¡Vaya la que organizó el bueno de Stieg Larsson!
Cuando Stieg Larsson decidió comenzar a escribir una serie
de diez novelas - que al final quedaron en tres y media pues el escritor falleció
inesperadamente, por lo que su serie quedo reducida a la trilogía de Millennium
- no sabía que con la publicación de su obra iba a organizar un auténtico
terremoto en el mercado editorial. El éxito de “Los hombres que no amaban a las
mujeres”, “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” y “La
reina en el palacio de las corrientes de aire” fue tan apoteósico que al
socaire de su éxito se produjo una eclosión de autores nórdicos que, al menos
en España, eran acosados por las editoriales para publicar sus obras,
independientemente de su calidad.
La novela negra nórdica contaba con un fantástico historial de autores de tal manera
que con el tiempo tuvo la entidad suficiente como para crear un subgénero
trufado de éxitos que unas veces se producían a nivel internacional y en otros casos
se reducían al ámbito geográfico de Escandinavia. Creo que fueron Maj Sjöwall y
Per Wahlöö los que abrieron el camino, pero no podemos olvidarnos, por poner un
ejemplo, a Karin Fossum, Jo Nesbo, Henning Mankell o Arnaldur Indridason, todos
ellos fantásticos autores de novela negra nórdica, que eran adorados por los lectores
ese género.
Así que cuando Stieg Larsson comienza a escribir la primera entrega de su serie, lo hace continuando con una tradición literaria servida por grandes autores, pero creo que Larsson ni por un momento soñó que conseguiría el descomunal éxito que sus tres novelas alcanzaron, aunque desgraciadamente el no pudiera verlo.
Stieg Larsson era un periodista y reportero de guerra, muy
conocido por su calidad de experto en los grupos de la extrema derecha
antidemocrática, participó a mediados de los 80 en la fundación del proyecto
antiviolencia Stop the Racism, al que siguió en el 95 la Expo Foundation, de
cuya revista Expo, fue director.
Fue a lo largo de su corta vida un gran luchador plenamente comprometido contra todo tipo de violencia, escribió varios libros de investigación periodística acerca de los grupos nazis de su país y de las oscuras conexiones entre la extrema derecha y el poder político y financiero. Pero también era un aficionado entusiasta del género negro y de la ciencia ficción y decidió escribir en esos géneros, lo hacía durante la noche prácticamente en secreto. Cuando finalizó el segundo volumen de la serie y con el diseño de la trama del tercero cerrado, pasó su manuscrito a un amigo editor, y así comenzó a gestarse el fenómeno de Millennium.
Stieg Larsson apenas comía y en un día llegaba a fumarse
hasta cuatro cajetillas de tabaco rubio, aunque en los últimos años de su vida la falta de dinero le obligó a pasarse al tabaco liado. Podía beberse hasta
veinte cafés al día y así, por las noches, después de volver de la revista
en la que trabajaba, escribía sin descanso las andanzas del periodista Mikael
Blomkvist y de la salvaje Lisbeth Salander, la hacker menuda y tatuada que le
acompaña en la serie. Larsson llegó
a escribir 1.500 páginas que jamás vio publicadas.
Larsson comienza su trilogía con la complicada historia de
una familia de la alta burguesía sueca de mucho prestigio, tanto social como
profesional en su país, pero que oculta una serie de oscuros secretos que nos
descubrirá el protagonista de la novela, un periodista, Mikael
Blomkvist, que se ve obligado a aceptar la investigación, porque ha tenido que
dejar su trabajo en una revista a cuenta de una condena por injurias.
Lo que hace Larsson a lo largo de las
páginas de su trilogía es presentarnos un fresco brutal en el que nos presenta
una sociedad, la sueca, absolutamente distinta de la percepción que teníamos de
ella en España. Corrupción institucional y económica, incestos, violaciones, perversiones
sexuales, trampas financieras; un entramado violento y amenazante de una
sociedad muy cruel. Y lo hace a través del indudable oficio de un narrador
riguroso y eficaz, al que se le nota, como a otros autores del género negro, su
procedencia periodística, que sabe mantener con solvencia varias líneas de
acción sin que el lector pierda nunca el interés ni el hilo de ninguna de
ellas.
