Recordando a Graham Greene
Durante estos días en los que no he publicado, mientras me
dedicaba a la inútil tarea de encontrar un espacio en las estanterías de mi casa
para colocar alguno de los libros que ya no sé dónde poner, me topé con el
ejemplar que poseo de “Nuestro hombre en La Habana” de Graham Greene, un
maestro del género de espionaje. Fue un autor de éxito, pero me parece que lamentablemente "ha
pasado de moda". Estoy convencido de que muchos de los lectores jóvenes no
habrán tenido la oportunidad de leer nada del británico y me parece que se han
perdido una muy buena oportunidad.
Con esa melancólica idea, renegando de la ley de la
impenetrabilidad de los cuerpos que me impedía colocar mis libros, entré en la Wikipedia y leyendo la entrada que allí
se le dedica a nuestro autor, me di cuenta de que en octubre de 2021 se habían cumplido treinta
años de su muerte. Ya sé que es un aniversario un poco “bicóncavo” pero a pesar de ello decidí escribir sobre él
en este enero del 2022 ya que no lo había hecho en el año 2021. Así que ahí
vamos.
Graham Greene, fue el cuarto de seis hijos de un director de
escuela. Nació el 2 de octubre de 1904 en Berkhamsted, al norte de Londres y
murió el 3 de octubre de 1991 en Vevey (Suiza). Su frase “ser niño es vivir bajo una
dictadura”, refleja su amarga infancia. En “Una especie de vida”, su
autobiografía de juventud, el autor escribe: “Lo primero que recuerdo es
estar sentado en un cochecito de niño, en la cima de una colina, con un perro
muerto yaciendo a mis pies”.
Efectivamente la suya no fue una infancia feliz. Su padre,
como ya he dicho, era el director de la escuela del pueblo, situación que no le
granjeaba ni la amistad ni la cercanía del resto de sus compañeros. Si a eso
añadimos que nuestro escritor era rematadamente tímido y que además no sentía
interés por la práctica de los deportes, habrá que convenir que Graham Greene
no fue demasiado popular entre sus compañeros de escuela.
Comenzó a estudiar en el Balliol College de Oxford. Según
propia confesión, sus tres primeros meses en la universidad transcurrieron
envueltos en una borrachera ininterrumpida, comenzó a interesarse por el
comunismo más por deseo de aventuras que por
afinidad ideológica. Graham Greene se licenció en Historia Contemporánea y
comenzó a trabajar como subeditor en el diario 'The Times'.
En 1926 se casó con Vivian Dayrrell-Browning y se convirtió
al catolicismo, es probable que su matrimonio con Vivian, que terminó
formalmente en 1948, fuera el mayor fracaso de su vida. El autor mujeriego
reincidente y reiterante, si se me permite la expresión, vivió sus aventuras con
una enorme sensación de culpa. El pecado y la fragilidad de la fe serán dos de
los asuntos que aparecerán reiterativamente a lo largo de todas sus obras.
Le molestó siempre la etiqueta de “escritor católico” hacía
una distinción, afirmaba que era simplemente un católico que escribía novelas.
Su primer gran éxito llegó en 1941 con “El poder y la gloria”, sin duda una de
sus mejores novelas. El libro obtuvo el premio literario más antiguo que se
otorga en Inglaterra, el Hawthornden y fue incluido en el Índice por el
Vaticano, lo que le provocó graves problemas de conciencia. Años después, Pablo
VI recibió a Greene en audiencia privada y le confesó que estaba leyendo la
novela con mucho interés.
Tras “El poder y la gloria”, llegaron “El americano
impasible”, “Nuestro hombre en La Habana” o “El factor humano”'. Entretanto,
Greene fue convirtiéndose en uno de los escritores más conocidos del siglo XX. Viajó
por todo el mundo, escribió reportajes, anotó cada noche sus sueños en
un cuaderno, preparó libros de viajes y obras de teatro y trabajó para el
servicio secreto de su país.
Su asociación con Fidel Castro y con otros hombres fuertes latinoamericanos como el arzobispo brasileño Dom Hélder Câmara, apóstol de la Teología de la Liberación; el presidente nicaragüense Daniel Ortega o el panameño Omar Torrijos le hicieron ganarse la fama de antiestadounidense. Esta posición antiamericana hizo que se insinuara que quizás también trabajara para Moscú, o eso al menos es lo que se dijo en Inglaterra a raíz de su amistad con Kim Philby, un espía inglés que prestaba sus servicios a la Unión Soviética.
Graham Greene fue un gran escritor y también un hombre atormentado
por la culpa, el pecado y los problemas relacionados con la lealtad y la
deslealtad; escribió mucho y bien, fue un escritor de intrigas y espionaje y
creó a sus personajes sacándolos de lugares construidos con los nebulosos
materiales de la ficción, criaturas por cuyas venas, en lugar de sangre, corre
una extraña mezcla de tinta y humo.
Leer cualquiera de sus novelas es adentrarse en un
territorio apasionante, un lugar peligroso para el que la crítica inglesa, no
sin cierta maldad, acuñó pronto el nombre de 'Greeneland'. Es cierto que al
principio de su carrera él mismo distinguía entre las novelas que escribía para
ganarse la vida y las que tenían una carga literaria más elaborada, pero poco a
poco la calidad literaria de sus novelas estuvo por encima de cualquier
distinción de este tipo
Toda la literatura de Greene encierra una reflexión de
índole moral, una reflexión que se plantea de un modo tajante, duro, sin
ambages. Graham Greene junto con Somerset Maugham y John le Carré, que también
trabajaron para los servicios de inteligencia británicos, constituyen la
trilogía de autores que están en la cima de la producción literaria en lo que a
espionaje se refiere. Si hablamos de obras maestras es obligatorio recordar “El
espía”, “Nuestro hombre en la Habana” o “El americano Impasible” de Graham
Greene.
Desde luego quien no conozca sus obras puede, sin reparo,
leer cualquiera de ellas, no resultará decepcionado. Bien escritas, con un gran
ritmo narrativo, con unos magníficos protagonistas atormentados por la falta de referentes
éticos. El poder, la ambición, el sexo, el odio o el amor mueven a esos hombres
y mujeres que pelean como pueden en esa lucha diaria frente al destino y a sus
propias contradicciones morales. Unas novelas en las que Greene exploró la
confusión moral del hombre moderno expuesto a situaciones de tensión y lo hizo
muy acertadamente.
Si no lo conocen lean alguna de sus obras y si tuvieron la
satisfacción de leerlo, una relectura les va a encantar. Hasta aquí hemos
llegado, espero que si Dios quiere nos volvamos a encontrar por aquí el próximo
jueves. Cuídense mucho.
Un abrazo.
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