Mis problemas con Manuel Vázquez Montalbán, el maestro de maestros
No me pregunten el motivo, pero prácticamente desde que
comencé con los comentarios sobre novela negra; a pesar de creer que era
obligado hacer un comentario sobre Manuel Vázquez Montalbán, un auténtico
monstruo del género negro, conscientemente fui postergando el momento de
escribir el comentario correspondiente. Ya les digo que no tengo muy claro cuál
era el motivo, pero siempre que pensaba en escribir sobre Montalbán, había algo
que me aconsejaba dejarlo para mejor ocasión.
Muy probablemente la razón última de este extraño fenómeno esté en lo difícil que me
resultaba explicar a los lectores de este blog algo sobre Vázquez Montalbán y Pepe
Carvalho que no supieran ya. He comentado alguna vez que algún lector me ha
señalado la tendencia que tengo en buscar autores “raros” - tal como los
describió un viejo amigo - yo diría poco conocidos, y creo que esa inclinación
tenga mucho que ver con el problema que se me presentaba cada vez que me decía:
Miguel tienes que escribir sobre Manuel Vázquez Montalbán.
Me parece que de una manera poco consciente, me fui
inclinando por descubrir o redescubrir a algunos autores negros que me parecían y me parecen de
mérito y que por la razones que fuera, no alcanzaron o perdieron el favor de las
editoriales y sobre todo de los lectores. Resulta complicado de entender y bastante más de explicar, pero
dediqué unas cuantas entradas a hablar de la novela negra mediterránea y les
hable de Izzo, Camilleri y Márkaris, autores que junto a Montalbán, en su papel
de precursor, consiguieron crear ese subgénero negro que se conoce como
mediterráneo con unas características comunes, que distinguieron a sus obras
del resto de las que se publicaban y en lugar de evitar comenzar la casa por el
tejado, lo hice, hablando de esos tres maestros y dejando para mejor ocasión
glosar la obra de Montalbán.
Para mí supuso un auténtico
deslumbramiento la lectura de las primeras novelas de la serie de Carvalho que
cayeron en mis manos. No descubro nada si digo que me topé con una manera muy
distinta de escribir novela negra, supongo que cuando experimenté mi particular
epifanía, la inmensa mayoría del universo lector ya había descubierto a Manuel
Vázquez Montalbán. Creo que ocurrió en el año 1979, ese verano año fui de
vacaciones con mi mujer a casa de mis padres en Alella y allí me topé con “La
soledad del mánager” que devoré entusiasmado, pregunté y de nuestra casa de
Barcelona me trajeron “Los Mares del Sur”. De esas dos experiencias lectoras nació mi carvalhodependencia.
De vuelta a Fuerteventura seguí comprando y leyendo las
novelas de la serie que se publicaban, que por cierto no sé dónde fueron a
parar, en casa lo que tengo es una colección incompleta de la serie, - consta
de veintidós ejemplares - que compré mucho después y que editó Planeta Agostini.
Disfruté mucho de su lectura porque Vázquez Montalbán supo escoger como protagonista
de sus relatos a Barcelona, aunque situara algunos de ellos lejos de mi ciudad.
Me llamó la atención la localización de la oficina de Carvalho en Las Ramblas, su
casa en Vallvidrera, lugar en el que veraneé en mi más tierna infancia, la Vía Layetana de la Jefatura de Policía frente a la que nací. Yo
vivía en Fuerteventura pero la lectura de los casos de Carvalho me devolvía a una
ciudad en la que había crecido y a unos ambientes que me resultaban familiares
y me descubría lugares concretos que me resultaban desconocidos.
La lectura de las aventuras de Carvalho, me llevaron a
visitar algún lugar de los que describía en autor. Por poner un ejemplo me
viene a la memoria una visita gastronómica a Casa Leopoldo, uno de los
restaurantes que forman parte de algunas de las aventuras del detective, fueron
más las que llevé a cabo pero para muestra bien vale un botón.
Y hablando de gastronomía, muchas han sido las “visitas” que he efectuado a cuenta de la lectura de Vázquez Montalbán, porque en mi casa hemos cocinado muchas de las recetas que el autor describe en su serie. Decíamos, no ayer, que fue hace mucho más tiempo, que una de las características que adornaban a la novela negra mediterránea era la importancia que daban a la gastronomía, sobre todo a la cocina popular y es muy cierto que tanto Izzo, como Camilleri o Márkaris hacen frecuentemente referencia a platos y recetas en el texto de sus novelas, pero con Montalbán nos encontramos con un protagonista que es un auténtico gastrónomo, que además de comer, cocina y un autor que se define como marxista fracción gourmet.
La cocina es un elemento muy importante en el decurso de los relatos carvalhianos, ahí está el propio Carvalho para demostrarlo; pero por si fuera poco arropan a su figura otros cocineros, Biscuter el factótum del detective y Fuster, su gestor y amigo. Por otra parte el hecho de que su protagonista cocine le da a Montalbán la oportunidad de explicarnos sus filias y fobias literarias a través de la iconoclástica costumbre que tiene Carvalho de quemar de vez en cuando en su chimenea de Vallvidrera unos cuantos libros.
Tengo que confesar que ese elemento narrativo siempre me ha
producido una ligera incomodidad. Comprendo lo del carácter purificador del fuego y
entiendo que con cada ejemplar que quema Carvalho, Vázquez Montalbán nos manda
un mensaje. Soy capaz de percibir el mensaje contemplando qué obras son indultadas y cuáles acaban en la chimenea. Pero debe ser que sufro una mentalidad pequeñoburguesa que hace que
no me guste que se quemen libros. Ojo no estoy pensando en Fahrenheit 451 ni
nada parecido, sé que la quema selectiva que nos propone Montalbán no es otra
cosa que un símbolo, pero lamentándolo mucho a mí me parece, con todo mi
respeto para con el maestro, una boutade.
Montalbán empieza a escribir la serie cuando ya está de
vuelta de muchísimas cosas y construye, para expresar su desencanto con la
izquierda de la que procede y su denuncia a la sociedad en la que vive, a un detective de izquierdas que trabajó para la CIA,
licenciado en Filosofía y Letras, culto, dueño de una biblioteca considerable,
gastrónomo y buen cocinero y a través de Carvalho nos expresa alguna de sus propias contradicciones y nos lanza sus mensajes, que hay que tomar con el mismo humor con el que fueron creados. Porque Montalbán está en posesión de un sentido del
humor muy acusado, que en ocasiones refuerza con la utilización del sarcasmo,
cuando hace que su protagonista lo exprese.
En definitiva, después de darle unas cuantas vueltas, creo
que no había escrito una entrada sobre Manuel Vázquez Montalbán porque no se me
ocurría nada que pudiera contarles que ustedes ya no supieran. Dice muy poco de
mi capacidad de síntesis que para decir esto haya escrito todo lo que antecede
a este párrafo; pero cada uno es como es y eso me parece que tiene poco remedio.
Así que hasta aquí hemos llegado, espero que si Dios quiere,
nos encontremos por aquí el próximo lunes. Por cierto esta entrada se publica tan
tarde, porque el jueves me quedé sin internet y con el mosqueo consiguiente y las llamadas a
Movistar, no escribí nada. Cuídense mucho
Un abrazo.
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