Que esta noche es Nochebuena...
Siempre he sostenido que la Navidad es una época mágica o al
menos así me lo parece. Se ha escrito y hablado muchísimo de este fenómeno,
millones de personas creen en su existencia, basta salir a la calle para
percibir que, en estos días, existe un ambiente distinto al de otras épocas del
año.
Sin embargo, hay quienes opinan que ese encantamiento no
existe; que lo del hechizo navideño no es otra cosa que un lugar común de
dudosa veracidad o en el mejor de los casos y puestos a conceder, no es otra
cosa que la expresión de un deseo buenista y pare usted de contar. Para gustos
colores, que decía el castizo, en esto como en tantas otras cosas de nuestra
vida lo mejor es que cada uno haga lo que quiera y a ser posible respete las
costumbres, creencias e ilusiones de los demás.
Estoy de acuerdo en que los cristianos celebramos la
Navidad, es decir, el nacimiento de un niño en una cuadra, porque sus padres
por falta de medios no pudieron encontrar otro alojamiento mejor y lo hacemos
con un exceso de consumismo que a veces oculta la raíz religiosa de la
festividad y eso resulta poco coherente. Estando de acuerdo con esa afirmación
creo que es bueno recordar que la incongruencia no es achacable a la Navidad
sino, en todo caso, a la interpretación que hacemos nosotros de una fiesta muy
importante de nuestra cultura que ha trascendido de su sentido religioso.
No es que yo pretenda que la Navidad mágicamente nos vaya a
convertir a todos los que la celebramos en seres amables, comprometidos,
pacíficos, comprensivos, solidarios y felices, pero sí es cierto que esta
fiesta hace que nuestro entorno sea bastante más aceptable de lo que
habitualmente resulta ... al menos durante unos días. La mayoría de nosotros
celebramos la fecha porque está incardinada en nuestra cultura, forma parte de
nuestra tradición y creo que celebrar estas fiestas y cualquier otra ocasión
que tengamos para festejar es muy aconsejable para los individuos y la
sociedad.
Existen tantas navidades como hombres y mujeres las
celebran, ese es un aspecto muy importante de las fiestas navideñas: Su versatilidad;
celebramos la Navidad porque forma parte de nuestra tradición, pero lo hacemos
de manera distinta, porque distintos somos los que las festejamos. Así que
aquellos que crean en la Navidad y lo navideño, celébrenlo, pásenlo bien, sean
felices y disfruten de la oportunidad que nos brindan estas fechas.
Y a los que afirman no creer en estas fiestas, les aconsejo
que no busquen las excusas de siempre. Que si el consumismo, que si el pesado
de su cuñado o que a usted le empalaga tanto rollo con lo del amor y de la paz.
No pongan más pegas y únanse a la fiesta -festejar, insisto, es bueno - y hay
que aprovechar el momento. Si no me quieren hacer caso, háganselo a Horacio, el
poeta romano, que lo dijo mucho mejor que yo y además en latín "Carpe
diem, quam minimum crédula postero", que en cristiano viene a significar
más o menos "Disfruta del día, no fíes del mañana". Así que
aprovechen y festejen.
Pero no olviden, los unos y los otros, que además del
aspecto lúdico, la Navidad también es tiempo de reflexión, ocasión muy
apropiada para hacer balance de nuestra vida y momento en el que acordarnos de
los ausentes y de aquellos, que menos favorecidos, poco tienen que celebrar.
Así que amigos míos les deseo que celebren la fiesta, anden con tiento en el uso de la celebérrima bota que María puede poner a nuestra disposición, disfruten en la medida de sus posibilidades, las fiestas caras no tienen por
qué ser las mejores, dense un respiro, aparquen las preocupaciones y acuérdense
de los que menos tienen. ¿Hoy? Sí, hoy precisamente. Lo ideal sería que lo
hiciéramos los 365 días del próximo año pero que ese pensamiento y su más que
probable incumplimiento no les impidan ponerse en marcha. Quién sabe si no va a
ser éste de hoy, el primer paso de un larguísimo camino.
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