In memoriam. Se nos ha ido Alexis Ravelo

 


Quería publicar el presente artículo ayer martes, pero las circunstancias de mi vida me impidieron hacerlo, pretendía hacerlo porque el lunes fallecía por sorpresa el escritor Alexis Ravelo víctima de un infarto, uno de los referentes contemporáneos de la literatura canaria. Ravelo escribió casi de todo antes de afianzarse como un especialista del género negro en el que demostró su gran valía como escritor. Nos ha abandonado, a la temprana edad de 51 años, por sorpresa, emprendió el viaje del que no se vuelve jamás; es por lo que he aprovechado un texto que escribí en el pasado mes de mayo, en el que hablaba de su trayectoria y de la novela – Los nombres prestados – con la que consiguió el Premio de Novela Café Gijón. 

Decía entonces:  

“Hace algo más de un año citaba en este blog la letra de un antiguo bolero que en uno de sus versos decía: “…Dicen que la distancia es el olvido” y lo hacía para significar la difícil situación de los escritores que viven y escriben en Canarias para conseguir que su obra llegue a la mayoría de los lectores peninsulares. Lo hacía porque me disponía a comentar la figura de Alexis Ravelo un escritor canario de novela negra, bueno de novela negra y de muchas cosas más porque hasta que no consiguió imponer su calidad literaria tuvo que dedicarse a tocar todos los palos que le permitieran ganarse la vida escribiendo, que desde siempre su vocación fue la de escritor.

Alexis Ravelo era canarión, nació en Las Palmas de Gran Canaria en el año 1971, como ya he dicho, en la actualidad es un escritor especialmente destacado en el campo de la novela negra, el cuento y el microrrelato. Fue en Fuerteventura donde ganó en el año 2000 el premio Poeta Domingo Velázquez, que patrocina el Cabildo de Fuerteventura, galardón que conllevaba la publicación de la obra premiada por la institución y así consiguió publicar su primer libro de relatos “Segundas personas”. 

Seis años después publicaba con una pequeña editorial canaria, Anroart, el primer libro de la serie que le iba a llevar al éxito: “Tres funerales para Eladio Monroy”. Una serie negra protagonizada por el tal Eladio Monroy un buscavidas, cínico y violento, ambientada en la ciudad de Las Palmas. En esta editorial siguió publicando hasta que en el año 2013 publica en Alrevés Editorial “La estrategia del pequinés” y se introduce poco a poco en el circuito editorial peninsular hasta que en el año 2016 consigue que le publique la editorial Siruela lo que, desde mi punto de vista y supongo que también desde el del autor, supuso un auténtico triunfo.

El año pasado ganó el Premio de Novela Café Gijón con el relato que me propongo comentar “Los nombres prestados”, novela que cuenta en este mundo traidor con otra novela homónima que publicó la escritora argentina Verónica Sukaczer en el año 2015, aunque ya les anticipo que nada tiene que ver con el relato de Ravelo. En el blog que tiene el autor, Ceremonias se llama, Ravelo decía hablando de la novela y del premio recibido: “Para quien se ha formado en la artesanía literaria y ha conseguido cierta popularidad cultivando un género cuya etiqueta lleva pegada siempre, una distinción como esta, dedicada a premiar la literatura (sin adjetivo), supone un espaldarazo y una verdadera puesta de largo. Al pensar en esto, siento que siempre estoy empezando, aunque sea a los cincuenta años y veintitantos libros después. Y, se me ocurre, esa es una manera perfecta de mantenerme joven”.

Vaya por delante que “Los nombres prestados” no es una novela negra, o al menos a mí no me lo parece, en eso estamos de acuerdo el autor y yo. Alexis Ravelo duda si esta novela es una obra de género, aunque afirma que de serlo el resultado final respondería más a la estructura de un western que a la de un thriller o a un relato negro. Personalmente me inclino por incluirla en el género que inventó el librero Paco Camarasa, es decir, en el género negro criminal, un concepto más amplio que el negro, y aunque como es lógico tenga muchísimo respeto por el autor, debo decir que no veo a la novela incluida en el género del western.

