones – y eso hice, tiré por la calle de en medio y
decidí escribir, como ya saben si se han molestado en leer el título de la
entrada, sobre cómo se ideó la portada de mi libro.
Y es que el tema no terminaba de convencerme porque el hecho
de que a mí, en su momento, me interesara muchísimo, no garantiza el que el resto de este mundo pueda sentirse interesado por el proceso. Así que si son ustedes de los que lo de la gestación y parto de la portada de mi novela les importa un pito, les aconsejo que abandonen aquí la lectura
porque el resto de la presente entrada va a explicarles los pasos que se llevaron a cabo hasta que la portada vio la luz tal y como ustedes la conocen. Vayamos a
ello.
Un día en el que estábamos hablando vaya uno a saber sobre qué mi editor y yo, Luis me
preguntó si tenía alguna idea sobre como quería que fuera la portada del libro,
le dije que ni se me había pasado por la cabeza pensar en ello y añadí que
teniendo presente que en el contrato que firmamos la editorial y un servidor había
una cláusula que dejaba muy claro que en el caso que no nos pusiéramos de
acuerdo el diseñador gráfico y el autor, la decisión la tomaría la editorial,
es decir, la empresa que pagaba al diseñador, había pensado que lo mejor era que
se encargaran ellos de hacerlo.
Luis, me dijo que sería bueno que yo tuviera algo que
aportar y que de hecho ellos normalmente lo agradecían. Total que con muy poquitas ganas me
puse a pensar en cómo quería que fuera la portada, lo hice con muy poca
esperanza porque es cierto que las armas las carga el diablo, pero a veces también carga las
lecturas y recientemente había leído en una entrevista que le hacían a un reconocido escritor español que uno de los males muy comunes entre autores era tener que
soportar la horrorosa portada que a su obra favorita, le había impuesto la editorial
de turno.
Automáticamente pensé yo que si eso les sucedía, no diré yo que
de manera habitual, pero si a alguna vez, a los escritores de tronío que se tragaban
una portada que no les gustaba, que no me iba a pasar a mí. Pero ya me había
puesto a trabajar sobre ello y tenía tres propuestas de portadas que me parecían adecuadas y que fotografié cuidadosamente y ya de paso me busqué en el catálogo de la
editorial dos portadas cuyo estilo me había llamado la atención. Y para terminar con mis
propuestas, si a eso que hice se le puede llamar así, escogí unas fotografías
que pensé podrían servir para ilustrar la maldita portada, que de no
haber pensado siquiera en su existencia había pasado a tenerme obsesionado.
Un buen día me llamó el diseñador, para preguntarme algo sobre la maquetación de libro y José María, que así se llama, me preguntó si tenía alguna propuesta para la portada. Le expliqué lo que había pensado y ya puestos le dije que me gustaría que en la portada los colores que aparecieran fueran el negro y el amarillo; el negro ya sabrán ustedes porqué y el amarillo porque en Italia el género negro se conoce por ese color. Amable y paciente me dijo que le mandara todo lo que tuviera y ya vería lo que podía hacer y así lo hice. Pasaban los días y no llegaba noticia alguna del diseñador, hasta que una buena mañana me telefoneó pare decirme que me mandaba el archivo correspondiente, que le echara un vistazo y que le llamara para decirle que me parecía.
Ustedes se reirán pero he de reconocer que mientras abría el
correo electrónico estaba ligeramente angustiado, para más INRI el mail todavía
no había llegado y yo estaba loco por hacer bueno el dicho aquel que reza que al mal paso
darle prisa. Me preocupaba muchísimo que no me gustara la portada y me estaba
mentalizando para saber decírselo a José María de la manera más amable posible; me acordaba de la cláusula y me preocupaba que la portada fuera mala de solemnidad y
me la tuviera que tragar con papas.
Por fin llegó el mail, lo abrí y allí estaba el archivo,
estuve un par de minutos que se me hicieron muy largos, mirando el mail, hasta
que me decidí a abrirlo y… me llevé una gran alegría porque lo cierto es que la
portada me gustó muchísimo desde el primer momento. Descargué el archivo para guardarlo
en la carpeta correspondiente y allí estaban los colores negro y amarillo que
yo había pedido y además José María había utilizado dos imágenes de las que le mandé,
la del guardia civil con el chaleco visto de espaldas y la vista aérea de Puerto Rosario que
había colocado en la zona cubierta por el color negro, quizás inapreciable a
primera vista, pero claramente perceptible si se observa con atención. Esa imagen
es la que ilustra el presente escrito, pero él usó para la portada la versión en blanco y negro que estaba entre las cinco que le mandé.
Desde luego lo que quedó meridianamente claro es que José
María, del que no doy el apellido porque no sé si le gustaría que lo hiciera, decía que
lo que está claro es que el diseñador es un profesional como la copa de un pino
que supo crear un diseño que a mí me parece muy conseguido, afortunadamente nada que ver con
mis ideas porque al fin y a la postre siempre hay que fiar de la labor de los
profesionales y el tío hizo su diseño, pero tuvo el detalle de tener en cuenta mis propuestas, las
enriqueció y ahí está el resultado final.
Hasta aquí hemos llegado, ya saben ustedes como se creó la
portada, aunque muy probablemente no resulte un asunto de interés para ustedes,
pero de menos nos hizo el Señor y al menos el tema me ha servido para escribir la entrada del blog
que se publicará, si Dios quiere, el lunes. Espero que el miércoles volvamos a
coincidir por aquí, cuídense mucho.
Un abrazo
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