"El Viajero del siglo" de Andrés Neuman. Una novela futurista que sucede en el pasado
Hoy quiero comentarles una novela, “El viajero del siglo”, del
escritor argentino afincado en España Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) con la
que obtuvo el Premio Alfaguara del año 2009; una suerte de novela decimonónica
escrita desde el siglo XXI, ambientada en la ciudad imaginaria de Wandernburgo.
Vamos a ver como la emigración, el multiculturalismo, las diferencias
lingüísticas, la emancipación femenina y la transformación de los roles de
género eran asuntos que preocupaban también a los hombres de la Restauración. Relatado
todo ello en una novela que cuenta con un argumento muy completo que trata de
temas muy serios y que además nos ofrece humor e intriga con un estilo rompedor
que ofrece a tan profundos asuntos un sorprendente cauce.
Poeta, narrador, antólogo, traductor… No parece haber género que se le resista a este autor nacido en Buenos Aires en 1977 y afincado en la ciudad española de Granada desde los 14 años. En “El viajero del siglo” acomete un arriesgado experimento literario en el que nos propone volver la vista al siglo XIX pero desde la perspectiva de los que vivimos en el siglo XXI. Hans el protagonista llega a Wandernburgo, una ciudad que el autor coloca entre Sajonia y Prusia, tras encontrar alojamiento en una posada decide quedarse un día más en la ciudad y al día siguiente se acerca a la plaza del mercado, donde su atención se fija en la figura de un viejo organillero.
Se acerca hasta viejo y le da unas monedas y entabla
conversación con él. La estancia de Hans en la ciudad se va alargando, comienza
a conocer a las gentes de Wandernburgo, le invitan a una recepción en la que va
a conocer a Sophie, la hija del dueño de la casa, la joven ya está comprometida
pero eso no impide que nazca el amor entre ellos
En esta novela Neuman establece un diálogo entre la Europa
de la Restauración y la que nace a partir de la creación de la Unión Europea,
pero no queda ahí la cosa, porque ese curioso vínculo o paralelismo que crea el escritor
también alcanza a las diferencias existentes entre la educación sentimental que
recibían los jóvenes en la época en la que transcurre la novela y la que hoy
reciben nuestros jóvenes.
“El viajero del siglo” es una novela muy completa en su sentido más
literario, "porque es una reflexión sobre la literatura del siglo XIX
con los recursos de la novela contemporánea y de las vanguardias",
comenta su autor. Y agrega: "Está claro que ya no se puede escribir de
manera decimonónica, pero sí se puede revisitar aquella novela desde el siglo
XX". El texto de Andrés Neuman,
como ya he dicho es un experimento literario sorprendente, podría calificarse
como de una novela total y eso puede parecer mucho, pero les diré que estas
afirmaciones y mucho más van a encontrar en el texto de esta novela, culta en
lo literario, con un gran número de referencias a pensadores, alemanes en su
mayor parte, reflexiones políticas y religiosas, referencias musicales y una
exhibición de poesía que les va a sorprender.
Y he dicho que este es un relato culto, pero eso no debe
echar a ningún lector para atrás, el oficio del autor hace que el relato fluya
con facilidad y que las referencias políticas, opiniones sobre religión, poesía
y literatura ayuden en gran manera a enriquecer el contenido del texto.
Una importante panoplia de personajes viven en sus páginas, en primer lugar Hans, el protagonista que va a constituir el nexo a través del cual se nos irán presentando el resto de los personajes. Hans es un joven filólogo que se gana la vida traduciendo a cuatro o cinco idiomas que llega a la ciudad de Wandernburgo, una extraña ciudad que se mueve, en la que lo único que siempre está en el mismo lugar es la plaza en la que Hans va a encontrar al organillero.
Los dueños de la posada en la que se hospeda, los Zeit,
matrimonio con dos hijos, el pequeño Thomas y la mayor la adolescente Lisa que
se va a desarrollar ante nosotros y ante los ojos de Hans y que se encapricha
con él, con ese primer amor adolescente en el que se busca ya el sexo tras los
escarceos de los amores infantiles. El organillero, un viejo músico que toca su
organillo en la plaza, acompañado de Franz su perro y que tiene por amigos a
Lamberg un obrero de una fábrica de tejidos y a Reichart un campesino, un peón
que está envejeciendo y perdiendo la fuerza necesaria para llevar a cabo las
distintas tareas agrícolas.
Y otro grupo, quizás el más importante lo constituyen los asistentes al
Salón de los viernes de la familia Gottlieb. El padre viudo y Sophie reúnen a
un selecto grupo de amigos en ese Salón en el que se discute de lo divino y lo
humano. Asisten al mismo, Hans el hombre nuevo, no podemos olvidar la época de
la que estamos hablando, Álvaro de Urquijo un liberal español exiliado que
comercia con los tejidos que se fabrican en la ciudad. El matrimonio Levin,
alemanes pero judíos, el profesor Mietter un ilustre pensador que se declara
agnóstico, la Sra. Pietzine viuda católica practicante y Rudi Wilderhaus, el
representante de la clase dominante de la ciudad, el antagonista de Hans. Como
pueden ver un equilibrado conjunto de tendencias religiosas, políticas y
también literarias y musicales.
La narración, diestra e inteligente, se desdobla en novela
histórica y ésta a su vez en un relato amoroso que cuenta las citas furtivas
entre Hans y Sophie y que, a su vez, es también una reflexión diferida sobre la
cultura europea de mediados del siglo XIX, tornándose finalmente, en la
búsqueda de un asesino. Una cultura que bebe del romanticismo y de la crisis de
libertades tras el Congreso de Viena.
Hans asiste todos los viernes a ese Salón en la que Sophie
actúa como maestra de ceremonias y moderadora en los debates que se crean y que
hablan de asuntos que siendo importantes entonces siguen siéndolo ahora. La
unificación de Europa, la Europa de los negocios y la abolición de las aduanas,
o también el concepto de nación y de la libertad, En las disquisiciones sobre
la libertad se cruzan conceptos, algunos sostienen que “lo que algunos
llaman libertad es pura impaciencia histórica” mientras que otros de los
contertulios contestan que la impaciencia es el principio de la libertad.
Estamos en el tiempo de los nacionalismos, los nacionalismos constructivos, los
que fueron capaces de crear nuevas naciones en la Europa posterior a la
derrota napoleónica.
En esas tertulias se discutirá sobre el papel del hombre en
la nueva Europa y nos vamos a dar cuenta que seguimos discutiendo de lo mismo,
eso sí, con bastante menos conocimiento filosófico. Cuando a lo largo de sus
discusiones, apoyándose en su realidad, afirman que hay que unificar pero no
centralizar, me parece a mí que están apuntando un remedio muy aplicable a
algunos de los problemas que nos acucian.
Van a tratar todos los temas que nos preocupan, ya dice el
autor que ha hecho una novela futurista que sucede en el pasado, los hombres de
principios del XIX sufrían los mismo problemas que nos preocupan a los del
siglo XXI, de hecho en un momento dado uno de los protagonistas dice: “Los
hombres de antaño tenían convicciones grandiosas, los modernos sólo tenemos
opiniones”, lo que me parece nos es de rigurosa aplicación.
Léanla, no lo duden, una novela en la que se van a encontrar
reflejados en algunos o muchos de los asuntos que se tratan, una novela sobre
la Restauración y el movimiento reaccionario que siguió al Congreso de Viena, y
además una novela con una fenomenal carga literaria. Hasta aquí hemos llegado,
espero que si Dios quiere nos encontramos por aquí el próximo sábado. Hasta ese
momento cuídense mucho.
Un abrazo.
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