Claro que al enfrentarse a todos estos asuntos, Larsson, a
través del quijotesco Blomkvist y su ayudante, la implacable Salander, nos ofrece un
discurso moral explícito, que constituye, sin duda, una de las intenciones principales
de su obra, un discurso en defensa de los derechos de la mujer, tan
maltratados como verán los lectores de la trilogía, lo que sorprende en una
sociedad tan políticamente correcta como se supone es la sueca
La trama es una parte muy importante de su éxito, pero también lo es su capacidad para la
creación de personajes, tanto de los protagonistas, como de los secundarios.
Muchos sostienen que Mikael Blomkvist el periodista devenido en investigador,
es un trasunto del propio Larsson, personalmente creo que el protagonista es
un profesional al que el autor le hubiera gustado parecerse. Pero lo que sin duda constituye el hallazgo fundamental para el éxito de la trama es
la figura de Lisbeth Salander, la joven que va a colaborar con Mikael en la investigación.
Lisbeth una extraña y huraña joven, lesbiana, traumatizada por los malos tratos, que practica el boxeo, tiene un conocimiento impresionante de los
atajos en Internet que le permiten acceder a las informaciones más secretas y a
la que alguien, creo que un amigo muy próximo a Larsson, definió como una
mezcla entre Pippi Calzaslargas, una guerrillera africana y el Dalai Lama.
Salander es una hacker de pavorosa inteligencia, capaz de
meterse en el disco duro de cualquiera y vaciarle sin ningún remordimiento la
intimidad si cree que resulta necesario para alcanzar sus objetivos. Los
psiquiatras que la han tratado desde pequeña la califican como una sociópata
con rasgos psicopáticos; lo cierto es que es huraña, salvaje y vengativa. No
tiene la más mínima confianza en la ley ni en las autoridades, y en su
biografía hay motivos sobrados para ello. Por tanto, aplica sus propios
métodos, sobre la base de un particular e inmisericorde sentido de la justicia:
"Nadie es inocente. Sólo hay diversos grados de responsabilidad".
Las pesquisas de Salander y Blomkvist nos muestran el lado oscuro de la modélica sociedad sueca, en la que tienen
lugar todas las abyecciones imaginables: violencia sexual, prostitución de
menores, corrupción pública y privada, un panorama escandaloso que no podíamos
suponer existiera en esa sociedad que inventó el “Estado del Bienestar”. Larsson
nos enfrenta a esas realidades para ofrecernos de manera explícita una crítica descarnada
de la sociedad sueca y la correspondiente denuncia pública.
Pero a la vez Larsson exhibe ante el lector un material
escabroso, un espectáculo extremadamente morboso y violento que contribuye al indudable atractivo del texto,
muchos creen que nacen del cuidadoso cálculo por parte del novelista y
por ello lo critican. Opinan que siempre estuvo convencido de que Millennium
sería un éxito y desde luego viste el mensaje moral con un atractivo y descarnado texto que
atrae y repele a la vez.
Vaya uno a saber. Pero lo que está claro es que, independientemente de si el morbo y la carga erótica están buscados por el autor, merece la
pena leer la trilogía y si ya lo han hecho les recomiendo una reposada
relectura, creo que ese ejercicio les va a sorprender, van a encontrar las tres
novelas de Larsson mucho más atractivas que cuando las leyeron por primera vez.
Y a los que no las han leído, qué decir, pues que se den prisa y se pongan a la
tarea, la lectura de Larsson no les va a defraudar.
Hasta aquí hemos llegado, si Dios quiere, nos encontraremos
aquí el próximo miércoles. Cuídense mucho.
Un abrazo.
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