Pero para gustos colores que decía aquél, ahí está el jurado que le concedió el premio que decidió echarse su particular cuarto a espadas y decía del relato: “… es una novela sobre el dolor y la culpa, sobre la memoria y la redención, una reflexión sobre la gangrena que acecha a toda herida abierta” que está muy bien y supongo que queda de maravilla en una faja editorial; pero puestos a decir cosas a mí me parece una novela que pone de relieve la terrible dualidad del ser humano, que como individuo es capaz de hacer lo mejor y lo peor en este puñetero mundo.

Precisamente dándole vueltas a lo de la dichosa dualidad me acordé de Jean Jacques Rousseau que en su novela “Emilio o De la Educación”, publicada en 1762, afirmaba que “…el ser humano está orientado naturalmente para el bien, pues el hombre nace bueno y libre…”. Siempre he pensado que la infeliz ocurrencia de Rousseau ha causado unos daños irreparables a nuestra sociedad porque lo cierto es que su pensamiento influyó de manera muy importante en el desarrollo de la pedagogía moderna. Desde mi modestísimo punto de vista es absolutamente falso que el hombre sea bueno por naturaleza, el hombre nace a este mundo siendo potencialmente bueno y malo a la vez, después será el momento, la educación, las circunstancias de la vida y la voluntad del individuo las que le inclinen hacia una u otra cara de la moneda.

A mí me ha interesado mucho la novela de Alexis Ravelo porque nos presenta a sus protagonistas que son el paradigma de lo que digo, gentes con las manos manchadas de sangre, pero capaces de hacer el bien. Tanto Marta Ferrer como Tomás Laguna, sus protagonistas, son la demostración que el ser humano es bueno o malo según sean sus particulares circunstancias o de acuerdo con lo que les suceda en según qué momento de sus vidas, capaces de ser verdugos y víctimas sin que eso signifique que vayan a quedar perpetuamente incluidos en una u otra categoría.

No quiero comentarles mucho de la novela porque el propio Alexis Ravelo se queja con razón que en la sinopsis del libro se explican demasiadas cosas. De hecho, si se deciden a acometer su lectura, les recomiendo que lean el relato y cuando lo acaben, si así lo desean, se lean la dichosa sinopsis que figura en la contraportada del libro.

Ravelo nos sitúa en un pueblo, Nidocuervo, una población ficticia de una isla ficticia, pero situado en la España de los años 80 del pasado siglo. En las afueras de Nidocuervo vive Marta Ferrer una traductora que ha alquilado una casa en la que habita junto a Abel, un adolescente que sufre un retraso mental; relativamente cerca de su casa, en una vivienda a la orilla de la carretera que conduce a Nidocuervo vive Tomás Laguna, un corredor de seguros jubilado que vive en la compañía de su perro Roco, poco a poco los cuatro protagonistas del relato comenzarán a interactuar y el resultado de esa relación les aseguro que les va a sorprender.

La traductora y el corredor de seguros ocultan un pasado duro y sangriento y hasta aquí puedo leer, porque no quisiera chafarles la historia. La novela se lee muy bien, la trama es muy interesante y los personajes están bien conseguidos, no esperen un estudio psicológico profundo, pero Ravelo se las apaña para ponernos ante unos personajes bien construidos con apenas un par de pinceladas. La recomiendo sin duda y vuelvo a insistirles, no lean la sinopsis, si lo hacen perderán algo de la emoción que Ravelo crea a través de su relato y sería una pena”.

Esto es lo que decía el 9 de mayo del pasado año, hoy consternado por la pérdida de la persona y del escritor sólo me queda que desearle que descanse en paz. Seguirá vivo mientras que los lectores y sus numerosos admiradores sigamos recordándolo. Que así sea.

Descanse en paz.


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